Pasadas las diez de la mañana, Zamora podía anunciar que ya contaba con una nueva santa. La fundadora de las Siervas de San José, Bonifacia Rodríguez de Castro (1837-1905), era declarada santa por Benedicto XVI en una emotiva ceremonia de canonización, que estuvo respaldada por miles de fieles, muchos de ellos españoles, en la imponente plaza de San Pedro del Vaticano. La madre Bonifacia compartió protagonismo con los ya también santos Guido María Conforti y Luigi Guanella, fundadores de ordenes religiosas en el siglo XIX.

Así, este domingo pasará a la historia como el día que culminó un largo proceso, impulsado desde Zamora el 8 de junio de 1954. De ahí que el propio obispo de la diócesis local, Gregorio Martínez, así como Juan Luis Martín Barrios, vicario episcopal para la canonización, estuvieran entre los sacerdotes y obispos que concelebraron la eucaristía y el ceremonial de santificación.

Con el tapiz de sor Bonifacia en uno de los balcones de la portada de la Basílica desde hace días, los miles de fieles congregados acudieron a la plaza de San Pedro deseosos de escuchar el nombre de la nueva santa. «Bonifacia Rodríguez de Castro, vergine, fondatrice della congregazione delle Serve di San Giuseppe». Las palabras en italiano servían como presentación de una larga ceremonia que abría el propio Benedicto XVI con su entrada en el escenario de la liturgia.

En la parte central de la ceremonia de glorificación, el Santo Padre se refirió a la fundadora de las Siervas de San José como la religiosa que «supo aunar su seguimiento de Jesucristo con el esmerado trabajo cotidiano» y que propició la creación de una nueva orden «en medio de la humildad y sencillez evangélica». Precisamente, serían la «humildad» y el «trabajo diario» las expresiones con las que Benedicto XVI bautizó el ascenso a los altares de la religiosa nacida en Salamanca y fallecida en Zamora.

A su destierro de Salamanca, expulsada por sus propias seguidoras para recalar en Zamora se refirió también el pontífice al mencionar que sor Bonifacia «vive también la experiencia del abandono, del rechazo precisamente de sus discípulas, y en ella aprende una dimensión del seguimiento de Cristo: la cruz». De «modelo ya acabado» tildó Benedicto XVI la conducta de la religiosa, que supo «acoger el testimonio de Dios y la alegría del Espíritu Santo sin temer la contrariedad, anunciando a todos la Buena noticia del Reino de Cristo».

Pero si por algo destacó el discurso del Santo Padre fue por su referencia a la forma de trabajar de la ya santa. Benedicto XVI propuso a la madre Bonifacia como «intercesora» con el mundo laboral, modelo para «los trabajadores, sobre todo los que desempeñan los trabajos más modestos», aquellos que «en medio de su quehacer diario» podrán descubrir «la mano amiga de Dios» y así «transformar su cansancio en canto de alabanza a Dios».

Con los tres nombramientos de ayer son ya 37 los religiosos que canonizados, a los que se suma la beatificación de 600 fieles, muchos de ellos españoles. Entre los beatificados, la presencia destacada de Juan Pablo II tras la ceremonia celebrada el pasado uno de mayo.