«En la real isla de León, el día 24 de septiembre del presente año de 1810, hallándose el número de señores diputados propietarios de las provincias que están libres del enemigo, y de suplentes, así como de las ocupadas por él, como de los demás dominios de esta Monarquía, de los que por su distancia no habían podido acudir aun los respectivos representantes para este día que el Consejo Supremo de Regencia designó para la apertura e instalación de las Cortes generales y extraordinarias de la nación (?)». Así reza la primera página del diario de sesiones de las Cortes extraordinarias reunidas con el objetivo de redactar la que fuera la primera Constitución Española, que vio la luz el 19 de marzo de 1812 en Cádiz y de la que se celebra hoy su bicentenario. A las reuniones estaban llamados un centenar de diputados de Castilla La Vieja, que incluía Cantabria y La Rioja, y León, pero debido a las dificultades para el viaje, la contienda y a que las tropas napoleónicas ocupaban buena parte del territorio, tan sólo 24 lograron asistir a las Cortes de Cádiz, informa Ical.

Entre los representantes de Zamora que participaron en algunas de aquellas sesiones figuran Antonio Vázquez de Aldana, que acudió por la burocracia, Diego María Nieto, por el campo, y Juan López Salceda, que lo hico por Toro, y los clérigos Jacinto Rodríguez Rico y Juan Nicasio Gallego, quien «fue el único que estuvo en la firma», explica el historiador Miguel Ángel Mateos, quien ha estudiado en profundidad al clérigo que ocupó el puesto de secretario en varias comisiones y trabajó activamente en la comisión de información.

Con Zamora ocupada por los franceses desde la Batalla de Villagodio resultó muy difícil enviar representantes hasta la ciudad andaluza. Gallego, formado en la escuela de Salamanca, estaba en Cartagena y «fue por su interés político», atestigua Mateos, mientras que Ana María Freire, en el artículo «Un zamorano en las cortes de Cádiz» publicado en el anuario del IEZ Florián de Ocampo de 2003, indica que fue elegido «en 1810 en Cádiz representante suplente (categoría para designar a los de las zonas dominadas por los franceses) para representar a Zamora».

Gallego fue un diputado activo. Realizó 71 intervenciones como uno de los integrantes más destacados del grupo liberal. En ellas evidenció una gran formación filosófica y jurídica. Defendió con convicción sus pensamientos, sobre todo, sus ideas de libertad de impresa y prensa. «Defendió con fuerza los principios sociales como la igualdad», ahonda Mateos. Tras disolverse las Cortes de Cádiz fue encarcelado 18 meses, tuvo que huir a Francia y en 1828 retorna a España. No volvió a tomar parte activa en la política, aunque después de la muerte de Fernando VII llegó a ser senador del reino por designación real. También fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua en 1830 tras haberlo sido de la de Nobles Artes de San Fernando años antes, al cultivar su faceta de literato.

Jacinto Rodríguez Rico, natural de Villamayor de Campos, canónico y deán de la Catedral de Zamora, acudió «designado oficialmente por la provincia según figura en un documento donde reclamaban él y Nicasio un dinero», atestigua el sacerdote e historiador, José Muñoz Miñambres que ha profundizado en la presencia de sacerdotes en la confección de «La Pepa».

Otros integrantes de la Iglesia presentes en la elaboración del texto y que guardan relación con la provincia fueron Ramón Falcón Salcedo, que había sido canónico en Zamora, Pedro Quevedo, que pasó por la Diócesis zamorana y fue nombrado presidente «en una de las primeras juntas que hubo antes de comenzar las Cortes», aunque el más brillante fue Pedro Inguanzo, asturiano que representó a su provincia en Cádiz. Lideró el partido católico y en 1814 Fernando VII le designó para ocupar la sede episcopal de Zamora. «Era un hombre sobresaliente con una gran erudición», señala Miñambres.