Han pasado muchos años desde la muerte de José Galende García, pero su bisnieta Yanina Zwenger conserva en la memoria todas las anécdotas y vivencias que su familia le ha transmitido. Ella fue una de las jóvenes «afortunadas» en conocer este verano, gracias a la «Operación Raíces» de la Diputación Provincial la tierra de sus antepasados.

«Los días fueron muy intensos y cargados de emoción. Pueblica fue muy diferente a lo que me imaginaba y tuve la suerte de encontrarme con una nieta de una hermanastra de mi bisabuelo», recuerda Yanina, quien trabaja como diseñadora industrial en Buenos Aires y tiene además una pequeña empresa que se dedica al diseño de indumentaria para mascotas.

Hijo de Jacinto Galende, el zapatero del pueblo, y Claudia García, la vida no fue fácil para este zamorano nacido en agosto de 1895. Tras enviudar, su madre formó una nueva familia y nacieron dos hermanos más. «La casa era chica y la familia numerosa, así que mi bisabuelo tomó la decisión de irse a "La América", una tierra que muchos europeos elegían con la ilusión del progreso», apunta Yanina.

Solo tenía quince años cuando José se embarcó con sus dos hermanos pequeños en dirección a Argentina. «Mi bisabuelo, con conocimientos agrícolas, optó por situarse en una chacra situada al sur de la provincia de Buenos Aires, mientras que sus hermanos se quedaron en la ciudad, porque cautivaba. Allí uno de ellos siguió los pasos de su padre, instalando una zapatería, mientras que el otro se dedicó al trabajo fabril».

El duro trabajo del campo le dejó tiempo para conocer a la que sería su mujer, Teresa, una joven descendiente de italianos con quien contrajo matrimonio en 1923, a los 28 años de edad. La pareja tuvo cinco hijos: el mayor, Narciso, abuelo de Yanina, Delta del Carmen, Griselda Emérita, Dora Mabel y Carlos.

A pesar de la distancia, José siempre mantuvo el contacto con la familia que había dejado en Pueblica de Valverde a través de correspondencia. «Si bien nunca pudo volver a su entrañable España, las cartas con sus hermanastros eran constantes, enviándose incluso fotos», asegura su bisnieta, quien, aunque no llegó a conocerlo, lo siente muy cercano gracias a las anécdotas que le cuenta su madre. «Ella lo recuerda como un persona muy animada, aunque siempre acomplejada por su escasa estatura. Pero eso no le hacía perder el buen humor y mandonear a los altos, lo que le hacía más gracioso aún».

Volver algún día a Zamora siempre estuvo entre sus planes. «A mi madre le contaba cómo era su pueblo y le prometía que algún día le llevaría a conocer aquellas tierras lejanas». Sin embargo, él no pudo cumplir ese sueño y ha sido décadas después su nieta Yanina quien ha podido viajar hasta Zamora. «Nunca nadie de mi familia, por razones económicas, tuvo la posibilidad que yo he tenido, por lo que voy a estar eternamente agradecida a la Diputación por esa maravillosa oportunidad de cumplir el sueño de mi bisabuelo y de mi madre», reconoce.

Ya han pasado varios meses desde su estancia en Zamora, pero los recuerdos siguen muy vivos para Yanina. «Son emociones que no a todos les toca vivir, pero a mí me llena de emoción recordar esos momentos. Zamora, la amabilidad de su gente, su perfume a verano, las callecitas angostas y empedradas, las comidas? todo quedará en mi corazón para siempre», subraya.