«La impresión que se tiene es de un tremendo respeto a lo que aquí pasó, así como una sensación de pena y vacío tremenda». Así resumía la cooperante Silvia Montalvo Robles el sentir general de Haití en el primer aniversario del terremoto que asoló el país, aquel fatídico 12 de enero de 2010. La zamorana, que está trabajando en Puerto Príncipe con la ONG «Médicos del Mundo España», relata que ayer, a primera hora de la mañana, el silencio era el protagonista en la capital. «No se oye nada en la calle, no hay transporte público, los negocios no abren, la población no circula. Sólo se oyen las canciones religiosas y el pueblo haitiano se recoge en sus iglesias y lugares de culto para compartir con quienes ellos más quieren este mal recuerdo que le dejó la tierra», relataba.

Silvia no dudó ni un momento en unirse a la triste celebración, junto a la comunidad del barrio en el que actúa con el resto de sus compañeros de misión. «Para mí es realmente tan importante apoyarles con nuestro trabajo, como apoyarles en un día como hoy, donde se respira tanto dolor». La gran mayoría de los actos que se organizaron con motivo del aniversario fueron de carácter religioso. «Allí se llora, se canta y se comparte un dolor que fue común a toda la población», explicaba.

Doce meses después de la catástrofe, la epidemia de cólera es uno de los problemas más importantes, aparte de los más de 800.000 desplazados, la mayoría de ellos niños, repartidos en más de mil campos de refugiados por todo el país, según los datos que maneja Naciones Unidas. «Estamos hablando de una epidemia que se ha propagado a los diez departamentos de Haití, en un país donde el acceso al agua potable y al saneamiento es muy limitado, con lo que se dan todas las condiciones para que la enfermedad siga avanzando», alerta.

De lo que no tiene duda esta zamorana es de que Haití es un pueblo fuerte. «Tiene una capacidad de recuperación impresionante, se demostró después del terremoto y se demuestra ahora. Es verdad que la población está cansada y sigue viviendo debajo de plásticos en tiendas de campaña, pero la actitud del haitiano es positiva. Siguen levantándose y apostando por ellos mismos. Es admirable», asegura.

Y si fuertes son los que han sufrido esta catástrofe, no lo son menos los voluntarios que llevan meses trabajando en el terreno. «Las jornadas laborales son realmente intensas, pero Haití es un país muy especial y los equipos tenemos una motivación increíble para trabajar, soportando condiciones de vida y trabajo duras, pero satisfechos, porque es una misión muy especial», reconoce.

La cooperante sólo tiene palabras de agradecimiento a la sociedad civil «porque es la que ha hecho posible que se desplieguen recursos y equipos rápido, de forma eficiente. Y nos permite seguir aquí e ir mejorando cosas día a día» y aprovecha para seguir pidiendo esta colaboración «porque hay mucho trabajo por hacer todavía y durante muchos años aún».