Tocado por esa singularidad que hace locos a los locos y genios a los genios. Intempestivo, que el convencionalismo se hizo para brincarlo. Lenguaraz, que dispara verbos como balas; capaz de envolver la garganta en terciopelo verde para escupir una soleá en la bóveda de una bodega. Torero que se viste por los pies, «avisao» y más listo que las «rabonas» en febrero. Se hizo matador para gastar zapatos de tafilete, para tapar los juanetes de campesino renegrido, para ganar dinero, coño, que segar en las viesas terracampinas era muy jodido. Aprendió en las plazas de carros, entre el polvo y los hachazos de la «Zurda». Y se hizo catedrático en Madrid. Y hoy, cuando acaba de cumplir 80 años, torea en Zamora.

La expectación es grande. Hasta la Junta ha suspendido los pases de callejón a los periodistas «porque no entrarían en veinte burladeros». De Madrid, de Salamanca, de Francia, todos quieren ver la ¿última? faena del maestro, el que ha puesto en el mapa a Villalpando en el último medio siglo.

Los aficionados también van a responder. Hay expectación. Y una pizca de morbo, que los hay muy cabrones que van a ir a la plaza a ver cuantos minutos está en ella el maestro. Lo que haga falta, que todavía quedan arrestos y piernas labradas en las «manos» eternas de los quiñones del Raso en busca de liebres retorcidas. Que quien tuvo, retuvo y torear, como nadar, como andar en bici, nunca se olvida. Y menos esa media verónica, asomándose al balcón, marca de la casa.

Andrés Vázquez, «El Nono» cuando todavía no le habían salido los dientes de torero, sabe que la vida está hecha de gestos y de las escujarras que dejan los disgustos, que los aplausos muchas veces se tornan lágrimas afiladas, suspiros de fracaso y dolor. El gesto de hoy es uno de los más arriesgados que le ha espetado a la vida y va a salir adelante. Nunca, ningún «Albaserrada» se la ha puesto por delante.

Iconoclasta e inconformista, dice lo que siente y, a veces, lo que siente no gusta. «Los enemigos de la Fiesta Nacional están en la barriga de la Fiesta Nacional», ha clavado en alguna ocasión. Se ha cansado a denunciar que no es bueno que el toro se ahorme a gusto del consumidor-torero. Que si por el portón de los sustos solo salen «Nuñez del Cubillo», los antitaurinos tendrán el trabajo hecho. Por cierto, no teme ni a estos ni a la prohibición en Cataluña. «Los toros son como la religión, cuando más se persigue más seguidores tiene», dijo hace tres días en este periódico.

El diestro de Villalpando, según recogió ayer Efe, hará hoy el paseíllo tocado con un sombrero que fue de su amigo y maestro Antonio Bienvenida, cedido por Paloma, hija del malogrado torero que junto a Santiago Martín «El Viti», Paco Camino y Andrés Vázquez conforma el póquer de matadores que más veces ha salido en hombros de Las Ventas.

Cumplirá, quien sabe si por última vez, su más antigua manía. Primero, calzarse las zapatillas y luego subirse los pantalones. Zamora espera al que, desde hace 50 años, es su torero.

Porque Andrés Vázquez no es cualquiera. No hay más que verle para saber que ahí viene un torero, en torero. Y es que Vázquez no dejó de ser torero el día que se cortó la coleta. Es torero desde que se levanta hasta que se acuesta.

Los que van a torear mañana saben que van a ser partícipes de un hecho histórico. Andrés Vázquez ha marcado a varias generaciones de toreros, desde los que ahora empiezan a los que están a punto de acabar su carrera.

Alberto Durán tilda de «locura» lo que va a pasar esta tarde, «pero estas locuras son las que hacen tan grande la Fiesta». Lo cierto es que es histórico. «Que alguien de su edad se ponga delante de un toro, con todas las consecuencias, es maravilloso». Porque Andrés Vázquez va a torear de verdad, como siempre lo ha hecho. Siempre que se le quiera escuchar, habla de lo malos que son para el toreo esos a los que él llama «funcionarios» del toro, esos toreros que no se colocan donde se tienen que colocar porque les llueven los contratos. El de Villalpando toreaba para ganarse cada tarde los contratos, y eso hoy se echa en falta.

Durán está encantado de poder compartir estos momentos con el torero de su provincia. «Andrés ha sido muy importante para la historia del toreo, pero para el toreo zamorano es simplemente el referente en el que todos nos miramos». «Va a ser un momento precioso».

Juan Mora otro de los espadas que alternará con el maestro esta tarde, dice a este periódico que «esto es algo que sólo está al alcance de los genios, son esas cosas que engrandecen al hombre hasta el infinito». «¿Capacidad? Eso le sobra». Mora es el único torero que, por edad, pudo torear alguna vez con el maestro de Villalpando, pero nunca lo hizo. «Es muy especial para mí», apunta.

Pero si alguien conoce de verdad a Andrés Vázquez es Victorino Martín, su ganadero. Porque Andrés es lo que es gracias a Victorino y Victorino gracias a Andrés. Durante muchos años ambos se han alimentado. Victorino, hasta 1969, «tenía que lidiar todo porque no estaba para fiestas», dice Andrés. El octogenario torero llegó una tarde a Madrid a comerse una sustitución de las que no quiere nadie. «Victorino fue el que tuvo la idea de llamarme, seguro».

El caso es que Vázquez se plantó en los corrales de la Monumental y allí había un toro que se llamaba Baratero, «el toro más bravo que ha echado Victorino en su vida». Un toro de esos que cambian la historia y que ligan para siempre a un torero y un ganadero. 19 pases, no necesitó ni uno más, y Andrés Vázquez salió a hombros por la puerta de la gloria levantando la carrera de Victorino Martín.

Sabiendo esto se puede explicar porque Victorino le ha regalado el novillo de esta tarde al torero por su 80 cumpleaños. Y el maestro volverá a hablar con los toros como siempre lo ha hecho, pero en las plazas de toros, como no hay silencio, no se escucha.

Y hoy, al igual que hace 50 años, Andrés Vázquez volverá a vestirse de torero y a hacer el paseíllo en su plaza, quien sabe si para despedirse. Por su 80 aniversario, Andrés Vázquez ha decidido regalar a Zamora un pedacito de la historia del toreo moderno realizando un hito jamás visto. Suerte y al toro, maestro.