No es la luz equinoccial la que se cuela por una ventana de San Cipriano e ilumina caprichosamente un capitel, descubre las marcas de cantería en los arcos que soportan la cubierta o reclama la atención de los devotos hacia el altar. No se trata de fenómenos ancestrales, sino de tecnología del siglo XXI la que baña de luz interior y recupera los distintos espacios del templo románico. El proyecto cultural Zamora Románica ensaya estos días un nuevo sistema para realzar la nave principal y las distintas capillas, dentro de la fase final de las obras de una de las iglesias más emblemáticas del casco histórico.

Los responsables de la recuperación del templo hablan de una «iluminación general con zonas puntuales». El director de la oficina técnica de Zamora Románica, Fernando Pérez, explica que planteamiento se ha basado en «cumplir las necesidades de la liturgia». De hecho, la nueva instalación discrimina los diferentes espacios, de tal manera que pueden iluminarse de forma independiente el altar, las capillas laterales, la parte baja del coro y el baptisterio, la zona en la que descansa la enorme pila bautismal de San Cipriano.

En cuanto a la tecnología, la única zona en la que se han empleado los cada vez más acostumbrados sistemas «led» es la cabecera, de tal manera que confieren volumen y calidez al espacio principal del templo. A partir de ahí, la instalación se basa en bombillas de baja potencia instaladas en los muros o en unas nuevas columnas situadas en los costados de la nave principal y que en el futuro podrían albergar los altavoces de la iglesia.

Durante la liturgia, el altar reclama toda la atención para que los fieles puedan seguir la eucaristía. El planteamiento es tan detallista que una de las bombillas garantiza la lectura desde el ambón, el púlpito reservado a la liturgia de la palabra. A partir de ahí, las llaves accionan la luz de las diferentes capillas o los arcos, descubriendo detalles que hasta la fecha pasaban desapercibidos. Sobre la puerta de entrada -frente al altar- Zamora Románica ha colocado otro sistema para que «la iglesia tenga de noche la misma de luz que entra por la ventana durante el día». En este caso, su efecto eleva el espacio superior de la iglesia y le confiere una volumetría interior difícilmente palpable en una zona relegada a la sombra.

Las experiencias de iluminación de colores durante el espectáculo musical Pórtico de Zamora habían demostrado ya la particular belleza de San Cipriano, que ha permitido recrear la escenificación de la música sacra en la Edad Media.

El efecto secundario -y no menos importante- radica en el descubrimiento de detalles oculto tras la sombra. Es el caso de las pinturas murales de las iglesia o de la policromía que resta en las arquivoltas de las capillas laterales. Aquí, el programa cultural que financia la Junta de Castilla y León «ha limpiado y consolidado» las ilustraciones para acercarlas al espectador.

Es el caso particular del Pantocrátor del siglo XIV que corona una de las ventanas del muro norte junto al altar. La nueva iluminación permite distinguir con mayor claridad la clásica estampa del Creador con la mano diestra levantada y rodeado por las figuras del Tetramorfos: el águila, el león, el ángel y el toro. La desgastada policromía de las arquivoltas y detalles ilustrativos como el crismón de la capilla mayor han salido del anonimato para participar de la vida del templo. Ya en la fase final, las pruebas de iluminación permiten sentir un templo más cálido, que pronto podrá ser disfrutado con mayor comodidad una vez finalice el acondicionamiento exterior.