Arquitecto especializado en restauración de patrimonio, Luis Azurmendi preside la asociación cántabra dedicada a la recuperación de molinos y es vicepresidente de la homóloga nacional. Ayer intervino en el congreso sobre molinología que se celebra en Zamora.

-¿Qué mensaje ha transmitido en su intervención en el congreso de molinología?

-He extendido el criterio de molinos a más artificios hidráulicos. En segundo lugar he resaltado que los molinos no han recibido la importancia de otro tipo de monumentos del patrimonio arquitectónico y han quedado considerados como patrimonio menor.

-¿A qué se debe esa falta de reconocimiento?

-Es difícil dar respuesta a esa pregunta. Los molinos son artificios que pertenecen a la historia de la tecnología. Los arquitectos o ingenieros más importantes de la historia hicieron molinos. Por eso no se entiende que todos estos elementos hayan quedado minusvalorados. Sin embargo la historiografía francesa valora mucho más los pequeños monumentos más domésticos de la vida cotidiana para explicar la evolución de la historia.

-¿Qué criterios se tienen en cuenta para afrontar la restauración de un molino?

-Hay varias tendencias. En Inglaterra surge el concepto romántico de la ruina. Los monumentos son considerados como seres vivos que tienen su periodo de esplendor y de decadencia y hasta defienden la muerte digna de los edificios. Conservan las ruinas pero no intentan hacer grandes restauraciones. Sin embargo, los franceses, sobre todo a partir del siglo XIX, consideran que esas ruinas hay que acabarlas imitando el estilo que tenían originalmente. Los italianos son más críticos. Por ejemplo el Campanile de Venecia se derrumbó a principios del siglo XX y se abrió un debate sobre cómo abordar la restauración. Al final se decidió restaurarlo como era y donde estaba. Se marcó la tendencia y es considerar a todas las piezas de arquitectura y de ingeniería como un documento histórico, lo que implica preservar su autenticidad. En el caso concreto de los molinos, mi punto de vista es que no se puede perder lo que atestimonia una ruina de un molino. Por eso la polémica surge en cómo restaurarlo, con qué materiales y si recuperar su funcionamiento. En España no hay una única tendencia. El siglo pasado se restauraba con criterios de estilo que se han extendido hasta el día de hoy.

-¿Qué importancia arquitectónica tienen los molinos ubicados en la ribera del Duero y en concreto los de Zamora?

-Sólo tengo algunas referencias. Nosotros hemos trabajado en el Ebro y en otros ríos y cuando se hace un inventario se ve que hay una cierta continuidad entre unos molinos y otros. El problema es que no existen los suficientes inventarios por lo que se pueden eliminar elementos de valor historiográfico, como un azud del siglo XVI, cuando entran en conflicto los programas de recuperación de los ríos con los de restauración de patrimonio.