En verano, el calor aprieta y no hay quien salga de casa antes de las siete u ocho de la tarde. Entonces, ¿cómo ver Zamora sin correr el riesgo de sufrir una insolación?

El programa «Noches del Duero» es la opción que han elegido 460 visitantes para recorrer distintas calles y monumentos de la capital, según datos de la Oficina Municipal de Turismo. «Los usuarios de esta actividad están encantados con el horario, porque ya no hace calor y se puede disfrutar de una iluminación espectacular», explica Estrella Torrecillas, una de las principales guías que dirige estas visitas.

Es el primer año que se ponen este tipo de rutas en horario nocturno y desde la organización consideran que ha sido todo un éxito. Como muestra, de los 31 días que tiene el mes de agosto han salidos grupos en 25 noches de las noches.

La idea procede del año pasado, cuando las dependencias del Castillo fueron reformadas y el Museo de Baltasar Lobo trasladado al interior del recinto. Las visitas en verano de 2009 fueron gratutitas, para apreciar las mejoras de la construcción creada por orden del rey Fernando I y potenciar la apreciación a las esculturas del artista de Cerecinos.

La diferencia de este verano es que el horario es más tarde de lo habitual. La ruta comienza a las 22.00 horas en la puerta de acceso a los jardines del Castillo. La primera parada sirve para que los visitantes empiecen a conocer las entrañas del Castillo y su organización, cómo estaba dispuesto para resistir los ataques de los enemigos. Observan con detenimiento la barbacana, el muro defensivo del Castillo, se ven transportados al siglo XVIII, cuando conocen los ventanucos donde se colocaban los artilleros y se sorprenden al conocer que por donde ellos están pisando se han encontrado cadáveres, ajuares e incluso dos cabañas de arcilla de la Edad de Hierro.

Recorren así la fortaleza por dentro y por fuera, disfrutando del césped y de las distintas esculturas que proyectan sombras sólo posibles a la luz de la luna.

Al subir a la muralla los ojos de la gente sólo pueden fijarse en un punto de la ciudad: la cúpula de la catedral iluminada. «Sin duda, esta es una de las cosas que más gusta a los visitantes, porque las vistas no son iguales que desde la plaza y porque las luces sobre el monumento de mayor representación del románico impresionan mucho», detalla Estrella. A continuación se enseña la casa del Cid, un personaje esencial dentro de la historia de la ciudad, haciendo alusión al tan conocido Cerco de Zamora.

Después se va por la calle Troncoso para llegar al mirador con este mismo nombre. Los pasos bajan por la cuesta de Pizarro para dar un agradable paseo a orillas del río Duero. El destino final son las Aceñas de Olivares, cuya visita concluye en su interior, tras la explicación de su funcionamiento. «La gente sale encantada», dice la guía.

Para estas visitas hay que inscribirse previamente en Turismo y la predisposición es tan grande que «si no sale gente suficiente volvían a apuntarse para el próximo turno que hubiese disponible», dicen desde la Oficina.

De los visitantes, tan sólo un 5% eran zamoranos. El resto de paseos nocturnos han sido realizados por turistas. El perfil más habitual de las personas que contratan las «Noches del Duero» son principalmente parejas jóvenes, grupos de amigos o familias que tienen hijos pequeños. Estrella apunta a que ha tenido «niños de tan sólo 1 ó 2 años y no se les notaba cansados ni por la hora ni después del paseo».

La visita dura alrededor de 120 minutos y a los contratantes no les importa acabar cerca de las doce de la noche porque lo que prima es disfrutar de las vacaciones, de la ciudad y de la visita.

Durante el mes de septiembre, las citas estarán supeditadas a la demanda. Se exige un mínimo de 10 personas para iniciar la ruta y puede hacerse cualquier día de la semana. «La vuelta al colegio supone un antes y un después en el área turística y, seguramente a partir de ahora, la afluencia de gente se concentre en el fin de semana», concluye Estrella Torrecillas.