Muchas son las obras firmadas por Eduardo Barrón que albergan las calles de la ciudad. Desde la escultura de Viriato, los medallones en las enjutas del arco, un fino grutesco y el escudo que corona el edificio del edificio de la antigua Diputación hasta, pasado el Puente de Piedra, una placa a Federico Requejo y Avedillo. Y un grupo de artista propone que la lista se incremente con la escultura «Adán después del pecado», una pieza de Caja España-Duero que se exhibe en la oficina central de la entidad en Zamora.

«Fue una gran aportación de la entonces Caja Zamora que veo que puede irse de Zamora si se realiza una fusión con una entidad más importante», explica el escultor Ricardo Flecha que estima que se trata «del desnudo masculino más impresionante que se ha modelado nunca y que debería de exhibirse en un espacio abierto», aunque «debemos tener muy presente que se trata de una obra de propiedad privada y hay que apelar a la generosidad de la entidad». El escultor y docente sostiene que «resulta muy importante que esta escultura tengan visibilidad para que nuestros hijos y nuestros nietos conozcan quién fue este escultor llamado Eduardo Barrón y se sientan orgullosos de que repose en Zamora» al tiempo que apunta como marco para esta figura «la plaza de Sagasta con sus edificios modernistas porque se trata de una escultura del mismo estilo».

La misma opinión la aporta el artista Antonio Pedrero. «La plaza Sagasta sería un marco perfecto por la conformación del espacio», argumenta a la par que califica de «preciosa» esta obra que «contemplé muchas veces en yeso porque estaba en la escalera del Ateneo de Madrid cuando iba a actos». «Es una escultura que debería mostrarse en la ciudad porque el lugar más adecuado para una escultura es el aire libre», ahonda. El pintor también recuerda que «se llevó a bronce gracias al empeño de Antonio Redoli y la entidad sería muy generosa con la ciudad si nos brindara la oportunidad de poder verla en la calle».

A la petición de que la obra de Barrón que sitúe en la plaza Sagasta se suma también Carlos Piñel. «El volumen y sus características son adecuadas para que se ponga en ese espacio abierto», subraya el artista que alude a que la pieza ha estado «ya expuesta al aire en alguna ocasión».

La pieza del Adán «está pensada para un exterior por lo que encajonada en una oficina no tiene mucho sentido», atestigua el escultor Tomás Crespo Rivera. En cuanto a la ubicación más idónea estima que «hay que tener en cuenta que no es una obra que tiene que ver con la ciudad, por lo que habría que estudiar mucho el espacio dónde situarla y buscar un lugar que fuera no local sino más universal». Sin embargo, rehúsa pronunciarse sobre la posibilidad de que fuera la plaza de Sagasta, aunque añade: «Las esculturas tienen que estar en la calle y más cuando tienen un determinado tamaño, como es el caso». «Zamora solo ha hecho esculturas representativas de lo que ya tenemos vivo todos los años como son el Merlú, el Barandales. Carecemos de piezas abstractas o conmemorativas. Es una auténtica vergüenza porque solo existe ahora una obra abstracta», se lamenta.

«Adán después del pecado» lo realizó en escayola Eduardo Barrón en 1885 como ejercicio del primer año en la Academia Española de Bellas Artes de Roma con unas dimensiones de 210x70x60 centímetros. Este yeso permaneció hasta 2003 en el Ateneo de Madrid, entidad que «debido a la fragilidad de la pieza lo donó a la Academia de San Fernando», según figura en el catálogo de la exposición sacra Passio. No obstante, antes del traslado se realizaron dos vaciados en bronce de la obra, uno de los cuales se exhibe en al Ateneo de Madrid mientras que el otro forma parte de los fondos artísticos de Caja España, que lo cedió para la muestra organizada por Las Edades del Hombre en las dos Medidas el pasado año.