El centro de Cáritas esta concebido como un albergue, un lugar de paso para solucionar situaciones concretas en determinados periodos de tiempo. Pero la crisis se lo pone difícil. La falta de salida laboral impide que la gente pueda remontar el vuelo, y las estancias se alargan sin una fecha final concreta. «Antes de la crisis teníamos contacto con varias empresas y en muchos casos les encontrábamos un trabajo, ahora es imposible, y la situación no nos desborda, pero está muy cerca», explica José Martín, monitor terapeuta de Cáritas, «y enfermero, y camarero...», bromea Martín, que alude así a la diversidad de tareas que le ocupan en una jornada de trabajo normal. El comedor tiene que realizar dos turnos para darle de comer a todos los usuarios, pero no todos los necesitados acuden. «Hay muchísima gente que no se atreve a venir, por vergüenza, y está pasando mucha necesidad, más de la que pensamos, gente que tenemos cerca, pero que lo oculta», explica el monitor, que ha visto pasar a gente con carrera e idiomas por el comedor social. «Es muy duro hablar con ellos y conocer sus situaciones, y hay gente que tiene unos currículums brillantes». Cuidar las pautas con las medicinas de los usuarios, escucharlos, devolver los hábitos higiénicos a aquellos que han vivido en la calle y responsabilizarlos de su propioa vida son tareas que los trabajadores de Cáritas realizan a diario. Una labor vocacional con la que logran que muchos cojan impulso y vuelvan a tomar el timón sus vidas.