Por una noche y sin servir de necesario precedente, nuestro único satélite quiso hacerle la competencia al Sol. La madrugada del sábado al domingo, los zamoranos se preguntaban qué clase de protagonismo reclamaba la Luna allá arriba. Próxima y llena, hizo las veces de inmenso faro para alumbrar a una ciudad dividida entre el descanso y la salida festiva. En medio de un cielo parcialmente nublado, pareció acercarse a la Tierra para preguntar o charlar sobre algo, sin más mensaje que la intensa luz que gobernó toda la madrugada.

Algunos pocos ya sabían que solo se trataba de un fenómeno clásico. La Luna llena o «superluna» se acerca al punto más cercano a la Tierra dentro de su particular órbita, ruta que el satélite sigue a perpetuidad. Lo más llamativo fue la coincidencia de la visita lunar con la lluvia de estrellas más importante de la primavera, que recibe el nombre de «Eta Acuáridas» y que los más madrugadores y trasnochadores pudieron observar poco antes del amanecer.

En este otro caso, la Tierra sigue el mismo camino que describe el cometa Halley en su ruta alrededor del Sol, un viaje que tarda en completar 75 años. El Halley -al que algunos identificaron con la estrella fugaz de Belén- desprende pequeñas partículas metálicas que entran en ignición al traspasar la atmósfera terrestre para que sus habitantes, nosotros, podamos observar la lluvia de estrellas antes de que el Sol iniciara la jornada diaria de este domingo.

Y eso que el célebre cometa se encuentra ya en un ignoto y lejano punto del sistema solar. No en vano, las partículas de polvo de la «Eta Acuáridas» viajan a 70 kilómetros por segundo y por eso se convierten en estrellas fugaces. ¡Buen viaje, señor Halley y hasta el próximo año 2061!

Sin embargo, ni la lluvia estelar le restó protagonismo a la Luna. Era su noche. O su día. Por las ventanas y los balcones de las viviendas zamoranas se colaban intensos rayos de luz en plena madrugada. No se trataba de ovni alguno ni del esperado desembarco extraterrestre. Solo era la luz del Sol reflejada, más cerca que nunca, en el satélite natural.

Dicen los científicos que la sensación percibida este fin de semana se traduce en una «superluna» un 14% más grande de lo habitual y un 30% más brillante que durante el resto de fases del satélite único de la Tierra. ¿Por qué de mayor tamaño? Porque la órbita lunar, que no es completamente redonda, permite al satélite acercarse en ocasiones. Cuando el perigeo lunar -el punto más próximo a la Tierra- coincide con la Luna llena, se percibe más voluminosa. Ocurrió en la madrugada del sábado al domingo. La Luna quiso ser el Sol.