La fotógrafa zamorana Graciela Rodríguez muestra por primera vez parte de su obra en una exposición que, bajo el título «El cielo de lo nuestro», podrá visitarse hasta finales de mes en el pub Dionde, antes de que inicie una gira itinerante que le llevará a otros puntos del país.

-¿Cómo surgió su pasión por la fotografía?

-Me fui a vivir a Asturias por amor y al no aprobar la Selectividad y no poder entrar en ninguna carrera me topé con el ciclo de Imagen en Oviedo y allí me matriculé.

-¿Así que su entrada en este mundo fue totalmente casual?

-No era mi objetivo principal ni mucho menos, porque yo era de Letras y me encantaba la Literatura. De hecho, tenía en mente hacer la carrera de Filología Hispánica.

-¿Qué fue lo que le descubrió que este era su camino?

-En cuanto empecé en el ciclo me enganchó todo. Entré por primera vez en un laboratorio fotográfico y me quedé alucinada, me pareció algo mágico. No me había planteado nunca cómo se hacían estas cosas y me encantó. Terminé el grado superior y aunque me gustaba más la fotografía que el vídeo, hice las prácticas en este último campo porque tenía más salida. Pero donde yo me encuentro a gusto es en la fotografía.

-Pertenece al Colectivo Kraken, ¿quiénes conforman ese grupo de fotógrafos?

-Actualmente somos dos personas aunque comenzamos siendo tres: Ismael Miguélez, Evaristo San Miguel y yo. Me acabo de trasladar con mi pareja, Ismael, a Santiago de Compostela y de ahí han venido los cambios. Pero Evaristo sigue estando muy presente, está muy implicado con este proyecto y sigue ayudándonos. Los tres nos parecemos mucho en nuestros gustos y por eso nos complementamos tan bien.

-¿Cuánto tiempo lleva en activo con este proyecto?

-Llevamos ya tres años, al principio solo haciendo las cosas para nosotros. Pero aunque hemos abierto nuestro campo ese aspecto no lo hemos dejado de lado. Siempre digo que lo que hago es para mí y si tengo la suerte de que al cliente le guste, genial, porque yo lo haré con todas mis ganas. Lo que tengo claro es que no voy a hacer algo convencional, algo que yo no sienta ni viva. En esos trabajos se notaría que no estoy a gusto. Ponemos nuestro sello personal o por lo menos lo intentamos, porque también tienes que amoldarte al cliente.

-¿Cómo ha evolucionado el colectivo?

-Principalmente trabajamos en los nos gusta, pero también donde podemos. Por ejemplo, ahora estamos haciendo reportajes de bodas. También hemos hecho videoclips y fotografías para portadas de discos y maquetación para grupos de música de Asturias, que es donde comenzamos a trabajar.

-¿No cierra la puerta a ningún proyecto?

-No estamos cerramos a nada, aunque nos gustaría dedicarnos sobre todo al reportaje social. Esa sería la meta que querríamos alcanzar, pero tenemos los pies en el suelo y sabemos que es muy complicado.

-¿Cómo definiría su estilo?

-Muy sencillo, con la máxima de menos en más. Todo muy medido y simétrico. Nos gustan las cosas muy visuales y simples pero que digan mucho, huyendo siempre de lo recargado. También nos apasionan las cosas antiguas, todo lo de otras épocas.

-En este sentido, ¿prefiere el blanco y negro al color?

-No tiene por qué, depende de las situaciones. Igual la misma foto en blanco y negro no te dice nada y en color es fantástica o viceversa.

-¿Qué uso hace de las tecnologías en la fotografía?

-No nos queda más remedio, pero tenemos casi una decena de cámaras analógicas al mismo tiempo, porque seguimos tirando en analógico, nos encanta. Incluso si tenemos la oportunidad nos metemos en el laboratorio para realizar todo el proceso. Pero es más viable trabajar en digital para los reportajes. En cuanto a los programas como Photoshop los utilizamos lo menos posible, porque intentamos sacar la fotografía que nos gusta al primer disparo.

-¿Qué es lo que le inspira cuando mira a través del objetivo?

-Sobre todo el paisanaje. A mí me encanta ver a la gente y personas de todo tipo, lo que se refiera al reportaje social. Me atrae la gente que solo con su presencia transmite algo, que sabe expresar.

-¿Qué ofrece en esta exposición fotográfica en Zamora?

-En «El cielo de lo nuestro» se ha intentado mezclar la naturaleza con la mano del hombre. Son doce fotos que van por parejas, cada una antítesis de la otra, son antónimas. Es paisaje, pero no se podría clasificar solo como este género, porque expresa algo más. Lo que quiero es que la gente se acerque a la muestra y saque sus propias conclusiones sobre la exposición que tiene como denominador común el cielo, que sale en la mayoría de ellas.

-¿Cómo se ha sentido ante su primera exposición?

-La primera vez que expongo en mi vida tenía que ser en Zamora, en mi tierra, me parecía importante y necesario que fuera aquí. Yo estoy contentísima porque, sinceramente, no esperaba nada ni me ponía una meta de número de personas que podrían visitarla. Todo lo que me ha ocurrido en estos días ha sido un mundo para mí.

-¿Era más arriesgado hacerla en casa?

-Me siento mejor porque aquí está la familia y acompañada sabía que iba a estar. Era imprescindible hacerla aquí y esto encantada. De hecho esta muestra queremos hacerla itinerante. Llevarla a Asturias, donde ya nos conocen, a León, de donde es mi pareja, y a Santiago de Compostela, donde actualmente vivimos. Empieza aquí, pero la podrá disfrutar más gente en otras ciudades.

-¿Qué le ha parecido la reacción del público ante su primera exposición?

-Me encantó la reacción de la gente el día de la inauguración, escuchar lo que les parecía. Cada persona es un mundo y se expresa de manera diferente y a cada uno le transmitía algo diferente. Las fotografías están hechas en varios lugares del mundo, fruto de nuestros viajes.

-¿Ya tiene nuevas exposiciones en mente?

-Es pronto para pensar en otra, con todo el trabajo que conlleva. Por ahora con esta primera experiencia estoy muy feliz.

Zamora, 1983

Llegó al mundo de la fotografía «por casualidad», pero el objetivo la atrapó desde el primer momento, cuando comenzó sus estudios en el ciclo de Imagen en Oviedo. Con el leonés Ismael Miguélez y el asturiano Evaristo San Miguel formó hace tres años Colectivo Kraken, donde dan rienda suelta a esa forma tan particular de ver el mundo a través de la fotografía, con la sencillez por bandera. El pub Dionde de la capital, en la calle San Andrés, alberga su primera exposición, que ella misma quiso que fuera en su tierra natal para sentirse «más arropada». Una experiencia que repetirá en otros puntos del país.