La actriz Luisa Martín retorna hoy al Principal con la obra «El tiempo y los Conway», con dirección y escenografía de Juan Carlos Pérez de la Fuente.

-Usted no proviene de una saga de actores.

-No, pero cuando tenía cuatro años mi padre escribió en una fotografía: «Para mi hija María Luisa, tienes madera de actriz, pero no sé si esto será bueno para ti». En mi caso el dedicarme a la interpretación es totalmente vocacional. Cuando tenía 17 años mi padre me llevó a la Escuela de Arte Dramático a inscribirme en las pruebas de ingreso. Fue una época maravillosa porque sentí que estaba en mi lugar. Mi formación fue dura con Ángel Gutiérrez como maestro, y fue una época de aprender y sufrir mucho porque no entendía. Los secretos de la interpretación cuando eres joven no se acaban de comprender. Cuando estudias vas descubriendo las claves de tu propio cuerpo y de tus propias emociones, fundamentales en la interpretación, de ahí que crea que es bueno formarse. No obstante, también se puede ser muy buen actor sin haber ido a una escuela.

-¿Cómo lleva por el camino de la interpretación Juan Carlos Pérez de la Fuente, director de «El tiempo y los Conway», obra que representa hoy en el Principal?

-Para mí es un orfebre. Estoy muy contenta y satisfecha con el trabajo que ha hecho en esta obra. Ha hecho un montaje sumamente elegante y preciso. Ha creado un mecanismo de relojería porque ha analizado las consecuencias de cada palabra, de cada expresión en cada personaje y en todos los demás. Es un hombre que trabaja de manera muy exigente y es muy autoexigente. Nos conocíamos porque estuvimos a punto de trabajar juntos en una ocasión, nos hemos encontrado ahora y ha sido una sorpresa muy agradable, puesto que nos hemos entendido muy bien y tenemos un lenguaje muy parecido dentro del teatro.

-El reparto lo constituyen diez actores y usted es uno de los rostros más populares. ¿El espectador espera más de usted sobre la escena?

-Supongo que sí, pero a mí me da igual. No se puede trabajar con esa presión. Tengo un altísimo sentido de la responsabilidad y siempre me dejo la piel en el escenario como si fuera la última función de mi vida. Desde mi punto de vista tiene el mismo derecho de verme al 100 por 100 el público de Zamora que el de la primera función o el de la tercera, lo que desgasta mucho, pero también forma parte de mi profesión. Poder vivir de mi trabajo es un privilegio y tengo que hacerlo siempre a tope. El público de Zamora es muy castellano, es un público muy respetuoso, muy sincero y sobrio. Su aplauso, cuando le ha gustado la obra, es mucho más sonoro y contundente, es muy impresionarte.

-Durante mucho tiempo dio vida a Juani en «Médico de familia».

-Fue un papel que me hizo muy feliz durante un tiempo. Los papeles son páginas que pasan y está pasando porque la serie todavía la emiten. Estoy muy orgullosa porque hay gente que aún me para por la calle para decirme que la ven o que sus hijos la siguen.

-En su extensa carrera ha encarnado papeles de mucha carga dramática como en «El caso Wannikhof» o en la obra «El verdugo», ¿alguno le ha marcado?

-Todos te marcan. Siempre hay algo que tú les das a ellos y algo que ellos te dejan a ti. El periodo de preparación en teatro y los primeros capítulos en televisión resultan cruciales, ya que reflexionas mucho sobre el personaje y sus circunstancias. Lo maravilloso de esta profesión es que te va dejando un poso magnífico. Te conviertes en un adulto mucho antes que los demás porque los papeles te van enseñando muchas cosas que tú todavía en tu vida no has pasado y al mismo tiempo también te mantienes como un niño porque de lo que se trata es de jugar.

-En los últimos años ha combinado tanto la televisión, como el teatro y el cine.

-Estuve mucho tiempo sin hacer teatro mientras que trabajaba «Médico de familia», pero desde ese momento he hecho compatible los tres porque no me gusta quedarme sin trabajo. Si es un par de meses sin hacer nada no es preocupante, pero realmente atravesamos una situación preocupante. El IRPF de los actores, los toreros y profesiones tan irregulares debería de modificarse. Un año tienes suerte y tienes trabajo, pero al año siguiente a veces estás en el dique seco y eso no se tiene en cuenta. En algún momento los gobiernos se lo han planteado modificar, pero ahora no lo harán, ya que la gente cree que siempre estamos subvencionados. En mi caso llevo más de 30 años trabajando y jamás he cobrado el paro, y no será por no haberlo necesitado en algún momento. Esta profesión me ha reportado mucha felicidad y también una inestabilidad que ahora por la crisis mis amigos ajenos a ella la entienden mucho mejor.

-En breve se estrena la segunda temporada de la serie «Gran Reserva», en la que trabaja. En televisión el mantenimiento en la parrilla lo condicionan las audiencias. ¿Cómo lo vive una intérprete?

-No es tan duro esperar la hora de conocer el dato, lo complicado es que te llamen un día y que te digan que la serie se acaba. Es muy duro que de un día a otro un equipo de más de 80 personas se quede en la calle sin esperarlo, con una familia y una hipoteca.

-¿En la taquilla se percibe la crisis actual?

-Sí, pero, sobre todo, en las contrataciones de los ayuntamientos. Los que hemos tenidos compañía hemos denunciado que pagaban con mucho retraso y ahora es peor porque ahora ni hay ni dinero y si antes contrataban dos funciones, ahora, como mucho, una.

-Esta situación ¿conllevará que el sector se reinvente?

-Ya se está reinventado por pura necesidad, lo que, por un lado, no me parece mal, debido a que es una manera de obtener nuevas ideas, pero no significa que no sea doloroso. Me molesta que si algo hay que suprimir, siempre sea la cultura.

-Desde su punto de vista, ¿hacia dónde tiende el teatro?

-Hacia formatos más pequeños. Obras con menos personajes, más intensidad y menos decorados. Montajes más sencillos que abaraten costes porque las compañías no se sostienen. En esta profesión para hacerlo bien te tiene que salir del alma y mi director ha sentido la necesidad de poner en escena un montaje con muchos actores en escena en plena crisis. Como productora que he sido admiro el esfuerzo que hace y que se nota sobre el escenario.

-Actriz, productora... ¿qué tarea le resta por desempeñar?

-He hecho de todo, menos dirigir de manera profesional teatro (risas). Todavía no he sentido la necesidad de tomar las riendas de un espectáculo, aunque me gusta ponerme al frente con los actores. Es una labor que me da mucho respeto porque es muy difícil y aunque haya tenido grandes maestros es una gran responsabilidad.

Madrid, 1960

Actriz vocacional que comenzó a trabajar en televisión en 1990. Encarnó a Juani en «Médico de familia» durante muchos años, aunque su paso por la obra «El verdugo» o por la serie «Desaparecida», le han reportado el reconocimiento de sus compañeros. Mujer comprometida con su tiempo, colabora con Médicos Sin Fronteras, con los institutos FAY para la estimulación cerebral, es patrona de la Fundación Irene Mejías contra la meningitis y la asepsis y forma parte de la Plataforma de Mujeres Artista.