Ni la curiosidad ni la necesidad de descubrir a sus padres biológicos movieron a este zamorano a emprender la búsqueda de sus verdaderos orígenes. Adoptado por un matrimonio de Valencia, con el que tuvo una vida «muy feliz» y que no le ocultó tal hecho, el joven de 38 años Vicente R.R., comenzó a plantearse indagar sobre sus progenitores después de vivir de cerca la angustia de una de sus tías que intenta encontrar a una hija, a la que llegó a ver con vida tras el parto en el antiguo Hospital San Jurjo de Valencia, el 21 de febrero de 1968. Ahora, sacudida por las denuncias de bebés robados, trata de descubrir si fue una víctima más, pues a los cuatro días del alumbramiento le dijeron que murió y no vio su cadáver.

A esa primera inquietud, Vicente sumó la coincidencia de datos sobre la inscripción de su nacimiento con uno de los casos de posibles niños robados a través de La Opinión de Zamora. La información que el joven zamorano criado en Valencia conserva sobre su llegada al mundo sitúa a su madre biológica dando a luz en el Hospital Provincial el 21 de mayo de 1974. En el certificado literal de inscripción de nacimiento del Registro, fechado tres días después de su llegada al mundo en Zamora, firman como testigos una matrona, Carmen V.; y el ordenanza del hospital Francisco M. R. (en el lugar en el que debía figurar el nombre del progenitor, como en otros casos investigados en esta provincia). Como nombres de los padres figuran Antonio y Adela, que «no son auténticos», comprobaría Vicente después.

A partir de ahí, y al haber fallecido sus padres adoptivos ya, «con lo que no les puede afectar mi decisión de localizar a mi familia biológica», «comencé a pensar que quizás alguien me estaba buscando en Zamora. Nunca me sentí aludido hasta que mi tía investiga sobre su hija». Vicente, que asegura que «no soy un adoptado que quiera encontrar a su familia biológica, sino facilitar mi localización si me buscan», entró en contacto con la Asociación SOS Bebés Robados para asesorarse.

Su intención, pues, no es «ni la reclamación ni el reproche», sólo actúa movido «por si alguien quisiera saber si estoy vivo o no», para poner fin a la aflicción de quien desee saber qué fue de aquel hijo. Si las investigaciones, encargadas a una abogada, no tienen más objetivo, la relación con su familia biológica, «otro tipo de acercamiento, dependerá del grado de interés» que muestren sus padres o hermanos naturales, explicaría Vicente mucho antes de que su historia tuviera un desenlace feliz.

Otra tía materna de la familia adoptiva relató al joven que alguien le llegó a reclamar desde Zamora, por lo que «mis padres hicieron una escritura ante notario de mi adopción». Ahora sabe que detrás de aquel contacto que tanto asustó al matrimonio valenciano estuvo su padre biológico. Por eso en otro certificado emitido un año después de su nacimiento aparecen como padres legales quienes le acogieron. Otra de sus tías le aseguró que su madre biológica había muerto y que a los dos meses «me recogieron de una especie de colegio y me entregó una monja». «Yo era muy poquita cosa, por lo que me contó mi madre adoptiva», que junto a su marido se desplazó a Zamora.

Vicente programó el verano pasado sus vacaciones en Galicia con su esposa y sus dos hijos. Y reservó habitación en un hotel de Zamora para continuar con sus investigaciones. Mientras, su abogada «encontró en mi partida de nacimiento de Zamora una anotación con el nombre de una mujer». Tirando de esa pista, cuando solo faltaban tres días para regresar a Valencia «me dijo que parecía que estaba viva y que era de una provincia gallega. Disponía del nombre de soltera». Finalmente, consiguió hacerse con el registro de la boda de su progenitora y el nombre del marido.

Vicente no lo dudó: «Cogí la guía de teléfonos y con mi esposa buscamos la dirección», hasta que dieron «con la del marido de mi madre», en una pequeña localidad gallega. Fue su mujer la encargada de llamar. El azar quiso que respondiera su progenitora. La nuera le fue contando quién era y qué pretendían. La mujer, que siendo «muy joven fue enviada por sus padres a Zamora para dar a luz en secreto», tampoco tuvo dudas: quería conocer a su primer hijo. De él había hablado a su marido y sus otros dos vástagos. Prefirió no buscarle «por si estaba bien y no quería saber nada de ella. Fue una adopción legal», de la que solo sabían los abuelos y los hermanos de la madre. «Quedamos a las cuatro de la tarde y salíamos a las seis para Zamora, el encuentro fue corto, pero muy emotivo, lloramos, hablamos mucho. Me explicó que era muy joven y que no pudo decidir», que sus padres le obligaron a darle en adopción.

De ser huérfano pasó a encontrar a su madre, a su abuela materna y a dos hermanastros. Y sus hijos a tener abuela y tíos. «Me parezco a ella y a uno de mis hermanos. Los rasgos están ahí». Vicente describe esta experiencia «como volver a nacer, mis padres adoptivos murieron hace ocho y cuatro años, les quería mucho, y estoy falto de padres». Este desenlace es el principio y demuestra que «nunca es tarde para conseguirlo. Ahora tengo otra familia».