En la mañana del sábado 24 de marzo, el Pórtico cambió su sede habitual por la iglesia de San Ildefonso, a fin de que los numerosos asistentes pudiesen disfrutar de las cualidades del órgano de la iglesia de San Ildefonso. La ronca y vivaz sonoridad de la trompetería situada en la fachada del instrumento destacó desde los primeros compases elegidos por Andrés Cea Galán. Esta característica es un rasgo exclusivo de los órganos históricos españoles y portugueses, y Cea hizo disfrutar al público con sus ingeniosas combinaciones de sonidos (los denominados «registros»): algunas son más aptas para crear ambientes melancólicos (el violón y el flautado y sus armónicos naturales -octava, bajoncillo-, otras, como las trompetas o el denominado «lleno» dan cuerpo a sonoridades grandes y majestuosas. Otros armónicos y registros son más especiales (quincena y diecinovena) o más curiosos e impertinentes (docena, violeta, bajoncillo), pero, en todo caso, siempre hay un fragmento cuya textura armónico-melódica realzarán a la perfección. Encontrar las mejores combinaciones para cada pasaje no es una tarea fácil para el organista y Cea Galán supo dar contraste, variedad y atractivo a las numerosas posibilidades que se encuentran en las obras de Cabanilles, el compositor que constituía el eje central del programa: sus tientos (de diversos tonos y de «falsas» -es decir, de disonancias- no son fáciles de escuchar para los no iniciados, pero su forma se basa en una distribución de melodías y acompañamientos tan rica como sorprendente.

Andrés Cea decidió interpretar el segundo bloque de piezas -que incluía a Froberger y de nuevo a Cabanilles- en el órgano positivo propiedad del Festival, extrayendo de él colores mucho más suaves e íntimos, creando un contraste con los recursos del gran órgano -incluyendo un revoloteante sonido de pájaros que alegró la Fantasía de Couperin-. El extenso recital concluyó sin bises tras un aplauso muy generoso.