El escritor Suso de Toro presenta esta tarde su último libro titulado «Siete palabras», novela en la que realiza un recorrido por los orígenes de su familia en la provincia de Zamora, Cuba así como Madrid. En el acto, a partir de las 20.00 horas, le acompañarán su hermano Antonio Raúl de Toro, el director del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», Pedro García, y el poeta, Juan Manuel Rodríguez Tobal. Mañana dará a conocer el texto en la Casa de la Cultura de Toro de la mano de la Fundación González Allende. En esta ocasión, estará respaldado por el historiador José Navarro Talegón.

-En reiteradas ocasiones había manifestado sus ganas de escribir un libro sobre la historia de su familia y la figura de su abuelo. ¿Qué le impulsó a dar el paso?

-Siempre tuve claro que en mi familia había una historia importante. Una noche en la ciudad de Toro, comprendí que quería escribir ese libro, encontrara lo que encontrara. El retraso ha obedecido a razones vitales y a dedicarme profesionalmente a la literatura. Este libro supone una mirada hacia el pasado de mis mayores. Su escritura guarda relación con la larga enfermedad de mi padre. También al haber sido escritor profesional a veces te ves forzado a escribir otro texto o bien una novela en vez lo que tu deseas.

-¿Qué dificultades tuvo en la elaboración de la novela?

-Cada título es un reto literario, y este era un libro que tenía muchas ganas de escribir, por lo que sabía que tenía que ser una publicación potente. Este texto es un desnudamiento personal y un desvelamiento de la historia de mi familia. Se cuenta una trama que se basa en vidas reales muy concretas. Yo mismo tenía miedo a lo que podía hallar investigando, pero conocí al niño abandonado, al hospiciano que acabó emigrando de Sayago a América y por el camino también a un tío que desconocía.

-En su peregrinar por la provincia acude a Formariz, el pueblo de su padre, a Fermoselle, donde conserva familia, y a la capital, a Zamora. Puntos en donde recaba información sobre sus ancestros.

-Fui encontrándome con lugares de ensueño, en el sentido de lugares de cuento. La población de mi padre era como un pueblo habitado por ancianos y por los fantasmas de los antepasados. En todos los lugares la gente me ayudó. Inicialmente pensé que la investigación sería hilando datos, pero lo que me encontré fueron personas que pasaron a ser personajes y las incluí dentro del cuento que estaba viviendo. Me tomé esta libertad y creo que les ha parecido bien. Con mis averiguaciones he descubierto la pobreza de aquel Sayago y el esfuerzo por sobrevivir.

-¿Cómo han reaccionado estos zamoranos al «verse» reflejado con nombre y apellido en su novela?

-Estoy muy satisfecho porque les ha gustado y la experiencia de la lectura del libro les ha emocionado. Les he tratado con el cariño que ellos me mostraron cuando les fui pidiendo ayuda.

-Presenta el libro hoy en la Biblioteca Pública del Estado de Zamora. Juega en casa.

-Es un libro zamorano que también he escrito en gallego. Al público que lee en gallego le ha sorprendido que el protagonismo sea de Zamora, un lugar vecino pero que nunca había aparecido en mi literatura. Este libro rompe un poco con mi trayectoria, ya que mis obras están ambientadas en Santiago.

-¿El escritor profesional no es completamente libre?

-Llevo 16 años viviendo de la literatura y en los últimos años también del periodismo. Mi experiencia está resultado insatisfactoria. Al final la crisis está afectando a todo, incluso a la profesión de escritor, una profesión minoritaria, y nos está obligando a estar atados a las necesidades económicas, lo que quita libertad.

-¿Qué cambios se están produciendo en la literatura?

-Una transformación en el gusto del público lector que cada vez más se concentra en menos títulos, lo que afecta mucho a la literatura de autor. Puede haber una causa en las obras propuestas por los escritores, y, sobre todo, es un problema inducido por un mercado editorial que lo que provoca es una cultura más débil. Todo país tiene que garantizar que exista un arte más minoritario que nos exija pensar más. La sociedad española nos hemos contando un cuento y ahora parece que no éramos ni tan ricos, ni éramos tan cultos como nos creíamos. En los países donde la literatura de autor tiene un peso específico es donde desde el siglo XIX ha existido una población alfabetizada.

-¿Por eso ha decido recientemente abandonar la literatura profesional?

-Tengo una edad, tengo casi 30 libros publicados. Uno se cansa y me siento en una situación incómoda. Percibo que en la literatura española ser un gallego que vive en Santiago y escribe en la lengua de Galicia supone una sospecha de nacionalismo. Soy un autor visto con recelo. Mi personalidad me hace ser incómodo en casi todas partes. El hecho de que sea crítico, que analice la realidad, no resulta agradable. También no me siento con fuerzas. Además, ser escritor profesional implica estar preocupado por el libro actual y por tu futuro volumen. Cuando me sienta libre de esta presión, quizá me vuelva a escribir, pero sin que espere nada de mí.

-¿Está pagando un alto precio por dar su punto de vista?

-Sí, mi posicionamiento de los últimos años ha tenido un coste muy fuerte y me ha afectado mucho como autor. Indudablemente a veces puede beneficiar para crearte una áurea de persona progresista, siempre y cuando hables de generalidades. Cuando entras en los debates políticos, directamente pasas a ser un rival. Pese a todo, artísticamente estoy muy contento con lo que he hecho y particularmente con este libro. Casi todo el mundo me dice que le ha emocionado. Es una historia personal que viven muchas familias, los lectores se reconocen en ella, y su escritura me ha permitido sentirme en paz. A Saramago se le está recordando por el papel intelectual que ha cumplido, por las ideas que había en sus libros. Cuando falleció Miguel Delibes se habló de sus personajes. A mí como escritor prefiero que la sociedad guarde memoria de mis libros.

Santiago de Compostela, 1956

Licenciado en Arte Moderno y Contemporáneo. Es colaborador habitual en prensa y radio. Ha publicado más de una veintena de obras en narrativa, teatro y ensayo. Uno de los mayores éxitos de crítica y público, fue la novela «Trece campanadas», que fue publicada en el año 2003 y por la que ganó el Premio Nacional de Narrativa, que más tarde fue llevada al cine y traducida a varios idiomas. Su producción literaria está traducida a varias lenguas y ha sido objeto de estudio en diversas universidades europeas. Ha ganado en 2010 el premio de La Crítica gallega por «Sete palabras». Recientemente ha anunciado que deja la literatura y retoma a su faceta de profesor de instituto de lengua y literatura gallega.