El centenario del nacimiento del poeta Miguel Hernández (1910-1942) ha sido la percha utilizada por la Biblioteca Pública del Estado para aunar a 18 jóvenes amantes de la literatura en un taller que comenzó ayer y se desarrollará hasta el próximo 10 de septiembre.

«En el primer día hemos visto cómo vivió este escritor, que hizo a lo largo de su vida y, para terminar, nos han enseñado fotos de su casa de Orihuela, que ahora han convertido en museo», explica una de las participantes, Beatriz Acebedo. Es la más joven de todos, con 11 años y se apuntó porque «me parecía un autor interesante». El mayor de los presentes, Javier Cuello, tiene 16 años y se apuntó con vistas a sus estudios: «Creo que conocerle un poco más puede ser interesante, sobre todo de cara al próximo año que haré Bachillerato y pueden destacarlo como figura relevante».

La mayoría de estos jóvenes ubican al escritor alicantino dentro de la Generación del 27 y han visto en clase alguno de sus poemas, pero casi ninguno conoce su vida y los que saben, por ejemplo, que murió en la cárcel es porque han profundizado por su cuenta en qué fue de aquella persona que tuvieron que estudiar para algún examen.

«La peripecia humana es el lado que más desconocen, pero a la vez el que más les impresiona», explica el coordinador del taller, Fernando Marcos, quien «les gusta el afán de superación que tenía, como su deseo de salir de la provincia en la que vivía, la vena de luchador, como víctima del franquismo y se ven identificados como amantes de la lectura, aunque a Miguel Hernández no le dejaron estudiar y siempre iba cargado con los libros, incluso cuando tenía que cuidar del rebaño en el monte».

Marcos considera que aunque el momento histórico en el que vivió el poeta no tiene nada que ver con la situación actual su transmisión también es beneficiosa para los jóvenes: «en primer lugar porque tienen una vida muy regalada y así la pueden comparar con las penurias de la Guerra Civil y segundo porque así realizan el ejercicio de verificar si las cosas que Miguel decía en sus textos continúan teniendo vigencia hoy en día».

Los participantes descubren al autor a través de las propias preguntas que ellos hacen y a lo largo de la lectura surgen palabras importantes y curiosas. El poema «El niño yuntero» es el pivote sobre el que desarrollar el resto de actividades, en las que se combinan lectura y escritura.

El acercamiento a la vida y obra del autor de «El rayo que no cesa» se realiza a través de los poemas que escribió, de fotos que muestren su casa o su rostro y de material audiovisual como los documentales o las películas de ficción. «Esta diversidad no es para entretener, sino para hacer las cosas más reales», matiza el organizador del taller.

Gracias a todos estos dispositivos no sólo se habla del poeta, sino también del problema social que él reflejaba en sus relatos aprendiendo a su vez a expresarse poéticamente. «Les hacemos jugar con el lenguaje y ellos también construyen sus propios versos; el día de la clausura compondrán un poema coral entre todos que podrán llevarse de recuerdo», explica Marcos. En la primera clase se les pidió unos versos una de las alumnas se animó y casi construye un poema entero. Se trata de Lara González, de 15 años, quien reconoce que de mayor le gustaría ser escritora. Del curso espera que «me enseñen las pautas que seguía Miguel Hernández para componer sus poemas, para aprender su técnica». Lara se sienta junto a dos personas conocidas: Patricia Guerreira, un año menor, es la responsable de que sus compañeros estén con ella en la actividad. «Mis padres lo vieron en el periódico y en cuanto se lo comenté a mis amigos no dudamos en apuntarnos». Raúl Madrid, de 15 años, asegura que prefiere los géneros de novela y ensayo, pero conocía al escritor tanto de clase como de leerlo en casa y quería ampliar sus conocimientos.

La música también ha ayudado a dar a conocer al autor. El mejor ejemplo es, sin duda, «Las nanas de la cebolla», escrita en sus años de prisión cuando recordaba a su familia y especialmente a su hijo se convirtió en partitura en 1972 de la mano del cantante Joan Manuel Serrat. El rapero Nach conmemoró el centenario del nacimiento del poeta con «Hoy converso con Miguel» y en los colegios zamoranos se ha hecho especial hincapié en su obra durante el pasado curso escolar.

El 90% de los participantes son chicas: ¿tienen ellas más sensibilidad para la poesía? El organizador del taller opina que no y explica que «hay muchos chicos a los que le gusta la literatura y la creación, pero les gusta más participar en este tipo de cosas. Sí es verdad que las niñas maduran antes y empiezan a tener interés por los temas sociales antes que ellos, por eso los varones que hay en el curso suelen ser mayores. También influye que las chicas suelen venir acompañadas de amigas y se generan círculos más favorables para participar».

Prueba de esto es que este taller se ha llevado a cabo en centros escolares de la capital zamorana a propuesta del instituto Germán Sánchez Ruipérez y aquí «participan por igual unos que otros, sin influir el sexo», dice Marcos.

«Miguel, el corazón que quema»

Lo fundamental es que sean conscientes de que la poesía contiene ideas, por eso les hacen componer también a ellos y luego lo comparten con el resto de compañeros. Están relajados y no les da vergüenza leer en voz alta los versos que han escrito. «Cada uno escribe lo que quiere y siempre va a estar bien porque no se trata de comparar unos con otros, sino de aprender a expresar los sentimientos de otras formas que no sea sólo la prosa; así tienen que pensar más», detalla el organizador.

Entre las cosas que más les ha llamado la atención está la verificación de si la mujer de Miguel Hernández sólo comía pan y cebolla, porque el nivel de vida ha cambiado, pero aún quedan muchos jóvenes a los que de mayor les gustaría ser escritores.

El coordinador del taller dice que descubrio al poeta «cuando tenía la edad de estos chavales» y se convirtió en un fiel seguidor. El título del curso, «Miguel, el corazón que quema», hace alusión a unos versos del escritor incluidos en el poema «Hijo de la luz y de la sombra» en el que habla de un corazón vivo que deja huella y nunca se apaga.