El secretario nacional de Cáritas, Sebastián Mora, visitó ayer Zamora para dar aliento a los compañeros de la delegación local, analizar la crisis económica y reforzar los criterios de actuación para una organización que se ha convertido en el termómetro de la difícil coyuntura actual. Mora agradece los halagos a la labor de Cáritas, aunque le importa más «la cualidad» de las acciones que la «cantidad».

-Zamora no es una excepción a la realidad del país en la que Cáritas ha adoptado un papel emergente, ¿lo perciben desde dentro?

-Estamos teniendo en todo el país una presencia en cuanto a la crisis muy importante. Hemos notado dos elementos esenciales. Por un lado, hemos servido de antena, incluso antes que los estudios sociológicos, de la dureza que estaban viviendo las familias, con necesidades muy básicas, como el empleo o la socialización. También hemos estado cerca de las personas más pobres y hemos escuchado sus problemas.

-En el contexto de una realidad excepcional, el mensaje de Cáritas es muy duro. ¿Tratan de remover conciencias?

-Cuando las personas y las familias sufren tanto, un grado de crudeza en el decir es un imperativo ético. No hay que alarmar, pero tampoco dulcificar la realidad y mirarla con los ojos bien abiertos, con el corazón preparado y los pies dispuestos a hacer camino e inventar otro mundo.

-Ha defendido que el objetivo de la organización no es incrementar el volumen de recursos. ¿Le molesta o le agrada a Cáritas que cada vez sea más reconocida precisamente por eso?

-Agradecemos todas las palabras de ánimo. Sólo he dicho que en Cáritas no nos podemos medir por la cantidad de cosas que hagamos, sino por la cualidad de lo que hacemos. No estamos llamados a ser muy grandes ni muy pequeños y no es mejor Cáritas la que más hace, sino la que actúa respetando la dignidad de las personas, estando próxima a ellas generando comunidad. Eso no es cantidad, sino cualidad.

-Cuando se insiste en lo mal que lo pasan las familias, podemos caer en el error de trivializar ese dolor. ¿Puede contarnos alguna situación concreta que le haya parecido especialmente cruda?

-El sufrimiento siempre es crudo. Soy poco dado a contar hechos de este tipo, porque el simple hecho de que a una familia la desahucien es un sufrimiento abismal, ver a personas que se quedan en la calle me parece impresionante, nada hay que añadir. El sufrimiento humano es que una familia no pueda salir adelante, que se vea incapaz de atender a su hijo enfermo o que no vea un futuro.

-Dice que Cáritas ya sabía lo que venía antes que los ciudadanos se dieran cuenta. ¿Dónde está la raíz del problema?

-La raíz es de carácter ético, antropológico y de valores. Los mecanismos políticos y sociales no están al servicio de las personas, sino que éstas están al servicio de lo político. Hemos confundido los medios con los fines y asistido a la desaparición de la fuente de valores del ser humano hoy.

-En esa pérdida de valores, ¿tiene alguna responsabilidad la Iglesia?

-Seguro que todos somos responsables, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Aún así, la Iglesia ha sido valiente, lo ha visto y lo ha dicho y se ha adelantado al análisis de lo que podía suceder. Después, hemos tenido responsabilidad en no atender con más pasión para evitar las consecuencias.

-¿Es un tirón de orejas esta crisis a la pérdida de vínculos sociales en el que puede estar el origen de la actual situación?

-Más que un tirón de orejas es poner delante de los ojos que tenemos que reinventarnos, regresar a las raíces que nos humanizan. Es un signo de alarma que nos invita a crear una sociedad nueva porque la actual es inviable. Más que un tirón de orejas es preguntarnos por qué entendemos ser humano en la actualidad.

-Existe un cierto desánimo sobre la recuperación económica. ¿Cree que los ciudadanos huyen ya de lo que ha sido esta sociedad en la última década y desean otra forma de vivir y convivir?

-Esperamos que no queramos volver a lo que hemos vivido. Hubo una parte positiva, el incremento de riqueza, pero no queremos regresar a lo más negativo: las desigualdades se han incrementado, la pobreza se mantuvo, vivimos en una vida centrada en el consumo y en el hedonismo, y preferimos lo individual a lo colectivo. La Iglesia ha hablado con mucho acierto de una civilización de la austeridad, que significa consumir menos y compartir menos y, en definitiva, una economía al servicio de los ciudadanos.

-La curva de la pobreza, ¿sigue en ascenso?

-Dependerá de los pronósticos económicos y de la creación de empleo, donde no hay acuerdo. Lo que sí es cierto es que los índices de pobreza crecerán con la economía actual, ante el recorte de las políticas sociales. Es pura aritmética.

-Por lo tanto, ¿las políticas sociales deben ser intocables en cualquier futuro gobierno?

-Siempre hemos reclamado que las políticas sociales deben ser prioritarias, pero no me atrevo a hablar de intocables, algo básico para una sociedad cohesionada y justa.

-¿Por qué no se atreve a decir «intocable»?

-Porque en esta época hemos visto cómo cosas intocables se han tocado. En un ámbito sociológico todo se puede tocar, no así en un contexto ético.

-Hay personas que reconocen la labor de la organización, pero, al mismo tiempo, son críticos con dispendios de la Iglesia como el que tendrá lugar en Madrid con la organización de la Jornada Mundial de la Juventud. ¿Los dos mensajes son compatibles?

-La Iglesia que convoca la JMJ y la que promueve la caridad es la misma. Ambos espacios son cooperativos y complementarios. A veces puede ser complejo de explicar, pero la JMJ va a ser un momento de sensibilización de los jóvenes muy relevante. Sin duda, los eventos tienen un coste, pero no hay una Iglesia buena y otra mala.

-¿Qué le dice a los escépticos?

-Mire, una universidad es cara, pero se justifica en los frutos que puede dar. Mi propio encuentro aquí en Zamora, también cuesta dinero, pero habrá que valorarlo en los frutos. Al final hay que mirar el resultado que ha producido para saber si la JMJ es caro o barato. Muchas veces el precio y lo valioso no correlacionan. Hay que centrarse en lo valioso por encima del gasto, austero en todo caso.

Málaga, 1966

Licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia de Comillas, Sebastián Mora posee una larga experiencia en el campo de la acción social. Desde 1993 ha trabajado vinculado a Cáritas, primero en Madrid y luego, en el ámbito nacional con distintos cargos y responsabilidades. Mora posee una sólida formación académica en los terrenos en los que actúa, como adicciones, drogodependencias, bioética o exclusión social.

-Parece que la crisis ha incrementado la confianza en las organizaciones de carácter social, donde Cáritas ha emergido como la más importante. ¿Está de acuerdo?

-Cáritas ha ganado en confianza de la ciudadanía, pero también otras organizaciones. No queremos sacar músculo. Tenemos una presencia importante, pero también construyendo con otras asociaciones. -Los inmigrantes se han convertido en la diana de esta crisis, ¿qué opinan de determinadas actitudes en contra de los extranjeros?

-La inmigración enriquece nuestra sociedad. Más allá de esto, debemos pensar en los instrumentos como personas con su dignidad. Es curioso cómo pocos meses antes del estallido financiero, había presidentes de comunidades que decían necesitar miles de inmigrantes. En tres meses, nos dicen que se deberían ir. Así, la persona se convierte en un instrumento.