Si hace un año le hubieran dicho a Alberto Mayo Prieto que iba a irse a vivir a Erbil, seguramente no habría dado crédito y, acto seguido, tendría que haber consultado un mapa para saber exactamente dónde se suponía que estaba su futuro hogar.

Este zamorano, de 36 años, lleva desde septiembre en Erbil, la capital del Kurdistán, por motivos de trabajo. «Todo fue muy rápido. Debido a mis inquietudes pasé de tomar un café con el presidente de la compañía en la que estoy a coger un avión», confiesa.

Alberto trabaja desde hace años para una empresa que se dedica al alquiler de maquinaria y que tiene delegaciones en Portugal, Polonia, Bulgaria, Rumanía, Arabia Saudí o Marruecos. También está presente al otro lado del Atlántico, en Méjico, Brasil, Perú, Panamá y Chile. Así que las posibilidades de realizar diferentes trayectos por motivos de trabajo son múltiples. «Había viajado mucho por el centro de Europa, pero nunca había vivido fuera», explica este zamoranos.

El pasado año hizo las maletas y se fue a vivir a la que es la tercera ciudad más grande de Iraq, con un nuevo proyecto laboral bajo el brazo. «Trabajo como "country manager" para el alquiler de equipos en diferentes actividades, desde construcción hasta industria o petróleo», enumera.

En principio, la estancia de este zamorano en el Kurdistán es de un año, «pero no descarto quedarme aquí por más tiempo», avisa, «porque el proyecto que tengo entre manos es apasionante, además de ambicioso, tanto personal como profesionalmente hablando», puntualiza.

Vivir en una región que se reparte entre Armenia, Turquía, Iraq, Irán y Siria es complicado. «Existe un cierto grado de inseguridad y muchas personas van armadas por la calle, pero las gentes son muy amables y el gobierno tiene todo bastante controlado», tranquiliza.

Con estas circunstancias, es lógico que la familia de Alberto Mayo se tomara «con reservas» su decisión de acceder a desarrollar este proyecto en Erbil. «Eso sí, una vez aquí, me apoyan mucho, tanto mis padres como mi hermano y mi pareja», asegura. Las nuevas tecnologías, además, son esenciales a la hora de estar «conectado» con todos ellos. «Me dan muchos ánimos y espero que alguno se anime pronto a hacerme una visita», invita este zamorano.

Aun así, tiene claro que lo que más echa de menos son sus dos hijos, Daniel y Raúl. «Es la parte más dura de estar tan lejos, pero ellos saben los motivos y lo entienden. Y eso es algo que ayuda mucho para aguantar aquí», reconoce.

De hecho, intenta visitar su pueblo, Justel, cada tres meses, para aprovechar a estar cerca de los suyos «y poder jugar mis partidas de mus y hacer meriendas en Velilla con toda la gente que quiero», indica. La última vez que estuvo en tierras zamoranas fue estas pasadas navidades.

Y es que jugar una buena partida de mus, una de sus grandes aficiones, es harto complicado en Erbil cuando apenas hay españoles. «Socialmente, hablas con muchos extranjeros de diferentes nacionalidades. Desde americanos hasta libaneses o húngaros. También hay algunos hispanoparlantes, pero ningún español», lamenta.

Con esta mezcla de nacionalidades, «el idioma es un pequeño problema», que este zamorano resuelve a través del inglés, lengua casi universal. «Aquí un alto porcentaje de la población habla inglés y eso soluciona prácticamente todo», explica. Esta experiencia le hace reflexionar en que «en el apartado de idiomas, los españoles tenemos mucho que aprender y se debería de empezar por hacer algo en los colegios».

Además del idioma, la cultura en el Kurdistán también es muy diferente. Lo más chocante para Alberto es «la dedicación diaria a la religión y el trato a la mujer, que es muy distinto al nuestro», apunta.

Habituado ya al día a día de la vida en Erbil, este zamorano define el lugar como «un país de contrastes. Puedes ver desde los sistemas de transportes más rudimentarios y unas infraestructuras en muy malas condiciones, hasta coches deportivos de más de 180.000 dólares circulando por las calles; desde mercados con productos insólitos hasta centros comerciales que nada tienen que envidiar a los de Europa».

Satisfecho con esta nueva etapa en su carrera, asegura que su objetivo final es «dejar un granito de arena de Zamora en este país».