El enrejado de la capilla de San Bernardo exhibe un cartel que indica que la imagen que alberga, el Cristo de las Injurias, está siendo sometida a un proceso de restauración. En esta tarea trabaja la zamorana Patricia Ganado gracias al encargo efectuado por el Centro de Conservación de Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León, tras haber solicitado la Real Cofradía del Cristo de las Injurias la restauración de su talla titular a la Junta Pro Semana Santa de Zamora.

Previamente al inicio del proceso, la experta realizó, por encargo de la Hermandad del Silencio, un estudio de conservación de la imagen. En aquel entonces la restauradora analizó, entre otros aspectos, el estado del soporte de la cruz, la capa de preparación del color donde se localizan varias grietas, «todas debidas a que la talla está realizada en tres bloques de madera posteriormente ensamblados y al no coincidir las direcciones de la madera, ésta crece hacia distintos sitios», concreta la restauradora. Sus conclusiones las presentó en un informe que remitió a la Real Cofradía y que llegó a Simancas, por lo que desde el centro de conservación contactaron con ella para encargarle la mejora de la pieza.

A mediados de noviembre, integrantes de la Cofradía descendieron el Cristo para que la experta comenzara el acondicionamiento en la capilla para evitar traslados o cambios de temperatura que pudieran perjudicar a la pieza.

La tarea de puesta a punto arrancó con una pormenorizada documentación gráfica de la imagen para, a continuación, realizar diversos análisis de la policromía en puntos como la encarnadura, la sangre, del paño de pureza o la corona. «Estos exámenes indican qué pigmentos contienen» y también «posibilita averiguar qué productos utilizaron en la restauración de hace 20 años y saber con qué elementos los puedo eliminar», precisa la experta Patricia Ganado, quien ya restauró la Santa Cruz, La Agonía o el Cristo del Amparo.

Tras el análisis, se efectuó la limpieza en la que se elimina la capa de protección, integrada por polvo y barnices que «usualmente se oxidan y ennegrecen» y «con el tiempo y la acción de la luz adquieren un tono amarillento», describe la zamorana que con un algodón ligeramente humedecido iba adecentando poco a poco el cuerpo del Cristo del Silencio.

El paño de pureza, al ser tela encolada y ser más sensible a la lluvia y a los cambios de temperatura, recibe otro tratamiento y el nudo, al ser el punto con menor sujeción, «será reforzado mediante una especie de pequeñas tiras de un material reversible». Tras la limpieza en el busto de la figura se aprecian pequeños pelos desde el ombligo hasta el pecho que antes únicamente podía ver quien se encontraba muy cerca.

Una vez concluida totalmente la limpieza, la restauradora ha comenzado con el sellado de las grietas con resina, la reposición de las espinas y de la capa existente entre la madera y la policromía de cara a efectuar los retoques necesarios con un producto reversible y concluir la mejora con un barnizado de la talla.

Desde la directiva de la Real Cofradía, su presidente, Rufo Martínez, asegura que «cumplimos con una de nuestras obligaciones que es velar por la conservación del patrimonio vinculado» a la Hermandad. El máximo responsable del Silencio indica que «el Cristo, tras su restauración, debe de proseguir en la capilla en donde se encuentra».

La restauración supera el 60% de su ejecución, por lo que el Cristo de las Injurias estará a punto para que en la tarde del Miércoles Santo exhiba la belleza de su policromía primigenia en la plaza de la Catedral y posteriormente por las calles de la ciudad.

Gran suciedad

La zona de la cabeza es aquella donde la restauradora ha encontrado una mayor suciedad de la inicialmente prevista, debido, quizá, a las obras de restauración efectuadas en la Catedral.

Proceso arduo de limpieza

Los pies son uno de los puntos más sucios de la imagen del Cristo, puesto que están a la altura de los fieles que, en muchas ocasiones, se acercan a tocarlos. En la imagen se observa la diferencia entre las extremidades antes y después de la supresión del polvo y los barnices.

Los moratones más visibles en el torso

La supresión del polvo y de los barnices ha permitido sacar a la luz la riqueza de la policromía original del Cristo. Así «los moratones se aprecian más amarillentos y se observa una pincelada mucho más sutil», comenta la restauradora Patricia Ganado.

Reposición de varias espinas

En el estudio previo a la restauración se localizó la ausencia de varias espinas que, concluida la limpieza, han sido reintegradas a la imagen del Cristo, propiedad del Cabildo Catedralicio.