«Zamora contó con alrededor de una veintena de fotógrafos profesionales entre 1850 y 1950», explica el historiador José Andrés Casquero, quien ha estudiado en profundidad la fotografía en la provincia durante ese siglo, una labor que dará a conocer esta tarde en una conferencia en la Biblioteca Pública del Estado a partir de las 20.15 horas.

El investigador, pese a la carencia de un censo de archivos y colecciones para documentar el proceso histórico y a la falta de información de los fotógrafos, ha conseguido rastrear en una treintena de colecciones en manos de archivos públicos y aporta el dato de que «las primeras imágenes conocidas de Zamora corresponden a la fotografía viajera del inglés Charles Clifford», quien «en 1854 se desplazó con su laboratorio y pasa por Benavente». Su propósito «era hacer álbumes para la difusión y venta de las láminas porque se emula a la pintura», concreta el historiador que detalla que este tipo de instantánea también la efectuó «el toledano Casiano Alguacil que llegó a la provincia en 1866 y lo que fotografió monumentos». Esas imágenes también la toma Jean Laurent, quien visitó en tres ocasiones la provincia a finales del XIX, y que captó obras públicas como «las del ferrocarril de Zamora-Medina».

El primer estudio conocido en la ciudad correspondió al de J. B. Poujade, del que existe constancia en 1870. Por aquellas fechas y con otras técnicas, como grabados, litografías, xilografías y dibujos, se popularizan tipos y trajes de la provincia de la mano de Cilla o Bernardo Rico, autor del popular grabado coloreado del Consistorio viejo de Zamora antes de su reforma de 1875. «Estampas y grabados decimonónicos conviven junto con la fotografía, y en algunos casos intuimos se sirven de ella», describe José Andrés Casquero.

En los últimos años del siglo XIX aparecerán también láminas fotográficas realizadas con fines decorativos por editores extranjeros, como es el caso de la serie de la casa alemana Rommler&Jonas o paisajes y monumentos de España, comercializada por la editorial madrileña Voluntad.

El nacimiento en 1881 de la revista «Zamora Ilustrada» supone un intento del periodismo gráfico, «aunque sus recursos técnicos le impiden incluir fotografías, encargándose de los trabajos de ilustración grabadores y litógrafos», asevera el experto que indica que con el cambio de siglo el retrato cobra gran protagonismo entre la burguesía y la aristocracia que se fotografían al nacer un hijo o al contraer matrimonio. En esos momentos existen en Zamora los estudios «de Idelmón e hijos, que se establecieron simultáneamente en Zamora y en Palencia, C. Ledo y M. Ledo, Ángel Ortega, Hermes Pato, López y Cienfuegos, A. León e hijo, Palomeque y Baltasar Parriego. «Realizan imágenes de personas muy parecidas, pero tienen gran calidad porque la exposición es muy larga», concreta el investigador que apunta que también hubo profesionales asentados en la provincia. Así «en Benavente trabajaron los Testera, en Toro, la saga de los Parra, y en Fermoselle, los Bernardo».

Durante las primeras décadas del siglo XX hay constancia del trabajo de Jesús Casas Andreu, cuya obra hasta ahora conocida se compendia en un álbum adquirido por el Archivo Histórico Provincial, y de la edición de series de postales sobre los símbolos de la modernidad o la Semana Santa. «En muchas ocasiones se utilizan fotos antiguas porque no se desplazaban», precisa Casquero.

En esos años aparece la fotografía de aficionado ejemplificada en la labor de Antolín Rodríguez Martín «a quien debemos algunos de los iconos de nuestra memoria gráfica», o Federico Cantero Villamil, que capta desde la vida cotidiana en los pueblos hasta la construcción del salto del Porvenir.

El fotoperiodismo arranca en la ciudad con Pedro Gutiérrez Somoza, quien fotografió la Zamora de los años 20 al tiempo que Fernando López Heptener plasmó la construcción del embalse de Ricobayo. La vida durante la Guerra Civil la testimonian las imágenes tomadas por Gutiérrez Somoza y Salvador Calabuig, mientras que la postguerra se les une las de Gullón y las de la austríaca Inge Morath, que efectúa fotografía viajera. «La Zamora de esos años tenía un atractivo porque el tiempo parecía que se había detenido», asevera.

En la década de los 40 trabajan en la ciudad Emilio Corti, Pedro Gutiérrez Somoza, Fernando López Heptener y Francisco Cuevas a los que añadió Daniel Bedate Ordóñez, José González Cabañas y Pedro Estévez Cerqueira. Diez años más tarde la nómina de profesionales aumenta, con Juanes, Trabanca o Otilio Vega, entre otros, pero para José Andrés Casquero el fotógrafo por excelencia del período 1950-1975 es Ángel Quintas «en cuyo haber está sin duda lo mejor de nuestra fotografía del siglo XX. En sus imágenes trasciende lo cotidiano y las convierte en arte». El historiador defiende que «las fotografías del XIX y XX tienen un valor asombroso como documento y se valoran cada día más» y tras analizar las instantáneas de Zamora de ese período opina: «Durante los cien años que estudio el pulso de Zamora apenas se movió. En los 50 se esperaba el desarrollo».