A primera hora de la tarde de ayer los hermanos del Espíritu Santo y todo el mundo semanasantero de la capital empezaba a enterarse del fallecimiento de Miguel Fernández Calles, artesano del metal que dio forma al hierro que procesiona la noche del Viernes de Dolores. Por sus manos pasaron los tenebrarios que soportan las velas del Cristo gótico del Espíritu Santo, las andas en las que viaja el campanil, el incensario de la cofradía o el propio farol que portan los hermanos. Tras varios días en el hospital de Salamanca, ayer dejó este mundo a los 73 años para ingresar en la nómina de personajes, con mayúsculas, que han impregnado la Semana Santa de su personalidad.

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Amén de su familia, una de las personas más afectadas por el fallecimiento era el actual abad del Espíritu Santo. «Es muy duro», confesaba Juan Antonio Haedo camino del tanatorio para entregar a la familia la bandera de la cofradía con la que será cubierto el féretro del maestro artesano. «Era una persona abierta y muy trabajadora, que se volcó con la cofradía», confiesa Haedo, quien dijo sentirse «muy extraño» como persona cercana a Fernández Calles, al que conocía desde la propia fundación del Espíritu Santo, hace más de tres décadas.

En la contribución de Fernández Calles a la estética del Viernes de Dolores tienen gran parte de culpa dos personas. La primera de ellas es el fundador y primer presidente del Espíritu Santo, Francisco Gustavo Cuesta de Reyna, quien encargó los primeros trabajos al herrero. Antonio Pedrero -el segundo de aquellos responsables- recomendó al artesano natural de Riego del Camino para hacer la forja del paso. «Hice un boceto de cómo quedaría el paso del Cristo que se colocó en los almacenes García Casado para atraer nuevos hermanos», recuerda Antonio Pedrero. «Conocía a Miguel y lo recomendé porque era un trabajador del hierro fenomenal. Fue idea suya sustituir la base de los tenebrarios por madera, pero yo le dejé total libertad para llevar a cabo la obra», rememora el pintor zamorano, quien confesó sentirse «helado» al conocer su fallecimiento.

Por su parte, Cuesta de Reyna reconoce que Fernández Calles recibió aquél y los sucesivos encargos «con mucha alegría». Tanto que, a pesar de no desfilar el Viernes de Dolores, se hizo hermano del Espíritu Santo. A los tenebrarios sucedieron las andas del campanil, esa sucesión de arcos góticos de forja que adornan la enorme campana que el propio Fernández Calles acudió a buscar a una fundición de Salamanca a finales de los setenta.

«No teníamos dinero, algo que tanto preocupa ahora, pero le fuimos pagando de forma religiosa», confiesa uno de los fundadores del Espíritu Santo. «Era una persona muy afable con la que trabé una gran amistad, un trabajador extraordinario del hierro y una persona de mucha categoría», elogia Cuesta de Reyna.

Al tiempo, Fernández Calles supo transmitir su habilidad con el hierro desde la Escuela de Artes y Oficios, en el Castillo, donde tenía la fragua. «Sabía combinar la perfección y la modernidad y era una persona con una enorme inteligencia», asevera Antonio Pedrero, quien reivindica la «personalidad» del artesano, no sin reconocer la influencia de Alonso Coomonte, el gran maestro benaventano del hierro. Su carácter, su afabilidad, su inteligencia... Los elogios de hoy ya están inmortalizados para siempre en las formas de hierro que tiene el Viernes de Dolores zamorano.

La directiva de la Hermandad del Espíritu Santo acudió ayer al tanatorio La Soledad para dar el pésame a la familia y entregarle el estandarte de la cofradía y el farol. La misa de funeral tendrá lugar esta tarde, a las 16.30 horas, en la iglesia parroquial de San Torcuato. La inhumación del féretro será en Riego del Camino.

Detalle del farol de la Hermandad, uno de los trabajos realizados por Fernández Calles.

Con diseño de Antonio Pedrero, el artesano dio forma a los tenebrarios que decoran el Cristo.

El incensario, obra de Fernández Calles, se unió desde el inicio a la procesión.

Arquillos góticos y faroles decoran las andas del campanil.