Intérprete de viola da gamba y experto en música antigua

Cada expresión de Jordi Savall es pura erudición. Con su viola da gamba ha recorrido los auditorios más selectos del mundo. Y sin embargo, tiene un hueco fijo en su alma para San Cipriano. «Es como un mar donde el sonido se expande», define. Ha tenido la suerte de «poder decidir lo que yo quería» cada momento clave de su vida. Así explica cómo conoció a su mujer, la soprano Monserrat Figueras que falleció a finales del pasado año. Ella le indicó el camino del instrumento que «más se parece a la voz humana», la viola da gamba. Con ella en la maleta aterriza el sábado en la iglesia románica a las órdenes de «El divino arquitecto».

-Ya conoce Zamora, ¿qué recuerdo tiene?

-El de una ciudad magnífica, a dimensión humana, con una enorme historia y, sobre todo, muy cálida. Siempre hemos venido a Zamora con mucho gusto.

-¿Cómo le hacemos entender a la gente lo que distingue la acústica de San Cipriano?

-Lo primero que hay que hacer entender es que los arquitectos, cuando diseñaban las iglesias, tenían en cuenta que el sonido debía expandirse por todo el templo. Es decir, las preparaban para que un canto de tres voces inundara todo el espacio. Escuchar en casa un disco o un concierto en un auditorio es como hacerlo en una piscina, mientras que una iglesia es una especie de mar donde el sonido lo llena todo.

-Viene a un festival que ha superado numerosos escollos económicos, después de que otros, como el de Gerona, hayan caído tras doce ediciones. ¿Qué está pasando con la cultura?

-Vivimos tiempos de una enorme confusión. No hemos alcanzado el nivel de promoción de la cultura de otros países como Francia o Alemania y, sin embargo, se recortan estas partidas. Resulta absurdo suprimir algo que funciona. Me gustaría recordarle las palabras de Churchill tras ganar la guerra, cuando le dijeron que debía recortar un 15% en cultura. «¿Y para esto hemos ganado la guerra?», se preguntó. Y se negó.

-Aunque es especialista en música clásica, ofrece varios registros en sus trabajos. ¿Qué nos viene a tocar este sábado?

-Vengo a Zamora a tocar un instrumento que se llama viola de gamba, un instrumento antiguo que tiene la capacidad de acercarse a la voz humana y que fue muy popular entre los siglos XV y XVII. De ahí que el concierto que voy a interpretar se titule así: «Les voix humaines».

-Sin embargo, usted se inició en el campo de la música con el violonchelo...

-Me inicié con la voz... Cuando solo tenía siete años. Después escogí el violonchelo, precisamente, por su capacidad para reproducir el canto.

-Cuéntenos qué experiencia le hizo cambiar el violonchelo por la viola.

-Comencé el violonchelo de manera autodidáctica y por casualidad. En una tienda de Barcelona encontré varias partituras, arreglos de viola de gamba para violonchelo y empecé a tocar estas músicas. Nueve años después de terminar mis estudios, tuve la suerte de realizar un curso en Santiago de Compostela y el maestro de cámara me preguntó por qué tocaba con el violonchelo música original de viola de gamba. Ya en Barcelona, la que más adelante sería mi mujer, Monserrat Figueras, me había escuchado tocar y me recomendó a un director. El me llamó y desde entonces toco este instrumento.

-Hubo una pieza que cambió su vida y le hizo músico, ¿no es cierto?

-Estudiaba en el conservatorio, pero aún no había decidido a qué instrumento iba a dedicarme. Un día llegué allí y estaban ensayando el Requiem de Mozart. Aquello me impresionó tanto que decidí decantarme por uno de los instrumentos que daban vida a aquella música tan maravillosa. Por entonces, me llamaban loco y yo no hice más que seguir con mi locura.

-Sin embargo, ahora se le ve como un privilegiado que desarrolla junto a su familia un proyecto vital...

-He tenido la suerte inmensa de haber podido elegir en los momentos claves de mi vida aquello a lo que me iba a dedicar. He seguido cada día fiel a esta vocación yo solo, después con Monserrat y más tarde con mis hijos.

-Le han llamado arqueólogo de la música, ¿es complicado encontrar «vestigios musicales» por el mundo?

-La definición de arqueólogo no es la más correcta. Me gusta más la de explorador de músicas. El arqueólogo se conforma con las ruinas y nosotros creamos nuevas músicas con las piedras que encontramos.

-Creo que usted ha definido la música como algo parecido a una medicina para el alma.

-Es la mejor medicina para el alma, lo único que nos puede ayudar a afrontar el dolor. Es como el amor, que nos permite apartarnos del sufrimiento. Al menos para mí, es imposible vivir sin música. Muchísimas culturas y países, como el caso de Irlanda y la música celta, han recurrido a esta disciplina para superar sus problemas porque les permitía recuperar la paz y les ayudaba a vivir.

-No me resisto a preguntarle por la reciente pérdida de su esposa. ¿La tiene presente en cada concierto que ofrece?

-Absolutamente. En cada recital, le dedico unas palabras. Monserrat Figueras ha sido para mí un regalo, he tenido la suerte de compartir 45 años de proyectos y de ilusiones con ella. Pero la vida te da esto: Cuanta más alegría tienes, su ausencia es la que provoca una mayor tristeza en ti.

Igualada (Barcelona), 1941

Jordi Savall es uno de los músicos más prestigiosos de nuestro país, excepcional intérprete de la viola da gamba, además de director, pedagogo, investigador y creador de innumerables proyectos destinados a rescatar la música histórica. Se define como un explorador en busca de piedras para «convertirlas en una pieza musical». Ajeno a las grandes multinacionales, dirige desde años atrás un sello propio, Alia Vox, porque «queremos decidir nuestro futuro». Bajo esta firma, ha publicado decenas de trabajos, desde la música antigua hasta otros géneros menos eruditos, con algún trabajo de género celta. En los años noventa, fue un prolífico compositor de bandas sonoras tras crear la música para «Todas las mañanas del mundo», cinta que consiguió un César. Su proyecto vital incluye a su mujer, la fallecida soprano Monserrat Figueras, y sus propios hijos.