«¿En qué nos estamos equivocando con los menores?» La pregunta que lanzó ayer el prestigiado magistrado del Juzgado de Menores de Granada, Emilio Calatayud, tiene una respuesta básica: Es necesario determinar qué es un menor y qué puede o no puede hacer. Que los partidos políticos, dijo, consensuen un pacto por el menor y resuelvan las múltiples contradicciones que rodean el tratamiento social y judicial de niños y adolescentes.

-Reclama usted un pacto por el menor, ¿Qué debería contener?

-Vamos a ponernos de acuerdo, con intereses sociales y no políticos, sobre qué es un menor, qué puede hacer, que no debe hacer; si la escolaridad es obligatoria, qué alternativas puede haber al fracaso escolar... Para evitar esas normas contradictorias respecto de qué puede o no hacer un menor según su edad, los partidos políticos deberían llegar a un consenso y no utilizar políticamente esta cuestión. Es una contradicción que una cría de 12 años pueda comprar la píldora del día después pero que no pueda mantener relaciones sexuales; que una de 16 años pueda abortar, pero para ir a declarar ante el juez necesite ser acompañada por un adulto.

-La sociedad está bastante despistada sobre cómo se debe tratar a un menor, desde los padres a los profesores.

-Es que nos están despistando todos los días: A los padres les están quitando autoridad y les exigen responsabilidad; los padres están desautorizando a los profesores y la legislación también. Nos ha dado miedo hablar del principio de autoridad, fundamental en un Estado democrático y de derecho. Tenemos esos complejos de joven democracia. No es que estemos despistados, es que nos despistan, es como al quitar el cero, que es consustancial al alumno; igual que las chuletas, es un pugna entre el profesor y el alumno.

-¿Nos estamos quedando sin normas?

- Nos estamos quedando sin ideas.Yo recuperaría el cero, la tarima; le daría autoridad a los padres, la posibilidad de correguir razonable y moderadamente. Educar es interferir y hay que hacerlo: Si enderezas un arbol jovencillo, te sale recto, sino sale un poco gótico.

-Los padres de los actuales menores son los que eran adolescentes y niños entre los años 60 y 70, ¿qué les ha pasado a éstos que vivieron en los albores de la libertad para no saber muy bien cómo conducir a sus hijos?

-Los de la generación de mi hijo, que ya tiene 25 años, yo creo que serán padres con más sentido común. Nosotros, los padres que fuimos niños o adolescentes en la transición, hemos tenido esos complejos absurdos de «pobrecitos, que no pasen lo mismo que nosotros, que lo tengan todo...». Yo no he mamado la democracia y eso se plasma, y la persona de mi generación que lo diga, pues miente, porque yo tenía 18 años cuando murió Franco. Mi hijo sí y eso tiene sus ventajas. Nosotros tenemos ciertos déficits y hemos pagado las consecuencias del extremo del péndulo. La generación de mi hijo está más equilibrada ya.

-El maltrato de hijos a padres es uno de los graves problemas que enfrentan los juzgados de Menores, ¿qué hay detrás de ese comportamiento del niño?

-El padre colega, el niño que lo tiene todo, al que no le ponen límites y que empieza a gobernar la casa desde que tiene dos años.

-¿Habría que reeducar a los padres?

-Sí, a muchos, y responsabilizarlos y concienciarlos. Hoy se pide formación para todo menos para ser padre. Y habría que reeducar a los padres y que educar a muchos hijos. Aunque parezca un facha, que seguro que lo dicen, ahora, con el tiempo, yo que he sido antimilitarista, pondría obligatorio los tres meses de campamento para los niños y para las niñas.

-En otras condiciones diferentes a las de entonces, ¿no?

-¡Qué condiciones!: Izquierda-derecha, izquierda-derecha... a los niños y las niñas, los tres meses de campamento, no la mili.

-¿Para aprender qué?

-Disciplina, compañerismo, solidaridad, humildad, muchas cosas. Y yo soy antimilitar, ¿eh?, pero con el tiempo, esos tres meses y pico de campamento los recuperaría y creo que lo respaldarían muchos, lo que ocurre es que no lo dicen.

-Cuando se encuentra con un menor que ha delinquido, ¿qué es lo primero que analiza?

- Gracias a Dios no soy yo, no es el juez, sino un equipo de muchos profesionales que te asesoran y el fiscal, es toda una maquinaria que funciona y si está bien coordinada hace una gran labor. En ocasiones, ves que muchos son víctimas; en otras, que es el «cherif» de la casa o un chulo.

-Pero sí es verdad que usted sobresale por esas sentencias tan originales, tan educativas.

-Se dictan habitualmente, lo que ocurre es que yo fui de la primera promoción de jueces de Menores y la mayoría ha abandonado ya porque desean ascender, es normal, lo que no lo es que un juez, como yo, tras 31 años como tal continúe en Menores. Quizás por ello he hablado y parece que soy el único. Pero hay muchos compañeros que hacen este tipo de resoluciones, que no las he inventado yo, lo establece la Ley, ocurre que parece que soy el único juez de Menores porque soy un producto más de los medios de comunicación.

Ciudad Real (1957)

En 1988, tras diecinueve años como juez, se incorporó al Juzgado de Menores de Granada, desde el que ha logrado polemizar y ejemplarizar con sus innovadoras y singulares sentencias, aunque se empeñe en afirmar que son habituales. Así, por ejemplo, consiguió que un niño analfabeto, condenado por él a sacar el graduado escolar tras delinquir, llegara a estudiar un módulo de FP y a ser un empresario autónomo; o que otro sea el ilustrador de sus libros y dibujante de éxito, tras castigarle a escribir un tebeo para relatar porqué terminó en el Juzgado.

-¿Cómo convencer a la sociedad de que linchar en la plaza pública a un menor que ha cometido un homicidio no es una solución?

-Mucha culpa de esa reacción la tienen los medios de comunicación, a los que les gusta ejercer la justicia paralela y el linchamiento público. Es necesaria mucha educación, formación y ética en los medios porque hoy día crean opinión e incluso provocan que se modifiquen leyes, el legislador, muchas veces, legisla a golpe de prensa. Introduciría una asignatura de ética profesional, un poco de conciencia social y, desde luego, les daría información sobre el daño que pueden hacer, sobre todo, a los menores.

-¿Con qué se quedaría de estos años como juez de Menores?

-He encontrado mi sitio y lo que más me gusta en este mundo es ser juez de Menores, no lo cambio.

-¿Tiene «feeling» con los menores?

-He caído bien, me caen bien y creo que es mi sitio, el adecuado para prestar un buen servicio a la sociedad. Ya estoy deformado; tengo otras virtudes pero quizás jurídicamente me he ido anquilosando. Ahora sería incapaz de llevar un Juzgado Contencioso, precisaría al menos un año de reciclaje.

-Cuando le ven, ¿se derrumban ante de usted?

-El menor no suele mentir, pocos lo hacen, suele decir la verdad.

-Un 10% de esos niños que llegan al juzgado son potenciales delincuentes porque no les queda más remedio, ha dicho. ¿Hay esperanza entonces?

-Sí, el 90% sale hacia delante y un 10% son carne de cañón, pero como toda la vida. Ahora, hay chorizos que lo tienen muy complicado porque todavía existe mucha injusticia social, hay esa laguna social que genera marginación. Pero la sociedad es buena, los chavales también y vamos mejorando. Y es culpa de la sociedad y del sistema. Muchas veces te da pena. Cuando yo entré en Menores calculé que un 90% del perfil del delincuente sería fracaso y ahora mismo no es así, todo lo contrario, tenemos un 80% de éxito, ha mejorado mucho, pero hay que seguir trabajando, concienciando y sensibilizando.

-Hombre, y porque la mayoría parece que condenan a una libertad vigilada, les envían a centros de reclusión y punto pelota.

-¡Oye, que yo también encierro!, Y duermo igual si le meto a un chaval cinco años de reclusión que si le condeno a aprender a leer y escribir.Y quizás soy el que he dictado sentencias más duras porque soy el que más tiempo lleva y he juzgado muchos homicidios. Pero, insisto, soy un producto más de los medios de comunicación y parece que el único juez que hay aquí. Pero hay muchos y se hace una gran labor, lo que ocurre es que nos da miedo hablar ante los medios por aquello de que lo hacemos sólo a través de sentencias.

-En esta trayectoria de 22 años como juez de Menores, ¿qué ha aprendido de esos niños que han pasado por su despacho?

-Muchas cosas, sobre todo, que hay chavales que cometen delitos y no son delincuentes; que detrás de un delincuente siempre hay una historia; y que puedo ser en cualquier momento el padre del autor del delito.

-¿Qué hay detrás de esos niños que sin ser delincuentes potenciales, acaban en el Juzgado?

-¿Es que tú no has cometido un delito en tu vida?, ¿una faltilla de hurto, ni nada de eso?, ¿no faltabas a misa los domingos?, pocos, pero alguno habrás cometido... ¡No me puedo creer que no hayas quitado nada, ni hayas estafado nada, ni hayas mangado nada, ni mentido! ¡Si es que parece que aquí nadie ha hecho nunca ná! Ocurre que se ha judicializado todo: Antes tu decías a un chaval «eres un hijoputa», se quedaba con el insulto, te peleabas y tal. Ahora: injuria, ¡pum, al Juzgado! Una lesión antes se arreglaba, ahora, al hospital: Juzgado. Ves la televisión: «lo pongo en manos de mi abogado», ¡parece que todos se acuestan con su abogado!, que ya es parte de la familia. Hay mucha gente que se ve en manos de la justicia, pero que no es un delincuente.

-El incremento de infracciones entre menores, ¿a qué se debe?

-Se ha judicializado todo. Hay conductas delictivas, pero hay muchos problemas que deberían solucionarse con la mediación, en el colegio, con los padres si se implican.

-Ha dicho que como mucho, admitiría que se elevase la pena de reclusión para menores a diez años en caso de asesinato.

-No, no, en caso de que confluyan varios hechos. Ahora, por ejemplo , si coinciden varios, son seis años para chavales de 14 a 16 años, ¿elevarlo porque se quiera acallar a la sociedad?, pues quizás a diez años, pero no más.

-Elevar la pena no equivale a corregir la conducta, ¿no?

-Mira en Estados Unidos tienen pena de muerte y no acaba la delincuencia. Si no es un problema de endurecer las penas, sino de educación, de políticas sociales, de formación. Ahora, que quieres justificarte con la sociedad por elevar el tiempo de internamiento de seis a diez años, bueno, es un problema del legislador. Yo por eso no soy legislador. -¿Legalizaría la droga?

-Hace años te diría «no», ahora no lo sé. Gracias a Dios no me corresponde esa responsabilidad, cada uno que aguante su vela, los políticos, que para eso legislan y para eso les pagamos, que decidan. No es mi competencia ni mi responsabilidad.

-¿Qué requiere un buen juez?

-Sentido común, como para todo en la vida, ser una persona honrada y trabajo.

-Y vivir un poco más en contacto con la sociedad; a veces parecen estar un poco aislados.

-Eso es un mito, somos personas normales y corrientes. Quizás uno de los fallos del Consejo General del Poder Judicial es no haber sabido transmitir que España tiene muy buenos y grandes jueces, que trabajan una barbaridad y tienen los pies en el suelo. Ponemos gran cantidad de sentencias, solucionamos problemas, y nos equivocamos, como todos.

-No es la imagen que tienen.

- Es el momento de que la gente crea en sus jueces, no estamos subidos a la parra, ni somos corporativistas. Trabajamos mucho a pesar de la carencia de medios que tenemos y de los políticos que tenemos, y lo hacemos con gran independencia. Dictamos muchas resoluciones al día en las que no nos equivocamos; a veces sí y ya se encargan los medios de decirlo, porque vende más la noticia de que «un niño muerde al perro» que «un perro muerde a un niño».