Vendedora más joven de la ONCE en Zamora y segunda generación en el oficio

A tres días de cumplir 17 años, Rocío Martín se convirtió en la trabajadora más joven de la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) en Zamora, y abrió el camino de la segunda generación de mujeres en su familia que se dedica a repartir suerte. Joven, trabajadora, orgullosa de su labor y respetada y querida en todas las rutas que recorre, Rocío se considera una afortunada por tener un empleo fijo a pesar de la crisis económica y de su problema de visión.

-Fue la más joven en su trabajo y casi una década después sigue manteniendo ese puesto. ¿Cómo ha cambiado su modo de trabajar y de ver la profesión en todo este tiempo?

-Ha cambiado mucho. Al principio pasaba mucha vergüenza, era una niña y estar vendiendo en Santa Clara era para mi un mundo. Las primeras veces iba de acompañante con mi madre, que también vendía, y gracias a ella fui mejorando y consiguiendo más soltura, porque es diferente llevar tú el producto que acompañar. Al comienzo hasta me tropezaba con las sillas de los bares, ahora, con respeto, recorro mis zonas como si estuviera en mi casa.

-¿Influyó su problema de visión en la decisión de dejar a un lado los estudios con tan solo 16 años?

-Sí, quizá por los complejos de tener que utilizar lupas y telescopios para poder hacer las tareas de clase decidí que tenía que empezar a trabajar, porque estudiar tampoco se me daba bien y los niños, ya se sabe que son muy crueles.

-¿Cuál es el problema y en qué le influye?

-Se llama atrofia del nervio óptico, y hace que no veamos de lejos y que nos cueste fijarnos en los detalles. Es de nacimiento, lo tiene mi madre, mis dos hermanos, primos y mi sobrino, con cuatro años, sufre también la incapacidad.

-Joven, mujer, con una discapacidad... Tiene varios puntos en contra para que la situación económica la aleje del mercado laboral, y sin embargo tiene un trabajo fijo y está reconocida en su ámbito. ¿Satisfecha?

-Mucho. Estoy muy contenta y muy agradecida de haber tenido la oportunidad, aunque también he tenido y tengo que trabajar mucho. Nos exigen unos objetivos complicados de cumplir, pero después de todo este tiempo lo veo todo con más optimismo y me desenvuelvo mucho mejor.

-¿Se sorprendía la gente al tener como vendedora una chica tan joven?

-A los clientes les chocaba que estuviera vendiendo tan joven, me preguntaban si estaba sustituyendo a mi madre y me llegaron a decir que si me explotaba, pero ahora la gente me conoce y ya nadie se sorprende.

-¿Qué supuso para los vendedores el cierre de la sede de la ONCE en Zamora en enero del 2010?

-Nadie estaba a favor del cierre, claro, porque cubría un servicio muy importante para nosotros. Si necesitabas más producto podías dirigirte directamente a la oficina y allí te atendían, sin embargo ahora tienes que esperar a que te lo manden de fuera, de Salamanca. Pagar premios tampoco es inmediato ahora, porque dependemos de otras delegaciones.

-¿Considera viable la posibilidad de la reapertura de la delegación?

-No, no lo creo, y menos con la situación económica que estamos viviendo, están cerrando muchas a lo largo de todo el país.

-¿La ONCE sigue contratando trabajadores a pesar de la crisis?

-Sí, entra bastante gente, aunque cumplir los objetivos no es sencillo y hay personas que no pueden sacar adelante las ventas que se exigen.

-¿Ha dado algún premio gordo desde que entró a formar parte de la organización?

-Premio gordo no, las cuatro últimas las he dado un vez, y varios premios de 100 euros en los rascas.

-¿Tiene pensado salir fuera o prefiere vivir en Zamora?

-Mi intención es quedarme aquí, en Zamora, con mi familia, y gracias a la oportunidad que me ha dado brindado ONCE he conseguido una estabilidad laboral y familiar. Me ofrecieron ir fuera, pero esta fue mi decisión, en otro lugar hubiera sido fija hace más tiempo, pero estoy muy contenta y creo que he acertado con la decisión.

Zamora, 1986

Rocío Martín estudió en el colegio Amor de Dios de la capital hasta que a los 16 años se decantó por desarrollar su faceta laboral convirtiéndose en la empleada más joven de la Organización Nacional de Ciegos (ONCE) en Zamora. Casi una década más tarde, la joven sigue ostentado ese puesto, que lleva con el orgullo de ser la segunda generación en su familia que desarrolla este trabajo. Sus hermanos y varios primos y familiares cercanos también sufren atrofia del nervio óptico, una discapacidad visual de nacimiento que ocasiona que la visión se vuelva más opaca y se reduzca el campo visual.