«En medio de aquella penuria las gentes de San Martín de Castañeda poseían, y poseen una riqueza interior que les ha mantenido a flote, que les hizo asumir un papel determinante en el desarrollo de su pueblo, aunque muchos lo hicieran desde lejos, enfrentándose al duro camino de la emigración. Su miseria material podía parecer infinita, pero era superable. Porque solo la pobreza que anega el alma es la insalvable, y esa siempre estuvo ausente». Es uno de los párrafos del discurso pronunciado por Marisol López del Estal, directora de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en una alocución cuya principal virtud fue la de mostrar la historia y el presente de su localidad de origen, San Martín de Castañeda y su monasterio, en su esencia más pura.

La ovación que arropó el parlamento de la periodista y las constantes alusiones a su relato de los posteriores intervinientes son prueba de que dio en el clavo. Quizá por referirse a «un entorno mágico, conocido y poblado por el hombre desde hace más de 2.500 años, cuando se asentaron los primeros pobladores astures en tierras tan bellas como extremas, en las que la relación del hombre y la naturaleza no siempre encuentra el ansiado punto de equilibrio».

El acto se celebraba en el interior del monasterio de San Martín: «Pisamos viejas piedras de una iglesia que es exponente del mejor románico pleno y tardorrománico de la provincia. La orden del Cister dio cuerpo a este monasterio, el último en abrazar la reforma de los Bernardos». Era, cierto, «una planicie más que propicia para el "ora et labora" de los monjes, cuya huella permanece en este espléndido templo que comenzó a erigirse hacia 1.150». Llegó a extender sus dominios desde Braganza a la Tierra de Campos.

La desamortización de Mendizábal «marcó el declive definitivo del convento. Los monjes dejaron aquí su herencia de piedra y leyendas como la del pueblo maldito de Valverde de Lucerna y otras menos narradas como la de que, en su marcha, abandonaron tesoros enterrados y túneles secretos excavados hasta las orillas del lago».

La periodista recordó «el espejo de soledades de un Unamuno que encontró aquí, en 1930, la piedra angular de su obra, San Manuel Bueno. Y de la historia del monasterio, a la del pueblo, que ha vivido tiempos muy difíciles. «La solidaridad fue la base de la supervivencia, los que casi nada tenían auxiliaban al que no tenía nada en aquella economía precaria y de subsistencia».

«Cuénteles a los de Madrid como vivimos aquí», le rogaron en San Martín «a Alejandro Casona cuando el escritor visitó la zona con las misiones pedagógicas en los años de hambruna de la década de los treinta», dijo Marisol López. «Las generaciones de nuestros padres y abuelos han sido muestra del carácter abnegado y luchador de los zamoranos frente a la adversidad. Tomaron parte activa en la llegada de la electricidad a estas tierras, en la nueva carretera que les abriría hacia el resto del mundo, horadaron los túneles del ferrocarril». Y «gracias a ese espíritu de trabajo y de sacrificio que nos dejaron como el más preciado legado, el San Martín de Castañeda de hoy es símbolo de pujanza y de iniciativas ligadas al mundo rural y a la rica gastronomía de la zona».