Una cerrada ovación con el auditorio puesto en pie arropó a una emocionada Asunción Andrés quien, con los brazos en alto, acudió a recoger el premio Patrimonio Cultural otorgado a su amiga Elvira Fernández de Barrio. Era la primera vez que recibía un premio «Tierras de Zamora» una persona fallecida, pero los apoyos y reconocimientos que confluían en la que fuera jefa del Servicio Territorial de Cultura en su última etapa de la vida llevaron a concederle un reconocimiento que entre los muros del Monasterio de San Martín de Castañeda encontró el mejor eco.

Una mujer de la cultura recordada en esta hermosa joya del románico. Desde el altar, transformado en escenario de concordia y valores, Asunción Andrés desgranó un emotivo perfil de quien «sabía lo que era hacer el bien y vivir para los demás, especialmente los jóvenes, a los que tanto amaba. Decía que era el mejor sector social desde el que se podía sacar buena madera». Desveló detalles personales y humanos desconocidos de Elvira, «un gesto propio de su discreción». Como que nació en Mancera de Abajo (Salamanca), donde su padre estaba destinado como veterinario. «Era vivaracha, aunque inocente y a veces demasiado buena». Campeona de España de salto de altura, jugadora de voleibol y balonmano, «su asignatura pendiente era ser directora de orquesta». Aunque cultivó varios instrumentos musicales, «su acordeón sonaba suave en sus manos».

Asunción Andrés reveló las múltiples cualidades que adornaban a la persona de Elvira Fernández de Barrio más allá de su conocida faceta política, desde las filas del PP, o como mujer de teatro. «Sanabresona» de Requejo, de donde era su madre, «se sabía divertir como nadie», era «pacifista y conciliadora». «Una todoterreno» resumió su amiga, emocionada pero entera, que con sus palabras arrancó el aplauso del público.

También Fernando Martínez Maíllo recordó a «una gran persona que no necesitó medallas ni premios para motivarse con cada tarea diaria porque ha sido y será ejemplo para todos de compromiso y entrega».

Su muerte concedió ayer un protagonismo a Elvira Fernández que ella seguramente hubiera esquivado o al menos hubiera querido compartir en las mismas condiciones con el resto de los galardonados con los premios «Tierras de Zamora 2012». Por ejemplo con el pueblo de El Maderal, representado ayer por su veterana y dicharachera alcaldesa, Demetria Matías Martín, «una mujer comprometida con su tierra» destacó Martínez Maíllo. El presidente de la Diputación valoró el «esfuerzo por los servicios que ofrece y por mejorara las condiciones de vida de los 238 habitantes que tienen el orgullo de pertenecer a El Maderal, un lugar donde en lugar de envejecer se suman años de felicidad».

No muy lejos del municipio se encuentra Casaseca de las Chanas, donde nació Antonio González, «nuestro embajador de Zamora», como le presentó Martínez Maíllo. El doctor González recibía el premio en un momento muy especial, un día después de jubilarse como jefe del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital de la Paz. «Colgué definitivamente los trastos con los que llevo enredado 45 años como ginecólogo, procurando enmendar t corregir la fragilidad de la vida que se inicia con el nacimiento», contó el galardonado en su discurso.

«¿Qué méritos han podido desencadenar este preciado nombramiento?» se preguntó Antonio González cuando le comunicaron el premio.

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