Ni ocho meses ni tres años de prisión. Esta tercera vez el reincidente en agresiones sexuales se enfrenta a entre 13 y 14 años de cárcel porque «el delito más grave para una mujer, tras el de quitarle la vida, es la violación». Esta afirmación incontestable para el fiscal le sirvió para cimentar la petición de la máxima pena para Javier S.M., casado y con dos hijos, al estimar probado que violó a una joven estudiante de 20 años a la que abordó de madrugada, en enero de 2007, en el puente de Hierro con un cuchillo que le colocó en el cuello para conducirla a orillas del río Duero, sentarla en un banco, «obligarle a masturbarle y practicarle una felación hasta eyacular dentro y fuera de la boca» de la víctima. El ADN del procesado, incluido en el Registro Nacional tras su condena en noviembre de 2008 por exigir con un cuchillo a una joven que le masturbara, fue la prueba irrefutable que permitió su identificación tras analizar los restos de semen en las ropas de la estudiante, que con posterioridad le reconoció en una fotografía en la Comisaría de Zamora.

Frente a la petición de absolución del abogado del procesado -condenado en dos ocasiones anteriores por agresión sexual- o de tres años de prisión si los magistrados desestiman que actuara bajo los efectos del alcohol y drogas, el fiscal fue contundente en su acusación: «Se trata de una violación porque hubo penetración bucal, con la agravante del uso de un arma, un cuchillo colocado en el cuello de la joven en todo instante», con lo que la víctima estuvo «absolutamente coaccionada y amenazada».

El Ministerio Público, única acusación personada en la causa, insistió en su alegato en que el hombre, de 37 años de edad, comete «una violación al introducir su pene en la boca de la joven», como recoge el Código Penal, «y además», apostilló, con el uso de «un arma que puede causar la muerte. Estamos, pues, ante una pena de entre 12 y 15 años de prisión». Una pena que únicamente podría oscilar entre los 12 y 13 años y medio de cárcel si, como pretende el abogado de la defensa, se le aplica la atenuante de consumo de alcohol y drogas momentos antes de producirse la agresión sexual. La acusación pública negó cualquier posibilidad, en base a los informes de los médicos forenses, de que el consumo simultáneo por parte del imputado de alcohol («unas nueve copas», dijo ayer en el juicio), cocaína y keratina hubiera anulado su capacidad cognitiva y, por tanto, anulado su responsabilidad en la comisión del delito. «La intoxicación plena no le permitiría realizar el acto sexual» e incluso le habría llevado a «entrar en coma como indicaron los forenses», subrayó el fiscal para desestimar la eximente completa o incompleta o la afectación parcial de su voluntad. Como mucho admitió «una intoxicación ligera» que no le eximiría de la condena.

El propio presidente del Tribunal, Luis Brualla, intervino durante el interrogatorio de la víctima -que testificó tras un biombo para preservar su identidad y evitar el contacto visual con el acusado- para preguntarle si el imputado, que dijo no recordar nada y pidió perdón, «presentaba un grado de excitación cuando le masturbaba», a lo que la estudiante respondió afirmativamente sin titubear.

Tal pregunta tendría su conexión con el testimonio de los dos médicos forenses que indicaron que «el consumo de alcohol abundante incrementa la libido y el deseo sexual, pero si se produce en cantidad alta no permite la erección». Si bien admitieron que la mezcla con cocaína contrarresta ese efecto, agregaron que si se consume a la vez keratina, como aseguró el procesado, el resultado es «explosivo, puede producir paradas cardíacas y respiratorias». A preguntas de la defensa, que trataba de demostrar la eximente de intoxicación, los forenses puntualizaron que el consumo de las tres sustancias a la vez debe ser «en cantidades no muy altas porque si son elevadas le incapacitaría para actuar». A esa conclusión se aferró el letrado para amparar la inocencia del imputado.

La defensa apuntó «contradicciones y hechos no suficientemente probados», como que su cliente colocara el cuchillo en el estómago de la joven para obligarla a bajar al río y no en el cuello, extremo que la estudiante no pudo concretar durante el juicio y que el abogado estima esencial para conocer «si hubo o no amenaza». Frente al relato de la víctima, recordó que el hombre «pidió incluso la castración química» y que «a pesar de que nunca negó los hechos, no reconoce la felación». Al término del juicio el acusado se mostró «arrepentido, traté de cambiar mi vida antes de entrar en la cárcel», donde se encuentra de forma preventiva.