Los meses de septiembre y enero tienen cada vez más cosas en común: el síndrome posvacacional, los kilos de más por las abundantes comidas y los nuevos propósitos de estudiantes y trabajadores. Entre las metas a superar está la de apuntarse al gimnasio, aunque el verdadero objetivo no es pagar el primer mes, sino acudir con regularidad.

Por eso los gimnasios de la capital se están preparando para recibir ese aumento de demanda que «como mínimo es de un 30%», asegura José Lobato. «Septiembre es uno de los peores meses porque las familias han gastado sus ahorros en las vacaciones y el sueldo se va en la vuelta al colegio de los niños, por eso muchos esperan a octubre, donde también están más asentados en los horarios de su trabajo o de las clases», añade Lobato.

Las causas de los usuarios son muy variadas: algunos lo hacen por salud, otros por estética y también en relación con los estudios. Como acceso, para aquellos que están preparando las pruebas de profesiones como guardia civil, policía o bombero y «para desconectar de las preocupaciones», asegura Tomás Matesso, que actualmente está preparando las oposiciones para la administración central y lleva una semana haciendo pesas y bicicleta.

Los preparadores físicos aseguran que aquellos que toman la iniciativa con motivaciones estéticas a menudo son los que más pronto abandonan, porque buscan resultados en poco tiempo. Otros, por el contrario, acaban «enganchándose», como Alberto López, que acude cuatro veces a la semana desde febrero. «Al principio hice tonificación para bajar peso, pero ahora ya estoy con el programa de musculación para mantenerme en forma», dice este joven de 24 años.

El perfil de las personas que se apunta al gimnasio es muy variado: desde niños de cinco años que acuden a kárate o judo hasta mayores de 60 que trabajan en la sala de máquinas. Las representación femenina está cada vez más igualada con los hombres, siendo ellas «más disciplinadas y constantes», afirma Javier Martín.

La segunda quincena de septiembre y la primera de octubre sirven también para retomar la clientela habitual, que ha hecho el parón de las vacaciones. José Lobato especifica que «en verano, Semana Santa y Navidad se nota un descenso de gente». Estos paréntesis en el ejercicio físico son previstos por los dueños de los establecimientos, de manera que tienen tarifas mensuales, semanales y algunos incluso diarias, «para la gente que está de paso», explica Alfredo Lorenzo, dueño de un centro físico de la capital. A su vez, las ofertas por apuntarse en esta época también son habituales, así como los prepagos semestrales, para ahorrar unos cuantos euros.

Javier Martín añade que aunque «octubre sigue siendo el mes más fuerte» antes, durante la época estival, «la gente paraba durante mucho tiempo, pero los usuarios se están volviendo más constantes».

«El culto al cuerpo sigue aumentando cada año y sigue siendo una buena opción a pesar de la crisis», indica Alfredo Lorenzo, quien también explica que «la afluencia de gente depende de la actividad de cada persona: a las 8.30 horas acude mucha gente, que luego va a trabajar mientras que por la tarde vienen más los estudiantes». La hora punta es claramente entre las ocho y las nueve de la noche, momento en que los trabajadores terminan la jornada laboral. Héctor Palmero aprovecha el parón del mediodía para hacer pesas o correr en la cinta. «Me apunté porque me convenció mi hermano y ahora vengo cinco días a la semana; soy más constante».

Los expertos del sector salud aseguran que el ejercicio físico evita el malestar que genera la vuelta al trabajo, así como un buen método para aquellas personas que padecen cansancio, problemas de sueño o apatía como consecuencia de la rutina laboral.

Lo difícil empieza después del primer mes, pues el propósito no es apuntarse, sino mantenerse.