Los molinos son mucho más que tecnología y así lo demostró ayer en el VII Congreso Internacional de Molinología el archivero diocesano José Carlos de Lera, quien, con su conferencia «Fuentes documentales sobre los molinos en los archivos eclesiásticos» desveló que, a través de estos documentos, se puede descubrir todo lo que se movía alrededor de las aceñas, las zudas y los molinos de la provincia, que, desde el siglo XII fueron adquiridos por el obispo y el cabildo. «Era una fuente de ingresos estable muy importante para ambos, cada uno con sus propiedades y su jurisdicción. Eran dos economías que, a partir del siglo XIII, tienen una vida independiente», asegura De Lera.

«Esa riqueza documental nos aporta la información para poder reconstruir, por ejemplo, la historia de las aceñas de Olivares. En el siglo XII Alfonso VII otorga la zuda y luego el cabildo, a través de donaciones e inversiones, se configura como propietario, aunque hasta la Edad Moderna tuvieron propiedad compartida», ejemplifica el archivero.

Los documentos del archivo diocesano y de la Catedral y de los archivos monásticos de Moreruela y Valparaíso aportan también interesante información sobre la explotación de las zudas «que se dedicaba, principalmente, a la molienda, aunque hay que darse cuenta de que la estructura de un molino requería una infraestructura de una aceña primero, que luego también servía para el riego o para pescar. Es decir, se desarrollan alrededor otras actividades importantes», explica.

Estas circunstancias también generaban todo tipo de conflictos que están reflejados en estos documentos gracias a los procedimientos judiciales. «La vida cotidiana también se puede conocer gracias a estos autos de una forma privilegiada. Vemos problemas concretos de molineros, ya sean acusados o actores de la causa», asegura el experto, quien remarca la importancia de estos documentos «para conocer la historia de las mentalidades, de la vida cotidiana, con una riqueza informativa que es complementaria».

Por último, De Lera apunta que este tipo de infraestructuras «perdieron vigencia llegados al siglo XIX, cuando hay una transformación en las fuentes de energía, además del proceso de desamortización, donde las instituciones eclesiales pierden también sus propiedades», finaliza.