Un quejío desde lo más profundo que deja al auditorio en un silencio casi reverencial, solo roto por algún que otro «olé» del público para mostrar su admiración por este cante con más de seis siglos de vida y los entregados aplausos finales. Así es la saeta, el cante más conocido de la Semana Santa andaluza, que inundó anoche el salón de actos de Caja España en La Marina en el foro del Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA.

El grupo de saeteros de la Escuela de saetas «Señor de la Humildad» de Marchena, con su director Roberto Narváez a la cabeza, fue el encargado de acercar a la ciudad este cante tan característico de la Semana Santa andaluza, con un completo repertorio que repasó la evolución de una música que comenzó en el siglo XV con los monjes recitando en busca del arrepentimiento de los fieles y que en la actualidad se la reconoce acompañada por compases flamencos.

Marchena es una de las localidades españolas que atesora un mayor catálogo de saetas, nada menos que diez estilos diferentes. «El origen es franciscano, cuando los monjes comienzan a cantar saetas por las calles. La riqueza de Marchena radica en que en los siglos XIV, XV y XVI había muchos conventos religiosos allí, desde franciscanos a dominicos, pasando por capuchinos, jesuitas o mercedarios y Marchena asimiló todos esos cantos», reveló Roberto Narváez.

Así, en los comienzos de la saeta, esta se realizaba con música gregoriana y árabe, «nada que ver con las actuales. Primitivamente era muy de sencillez y sentimiento, pero en el siglo XX se ha profesionalizado y comercializado», indicó.

La tradición de la Semana Santa zamorana hace poco probable que este tipo de rezos se puedan escuchar en las calles de una ciudad del norte. «Quizá la saeta más primitiva sí fuera bien con la tradición zamorana, al ser con poca melodía, austera, triste y melancólica», reflexionó el director.

Sin embargo, en Andalucía la saeta es todo un ceremonial. «Desde el día de Reyes estamos preparándonos, practicando y cantando muchas veces para evitar desafinos», explicó el director del grupo. Todos los ensayos se realizan delante de las imágenes expuestas en la capilla de la escuela, que después saldrán por las calles durante los días de Pasión. «Las saetas se dirigen a estas imágenes, no al público», recalcó.

Y es que Marchena cuenta con una gran imaginería, obra de autores como Juan Martínez Montañés, Alonso Cano o Jerónimo Hernández. Por algo fue declarada de Interés Turístico Nacional de Andalucía, con siete hermandades de penitencia.

Además de buena voz, la característica principal de un buen saetero o saetera radica en su sensibilidad. «Tiene que tener sentimiento y amor por la saeta. Es una persona que se entrega y canta a capella, que se lanza por las emociones. Además, como propugnamos desde la escuela, se tiene que hacer por devoción, no con motivos comerciales», enumeró Roberto Narváez.

Y a ello se dedica la escuela de Marchena, a difundir la riqueza de la saeta por todo el país. «Para nosotros en como una oración y nos gusta divulgar este arte fuera de Andalucía», añadió.

Por martinete, toná, seguidillas o carceleras. Las saetas de la última escuela, con el acento flamenco, fueron las últimas que escuchó el público de Zamora, que, por unas horas, fueron transportados a la emotiva Semana Santa de Marchena.