Zamora y Castilla y León no caminaron al margen de los procesos prehistóricos que se desarrollaron en el contexto de la Península Ibérica. Esta tierra no fue desdeñada ni olvidada por los primeros pobladores que optaron por una vida sedendaria, una vez que el dominio de la agricultura y de la ganadería se lo permitieron. Los asentamientos más antiguos documentados correspondían al año 800 antes de Cristo. Los datos presentados ayer en las Jornadas de Jóvenes Investigadores del valle del Duero demuestran, sin embargo, que hubo sociedades organizadas con anterioridad, y que con ellas nacieron las primeras desigualdades entre clases y entre el hombre y la mujer.

Así lo dio a conocer el arqueólogo Marcos García, quien reveló a sus colegas españoles, portugueses, italianos y austríacos el hallazgo de recintos de fosos en el yacimiento de Las Pozas, situado en Casaseca de las Chanas. Este tipo de estructuras fabricadas por el hombre consisten en «grupos de anillos concéntricos que tienen fosos de entre dos y tres metros de profundidad». Más allá de la explicación técnica, su identificación es «muy importante» porque «cambia la percepción de Castilla y León, considerada como un vacío abandonado» del resto de la península.

La investigación llevada a cabo en este yacimiento del periodo Calcolítico -anterior a la Edad del Bronce- deja el descubierto dos de estos recintos con una profundidad superior a los dos metros. El arqueólogo de la Universidad de Valladolid explica que el uso atribuido en otros países europeos a estos yacimientos va desde emplazamientos defensivos a lugares de culto solar, por su alineamiento con los solsticios.

En el caso de Castilla y León, los trabajos de investigación lograron identificar restos de cabañas en un yacimiento de Valladolid, que da testimonio de la sedentarización de la vida en el valle del Duero y «nos pone en relación con otros similares en España, Francia o Reino Unido». En cuanto a Las Pozas, Marcos García defiende que «cuando encontramos un recinto que suma cinco anillos, con más de dos metros de profundidad y cuatro metros de anchura excavados sobre arcilla -con una inversión de trabajo y de tiempo importantes- es evidente que hay una organización y una jerarquía detrás».

Pero se sabe mucho más, como demuestran los «escasos» restos arqueológicos que fueron hallados en las excavaciones de los años setenta y ochenta. Las evidencias animales prueban que aquellos lejanos pobladores tenían cabañas bovinas y la existencia de adobes da fe de la construcción de casas según el criterio de la arquitectura tradicional. «Usaban cerámicas de diferentes tamaños, algunas de ellas para almacenar productos», añade el investigador de la Universidad de Valladolid.

Y es que aquellas primeras sociedades organizadas y jerarquizadas ya propiciaron desigualdades económicas. «Cuando aparecen unidades de almacenamiento como estos hoyos o silos, hay una desigualdad social derivada de la acumulación de riqueza», revela Marcos García. Pero también las diferencias entre los hombres y las mujeres, como se deriva de un más que interesante análisis de los restos óseos. «Los análisis de dieta de los huesos que se han localizado muestran que la dentadura de las mujeres está más desgastada. Esto se debe a que tienen que consumir más cereales, mientras que la de los hombres se encuentra mejor conservada y eran más corpulentos, lo que evidencia un consumo importante de proteínas».

Dejaban la vida nómada para establecerse en primitivas habitaciones. Cultivaban la tierra y criaban animales en sus cabañas. Y ya desde entonces había ricos y pobres. Y hombres acostumbrados a comer carne frente a mujeres que tenían que lidiar únicamente con cereales.