Cientos de personas contemplaron ayer el IV desfile de la Máscara Ibérica que discurrió desde la zona de La Marina hasta la Plaza Mayor y donde 13 manifestaciones culturales zamoranas brillaron con luz propia.

La lluvia hizo que en esta ocasión hubiera menos público congregado a lo largo del recorrido, cuya realización estuvo en la cuerda floja hasta minutos antes de la hora de la salida.

Interesados por estas tradiciones aguardaban la salida o suspensión del desfile refugiados en los lugares a cubierto que existen en los alrededores de la plaza de la Marina, mientras que los integrantes de las agrupaciones no dejaban de tocar sus instrumentos y se colocaban los últimos elementos de sus ropajes. «Hay que salir aunque siga lloviendo», decían personajes de varias mascaradas de la provincia. Incluso los había previsores como David Prada, de Sanzoles, que junto con los cencerros, que llevaba a la cintura, se había colocado un chubasquero. «No me impide realizar mi tarea junto al Zangarrón y así no me mojo», decía.

Restaban diez minutos para el inicio del desfile cuando cesaron las precipitaciones y los participantes, alrededor de unos 300 de 17 mascaradas (faltaron a la reunión los representantes del Carnaval de Aldeias do Xisto de Gois, en Portugal, y Los Zarramaches de Casavieja, de Ávila) comenzaron a situarse.

Los tambores anunciaban acústicamente el avance de los conjuntos, menos que el pasado año, a los muchos viandantes congregados en las calles. ¡Ya vienen, ya salen!, vociferaba con emoción un niño.

Un boitero, con la máscara de madera que soporta una pantalla hecha con armazón de alambre al que se le pegan tiras de papel de seda de colores, dio paso a un grupo de más de 25 músicos que tocaban tambores de gran tamaño y azadas como es costumbre en Viana do Bolo.

El relevo sonoro lo tomaron los cencerros de distintos tamaños que portaban los integrantes del Carnaval de Villanueva de Valrojo, cada uno ataviado de una manera distinta, y los que llevaban numerosas personas de Sanzoles que rodeaban al Zangarrón a quien también escoltaban los mozos, que danzaban al son de la flauta y el tamboril.

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