La Pasión zamorana «es el único movimiento que ha sido capaz de articular a toda una sociedad en la que demasiado a menudo prima el individualismo, cuando la propia Semana Santa evidencia el éxito de una colectividad con un objetivo común y desinteresado». Así llamaba ayer la directora de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, Marisol López del Estal, a extender el esfuerzo colectivo que se muestra en la Semana Santa de la capital al resto de los ámbitos.

La pregonera de la Tertulia del Cofrade aseguró ante el numeroso público que acudió al salón de actos de La Alhóndiga que la propia historia de la Semana Santa «marca lo que debería ser el camino de su futuro». La liturgia, añadió, «invita durante esta cuaresma y celebración de la Pasión a un ejercicio introspectivo, una reflexión interna que debe llevarnos al camino original de las cofradías y hermandades: la fraternidad, la colaboración, la solidaridad».

En su intervención, la directora de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA recordó a los hermanos y hermanas la importancia de la «misericordia» y de la ayuda, dijo, «a aquellos que hoy se ven privados de derechos básicos como la vivienda o el trabajo. Con aquellos que no tienen qué darles de comer a sus hijos, quienes se sienten perdidos ante la desesperanza». En este contexto insta a ejercer «la solidaridad de cirineos constantes en ayuda del semejante», pues «tal labor sería la mejor música que cualquier banda pudiera llevar en sus partituras durante las procesiones».

Especialista en la Semana Santa de la capital, sobre la que ha investigado a través de decenas de reportajes y sobre la que ha escrito artículos y crónicas a lo largo de los últimos veinte años, Marisol López aludió también en su pregón a la lucha de las mujeres por incorporarse a las cofradías, hasta hace poco exclusivas de los hombres. La Hermandad Penitencial de las Siete Palabras fue la primera, recordó, en incorporar a las mujeres con caperuz «rompiendo un tópico que priva a la semana Santa de la mitad del potencial de su población». Desde aquella primera vez «han tenido que pasar muchos años para que la mujer zamorana ejerciera de cofrade de pleno derecho. Años de debate, de enfrentamientos indeseables y de lucha contra el peso específico que imponen la lógica, el sentido común y el derecho canónico».

La tradición que «algunos invocan para impedir lo inevitable», especificó la periodista ante el auditorio, «no nace de la nada, se crea y crece por la acción del hombre y de la mujer, y así se hace más fuerte, inquebrantable e imperecedera. La Semana Santa fue adaptándose a los tiempos cambiantes: si se cambiaron trajes de pana por vistosas túnicas a finales del siglo XIX; si se incorporaron nuevos y costosos pasos cien años después, ¿quién podría anteponer el valor del hábito antes que el alma del monje?».

En su repaso a las principales cofradías zamoranas, Marisol López se detuvo en personajes que ya han pasado a la historia de la Pasión en la ciudad, como Miguel Fernández Calles, «que a buen seguro andará en la fragua del Señor»; Alberto Villacorta, «caído al pie del cementerio con las esquilas puestas»; o Casimiro Lorenzo, «el hombre bueno que prestó su cara amable y sabia a Santiago el Mayor para la Santa Cena de Mayoral».

Tampoco faltaron los análisis en torno a una celebración semanasantera que contiene, a su entender, un «elemento indiscutible de matiz sociológico enlazado al propio devenir de Zamora». De hecho, precisó, «aún hoy se mantienen vestigios del origen gremial de las primeras cofradías, se convirtió en espejo para la burguesía incipiente de principios del siglo XX, y vivió en su seno conflictos que en otras sociedades se producían dentro de otro tipo de sectores ajenos a vinculaciones religiosas».

Recuerdos de la niñez, experiencias como la maternidad el Domingo de Resurrección, música, olores, y sensaciones en primera persona se sucedieron en el pregón de la periodista, convencida de que la Semana Santa ha sido y es motivo de orgullo «de una tierra pobre que construyó alrededor de la celebración semanasantera sus señas de identidad».

Muy pronto, concluyó, «Zamora se convertirá en escenario único donde se represente el evangelio. Que las imágenes que, siglos atrás, fueron concebidas por la Iglesia como didáctica de sus enseñanzas y valores, sirvan ahora para estimular en nuestros corazones la llama del esfuerzo colectivo».