Nació en Caracas pero Julio Pozo Silva se siente completamente zamorano. «Hay de aquel que diga no lo soy» afirma y confiesa que su mayor deseo es «volver» algún día a Zamora porque «no he encontrado un lugar que me guste más y donde me sienta mejor».

El amor por Zamora se lo inculcó su padre, Miguel Pozo Sampedro quien vivió gran parte de su vida en Venezuela pero que nunca abandonó el deseo de regresar a la tierra que lo vio nacer. «Mi padre era tapicero, un oficio que aprendió muy joven y al cual dedicó toda su vida. Llegó a Venezuela en 1958, con tan sólo 13 años de edad y aquí conoció a mi madre, María del Tránsito Silva Núñez, también emigrante zamorana», cuenta Julio. Aunque Miguel Pozo era dueño de un exitoso negocio en Caracas el cariño que sentía por Zamora hizo que decidiera regresar a España en 1973. «Llegamos cuando yo tenía tres años y nos quedamos hasta que cumplí los cinco. Sin embargo, a pesar de mi corta edad, tengo grandes recuerdos de mi vida en Zamora, de los paseos por los Tres Árboles, Valorio, el Parque del Castillo o por Guimaré. También recuerdo las bodegas en El Perdigón, las salidas de día de campo que hacíamos por los alrededores del castillo de Alba o al embalse de Manzanal. Estas imágenes eran tan claras que cuando regresé a Zamora, para pasar unas vacaciones en 1995, era capaz de caminar por la ciudad como si la conociera de toda la vida», cuenta Julio.

Durante el tiempo que vivió en Zamora Miguel Pozo montó una tapicería en sociedad con su padre pero las tensiones familiares que surgieron desencadenaron el regreso a Venezuela en 1975. «El negocio que mi padre había dejado en Caracas había crecido mucho y su antiguo socio lo contrató como empleado. Allí trabajó hasta 1980 cuando nos trasladamos a la ciudad de Barquisimeto, 400 kilómetros al oeste de Caracas, buscando una vida más tranquila que la que teníamos en la capital. En esa ciudad mi padre abrió un negocio, primero en sociedad con otro zamorano y luego como independiente. Se trata de un negocio pequeño que mi madre, con mi ayuda y la de mis hermanos, aún mantiene abierto pese a la situación del país».

En 1995 Julio Pozo llego a Zamora para visitar a su abuela Ascensión Sampedro Miguel y disfrutar de algunos días de vacaciones. Fue entonces cuando realmente tomó conciencia de que su mayor deseo era vivir en la tierra de sus padres. «En ningún lugar he sido tan feliz como en Zamora», afirma y añade: «allí puede reencontrarme con mis primos Paco, Álvaro, Ángela, Laura y Pablo y con mis tíos Pepe y Ángela, a los que tenía muchos años sin ver además de volver a recorrer la ciudad y sus alrededores. No hicimos grandes cosas, pero solo el aire de Zamora me enamoró. Todo ello me creó un sentimiento muy fuerte de querer establecerme allí. Para mí Zamora es un lugar maravilloso, por su tranquilidad y lo hermoso de su entorno, es el sitio perfecto para vivir». Actualmente Julio Pozo tiene 39 años, es Ingeniero Industrial y trabaja como asesor de Proyectos en una empresa dedicada a temas de Salud, Higiene y Seguridad Industrial pero aunque su mente está en Venezuela su corazón está en Zamora. «Siento que tengo una deuda pendiente con mi padre porque él siempre soñó con volver a Zamora e incluso una de las últimas palabras que le escuche fueron sobre ese tema.

Por ello, para concluir su deseo pero también porque no he encontrado un lugar que me guste más y donde me sienta mejor, espero que dentro de poco Zamora se convierta en mi hogar», puntualiza.