Los tambores rompieron el silencio de la noche y una sensación de alivio, balsámica, se instauró entre el público que abarrotaba la Plaza Mayor de Zamora, que no pudo reprimir su impulso y llegó a aplaudir el arranque de la procesión de Nuestra Madre de las Angustias. Había sido un día duro para semanasanteros, lugareños y turistas porque no había salido ni uno solo de los desfiles del Viernes y a las once de la noche no terminaba de cesar la fina lluvia que desde hacía rato caía sobre la ciudad. Y era un día muy especial para la cofradía, que celebraba los 600 años de su creación, lo que se dejó notar en la alta presencia de hermanos y hermanas de túnica y de calle. La directiva dudó y debatió una decisión que no era fácil y al final decidió salir, con un recorrido que apenas daba la vuelta a la iglesia de San Juan y mantenía la salve popular en la Plaza Mayor.

Lo anunció por megafonía a las once de la noche; cinco minutos después sonaron tambores y barandales, pero la fina lluvia no cesaba y el ritmo de la banda decayó hasta parar del todo. Con los paraguas abiertos los espectadores se temían lo peor. Pero a las once y veinticinco volvió el estruendo, empezaron a caminar y se puso en marcha una procesión muy especial, no sólo por el corto recorrido, sino por la conmemoración del 600 aniversario de la hermandad, con presencia de la imagen del fundador, San Vicente Ferrer (sobre las andas de la Concha), y el Retorno del Sepulcro, que fuera paso originalmente donado por la Junta de Fomento para la procesión y tras desfilar durante dos décadas fue devuelto y se incorporó al Santo Entierro. Lentamente completaron el recorrido los pasos habituales, el Cristo de la Cruz de Carne, la Virgen de las Espadas (con la banda de Villlamayor, que eligió Thalberg para los puntos clave) y Nuestra Madre de las Angustias (con la Banda de Zamora, que optó por una delicada pieza de Chopin).

Salvo un ratito en que los paraguas se llegaron a cerrar toda la mini-procesión se desarrolló bajo una fina lluvia, hasta el final, cuando Nuestra Madre avanzó lentamente escuchando la salve del Coro Sacro y el pueblo. A la una menos cuarto se empezaba a recoger el desfile, con la única nota discordante de los hermanos que se «fugan» sin llegar al final del recorrido, en San Vicente.