«Pocas veces en el largo tiempo que llevo de ejercicio como fiscal se ha intentado tanto falsear la verdad para que el acusado quede absuelto». Por ello, cinco de los cuatro testigos, todos toxicómanos asiduos de Las Llamas, pasaron ayer a ser acusados por el Ministerio Público de los delitos de falsedad e injurias a la Policía Nacional. Y eso porque aseguran que les «coaccionaron» en Comisaría para declarar contra la mujer juzgada en la Audiencia Provincial por el intento de homicidio de su pareja el 29 de mayo de 2011, a las 22.30 horas, en un caseto del conocido barrio usado por toxicómanos para consumir.

El propio agredido, que mantiene la relación con la imputada y la ha visitado en Topas donde cumple prisión preventiva, aseguró que las heridas fueron fruto de «un juego, yo le quité la navaja, la abrí y en el forcejeo me clavé». Pero, lejos de conseguir su propósito de exculpar a la procesada, el herido, su hermano y los tres conocidos de ambos solo lograron con el cambio de las versiones ofrecidas a la policía indignar al Ministerio Público, que mantuvo la petición de nueve años de prisión para la mujer.

Además, negó la aplicación de la atenuante de actuación bajo los efectos del alcohol y las drogas, que habría reducido considerablemente la pena porque «se acuerda de que estuvo en el bingo, en casa de sus suegros.., no se acuerda de lo que no le interesa», concluyó el fiscal. Para sostener que la procesada era consciente de lo que hacía, aunque estuviera bebida, se aferró a las declaraciones de la última testigo, única que mantuvo la declaración efectuada en la Comisaría, quien manifestó que «estaba en un «fumadero» y escuché ruidos. Salí y Fátima estaba boceando y diciendo que había apuñalado a Rubén». Entre lo que aseguró haber escuchado, estaba la frase: «Te he apuñalado, así somos las gitanas portuguesas».

El fiscal se mostró convencido de que «esto desmonta la fábula de que la Policía Nacional presionó a los testigos» para orientar su declaración. Y recordó que la única mujer que declaró ayer en el juicio, también de nacionalidad portuguesa, dijo que la imputada, Fátima C., «estaba muy afectada por lo ocurrido» y que afirmó que usó una navaja, «lo sé porque cuando subía con Isaac (el hermano del lesionado) al Hospital la ha guardado por el camino. Fui la que le dijo a la Policía dónde estaba» el arma.

Por mucho que interrogó a los testigos, el fiscal fue incapaz de reconstruir lo ocurrido en Las Llamas entre la llegada de Fátima al barrio y la agresión. Cuatro de los cinco testigos aseguraron no haber visto nada. Todos estaban «haciendo mis cosas», es decir, drogándose, y «dormido» por efecto del consumo, según fueron relatando uno a uno. La acusación pública solo contó con algunas contradicciones que consiguió arrancar a base de preguntar una y otra vez. Uno de ellos, el mismo que fue cacheado en el acto del juicio instantes antes de declarar y que portaba unas tijeras, admitió que oyó decir a Fátima «joder, lo que he hecho».

El Ministerio Público interpreta «como una confesión de que apuñaló a su pareja sentimental» esa frase supuestamente pronunciada por la acusada el día de los hechos y otras como «Rubén, sal para afuera, hijo de puta, me tienes dejada», «¡hace dos años que no me chivas, pues así somos las gitanas portuguesas!».

La agresión estuvo a punto de costar la vida a Rubén, al sufrir una herida grave en el costado derecho con una navaja con filo de 16 centímetros que penetró cuatro centímetros y le cortó el hígado. El torniquete realizado de inmediato con una sábana y el urgente traslado al Virgen de la Concha en el vehículo de uno de los testigos salvó la vida al hombre, que tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para coserle el órgano vital afectado y permaneció 22 días ingresado.

El arma blanca era de Rubén y Fátima la habría cogido de otro «fumadero» en el que se hallaba el hermano del herido con otros individuos, según el relato que hicieron en Comisaría y que negaron en el Juzgado de Instrucción y en el juicio de ayer. La mujer, portando el arma, se habría dirigido al «fumadero» en el que se hallaba Rubén con otras dos personas, donde habría entrado insultándole antes de propinarle el navajazo sin darle tiempo a reaccionar. La navaja, al parecer, se la arrancó del costado el propio herido, lo que justificaría que en el mango aparecieran sus restos biológicos.

El letrado de la mujer tras pedir la absolución por falta de pruebas, dadas las contradictorias declaraciones, pidió que, de condenársela, se le impusieran entre dos años y medio y cinco de prisión por estar bebida. La pareja había discutido en su domicilio de La Hiniesta antes de producirse el suceso.