Un grupo de alumnos del instituto Río Duero de la capital empezaron el curso unos días más tarde de lo normal. No porque tuvieran más vacaciones que el resto, sino porque se encontraban conviviendo con compañeros de instituto nada menos que en una ciudad sueca, a 2.342 kilómetros de distancia. El director del centro, Celestino Losada, explica que se trata de «un intercambio con un instituto de Suecia».

Los estudiantes zamoranos conviven en las propias casas de sus compañeros nórdicos, con las familias, lo que les da ocasión tanto de aprender el inglés como de conocer las costumbres de lugares tan alejados de nuestro país. «Llevamos varios años haciendo el intercambio. El grupo que estuvo en Suecida desde el día 8 hasta el 18 son de primero y segundo de bachillerato», apunta Losada. El objeto principal, indica el director del centro, es «aprender inglés y convivir en una cultura muy distinta de la nuestra». Los estudiantes acuden a clase en el instituto de la ciudad, de tal forma que tienen también ocasión de «apreciar un centro educativo de otra forma, las cosas buenas y malas. Hay aspectos que seguro que nos parecen mejor de lo que tenemos en España, pero en otros funcionamos mejor aquí».

Es el departamento de inglés, que dirige Teresa Sánchez de Arriba, el encargado de encauzar la actividad: «El intercambio lo hacemos con un pueblecito en Suecia llamado Mönsteras, que está a unas tres horas en tren de la capital, Estocolmo. Llevamos cinco años haciendo este intercambio, nuestros alumnos de bachillerato viajan a Suecia normalmente en septiembre, como este año, y los alumnos suecos vienen a Zamora en marzo. Normalmente el intercambio se hace con unos 20 alumnos que conviven con las familias suecas durante su estancia allí y lo hacen con las españolas cuando visitan Zamora. Durante este tiempo asisten a clase al instituto en horario normal y por las tardes se organizan actividades deportivas o lúdicas en la misma ciudad y visitas a ciudades cercanas», explica la profesora.

En el viaje de ida los estudiantes tienen tiempo para visitar las ciudades suecas más conocidas, como Copenhague o Estocolmo. Unas visitas que se pueden programar sin grandes dificultades, ya que «la localidad a la que van está en un punto intermedio entre ambas ciudades». Teresa Sánchez explica que «lo que más impresión les hace es cómo viven allí. Se trata de una pequeña localidad y la gente vive como en pequeñas granjas alrededor del pueblo. Van al instituto en bici, que les suelen dejar las familias, y las casas tienen animales domésticos».