Con solo tocarlos, se desprenderían y apenas quedaría nada de los interesantes relieves que la iglesia de San Cipriano luce en el muro sur sólo para quien se acerca con curiosidad a uno de los templos románicos con más carisma de la ciudad. Expuesta a la erosión por su privilegiado emplazamiento en el balcón del Duero, la iglesia incorporó en el siglo XVI varios sillares finamente tallados de procedencia desconocida. La recuperación del edificio que lleva a cabo el programa «Zamora Románica» se encargará de consolidar las frágiles tallas, que serán protegidas por una visera para frenar su exposición al agua, el principal enemigo.

La consolidación de las misteriosas esculturas es una de las intervenciones más interesantes de un proyecto que frenará las humedades que afectan al muro norte, creará un paso franco hacia una parte del mirador para personas con problemas de movilidad, protegerá con una verja el flanco sur y recuperará las líneas y el aspecto originales de la torre, auténtico faro intramuros de la ciudad.

De regreso a los relieves, son varias las teorías que explican su emplazamiento. Una de ellas sostiene que las piezas proceden de la iglesia de San Andrés, que en el siglo XVI fue sometida a una profunda reforma. De entre las piezas sobrantes, algunas eran de factura notable y habrían sido reubicadas en San Cipriano con el fin de conservarlas. Desde los andamios actuales, se percibe el avanzado estado de deterioro de los relieves. Uno de ellos retrata la escena bíblica del profeta Daniel cuando es arrojado al foso de los leones sin recibir daño alguno, una escena que recuerda uno de los capiteles más célebres de la visigoda San Pedro de la Nave.

La escultura está emplazada en la portada sur, que «fue remontada, es decir, desmontada y construida de nuevo», tal y como detalla el arquitecto de «Zamora Románica» Marco Antonio Martín. Y es que una de las piedras del epitafio original -mal colocada- rompe el significado de la sentencia y da fe de la reforma.

Junto a ella, una secuencia de imágenes y símbolos entre los que figura uno de los crismones presentes en San Cipriano, esto es, la representación gráfica de Cristo. Justo al lado, la escultura del herrero, una de las más fotografiadas por los expertos que han estudiado el templo. «Las figuras han perdido los matices, pero todavía mantienen el volumen», detalla Martín Bailón, quien detalla la parte del proyecto que se encargará de guarecer los relieves. «Se instalará una pequeña visera para frenar el deterioro y se modificará la evacuación de las aguas para evitar nuevas erosiones».

Las numerosas personas que se han acercado a San Cipriano para subirse a los andamios también han podido observar la perfecta secuencia temporal que ha dejado a la luz la excavación en el muro y la capilla norte. Una pequeña excavación destinada a «frenar las humedades» que, al mismo tiempo, ha permitido investigar «los distintos niveles de ocupación y enterramientos para realizar una lectura temporal» del edificio, detallan los técnicos de «Zamora Románica». Una vez tapada la zona, está prevista la ubicación de un «itinerario peatonal accesible», es decir, una rampa que conducirá a personas en sillas de ruedas hacia el mirador, una práctica vedada por las anteriores escaleras.

Completa la intervención la reparación de la esbelta torre, que luce uno de los chapiteles más elegantes del patrimonio zamorano. Aquí, según el arquitecto Marco Antonio Martín, los operarios trabajan para «eliminar la piedra muerta, recuperar las líneas compositivas con injertos de piedra o morteros de restauración para volverla a leer en su conjunto». Pese a la fuerte erosión, la torre muestra la hechura original de uno de los templos románicos más interesantes de la ciudad.