Se cuenta -si bien la historia es apócrifa- que Palestrina compuso la Missa Papae Marcelli para demostrar al Papa Marcelo II que la música coral no necesitaba referirse a modelos profanos -que en la época, eran complejos y hacían difícil la comprensión del texto litúrgico-, y evitar de esta forma que prohibiese la polifonía en el culto. El concierto de ayer día 23, en el marco de San Cipriano, dedicado sobre todo a Tomás Luis de Victoria -con la inclusión de dos obras de reestreno de otros dos polifonistas de gran presencia en la Catedral de Zamora: Rodrigo Ordóñez y Andrés de Villalar- supone, en ese sentido, una muestra de las hermosísimas polifonía y contrapunto españoles del siglo XVI. Se destacaron la pureza de líneas y belleza de planteamiento de Victoria, seguidor fiel de Palestrina que en nada le desmerece, y, en algún momento, hasta le supera.

La deseada inteligibilidad del texto de dicho modelo fue magistralmente realizada por los miembros de La Grande Chapelle, dirigidos con gran destreza por Albert Recasens. Este conjunto vocal e instrumental fundado en 2005 por el maestro Angel Recasens, padre del actual director, consigue abrir todo un abanico de matices tímbricos. La densa urdimbre polifónica a ocho voces (doble coro) de la Missa Salve Regina sonó límpida y clara, en una realización que no dudamos que hubiera complacido al propio compositor. Ciertamente logró hacer que el público prorrumpiera espontáneamente en aplausos.

Resultó acertadísima y esclarecedora la puesta en contexto que proporcionaron otras piezas de Victoria incluidas en el programa, muy concretamente la Antífona Salve Regina, también a ocho voces, de la cual arranca en forma de misa parodia (un procedimiento de creación de nueva música a partir de polifonías previas, muy propio de la época) la pieza anteriormente aludida. Pudimos así familiarizarnos con el lenguaje del compositor, y , en el caso de Antífona y Misa Salve Regina, apreciar como de los espléndidos comienzos resulta la maravillosa consecuencia final. El resto de piezas del autor proporcionaron un marco admirable desde el que lograr una panorámica completa de su obra. Fue particularmente apreciado la antífona Regina coeli laetare, cuyo Aleluia fue bisado.

Este contexto resultó aún más revelador gracias a la inclusión de los otros dos autores del concierto, reestrenados para la ocasión. Las antífonas Asperges Me de Rodrigo Ordóñez, y Regina coeli laetare, de Andrés de Villalar fueron muy bien recibidas por el público y demostraron de nuevo el espléndido nivel de los compositores españoles de la época y de los intérpretes actuales.

En estos momentos de crisis económica, donde este tipo de actos amenazan con desaparecer, la realización de conciertos como éste, donde resulta tan notable la espléndida interpretación de las obras como la vocación de divulgación de un repertorio que, por desgracia, conocemos aún muy escasamente, debe ser aplaudida y alentada. Sólo podemos esperar que el Pórtico de Zamora siga siendo un espacio para estas músicas que tenga una larga y fructífera vida.

El próximo concierto del ciclo se llevará a cabo hoy mismo, con la interpretación por parte del Gabrieli Consort de un nutrido grupo de obras de Cristóbal de Morales, y una de Alonso Lobo.