Y esta piedra, ¿dónde la coloco? ¿Cómo has dicho? Dovela, dovela, contesta el alumno convertido por un día en un avezado constructor del siglo XII.

Arquivoltas, sillares, arcos de medio punto o canecillos se cincelan con precisión en las mentes de los más pequeños gracias a las amenas lecciones sobre patrimonio histórico que reciben, porque «son ellos los que se van a encargar en el futuro de cuidar y mantener el esplendor de las construcciones históricas que poseen en su provincia y tienen que saber distinguir y valorar qué es lo que tienen delante», explica Sergio Pérez, historiador de la Oficina técnica del proyecto «Zamora Románica», institución encargada de organizar la actividad semanal «Más que piedras» con los alumnos 5º y 6º de Primaria del Centro Rural de Innovación Educativa de Zamora (CRIE), que en esta ocasión se ha realizado con los escolares del CRA de Villarrín de Campos.

Las historias que guardan los anchos muros de las construcciones románicas, que no romanas, son caldo de cultivo para un interés creciente por el patrimonio que los estudiantes tienen enfrente. Con las espectaculares y envidiadas vistas que posee la biblioteca de la Fundación Rei Afonso Henriques de la capital, situada en las ruinas góticas del antiguo convento de San Francisco, los alumnos se impregnan del arte un puramente zamorano, como es el románico, con los mejores ejemplos frente a sus ojos.

Como la Catedral románica, que majestuosa observa el continuo paso del río Duero con su característica cúpula gallonada o la iglesia de San Pedro y San Ildefonso, con sus arbotantes que sustentan la carga de una construcción que destaca en importancia, considerándose el de mayores dimensiones después de la catedral. El gran escaparate de joyas arquitectónicas que los estudiantes observan a orillas de Duero y que sirven de pizarra en directo, se completa con el templo de San Claudio de Olivares, de aparente sencillez pero rico en detalles o con la visión privilegiada de la torre de San Cipriano y la espadaña de la iglesia de la Magdalena.

«Aprovechando el lugar privilegio desde el que impartimos las clases, situamos a los niños en la ciudad, con sus monumentos y utilizamos el paralelismo de lo que explicamos con lo que pueden ver», comenta el convertido en docente, Sergio Pérez.

Herreros, caleros, tejeros o escultores son sólo algunos de los oficios que los estudiantes ya relacionan con la construcción de un edificio monumental, que ahora pueden imaginar erigiéndose en los duros años de la Edad Media. Pero el «si no lo veo no lo creo» llega hasta nuestros días, y los inquietos alumnos no dudaron en ponerse sus respectivos cascos en la cabeza para construir una de las composiciones más llamativas y peculiares de la arquitectura histórica zamorana, la portada meridional de la iglesia de Santiago del Burgo.

Que un arco pueda mantenerse en pie, sin derruirse, sin más sujeción que la propia presión de las dovelas que lo conforman y que todo el conjunto dependa de una pieza, llamada de forma certera clave, es sin duda un acto de fe, tanto para pequeños como para mayores. Y como no hay mejor forma de aprender que investigando, los alumnos haciendo de maestros constructores, construyeron su peculiar portada, en la que en vez de pesadas piedras utilizaron corcho blanco.

Transportar y colocar las piezas resultó algo más complicado de lo que habían imaginado, ya que cada una tiene un lugar concreto, y no puede colocarse un espacio más allá. Algo escépticos, los alumnos expresaban sus dudas en alto, «claro, como no le pongaís pegamento?», se inquietaban mirando la construcción. Pero el momento álgido llega cuando los pequeños retiran la columna que sustenta el arco, adornado por un pinjante, para que «milagrosamente» se mantenga erguido, orgulloso y retador, dejando a niños y no tan niños sorprendidos con la magia de la arquitectura.

Rosetón, tímpano, celosía. Ningún término pasa de largo para estos alumnos a los que se marca con el sello del respeto y el conocimiento del patrimonio a través de esta actividad financiada por la Junta de Castilla y León. Los cursos, seminarios o mesas redondas en adultos están muy extendidas, por ello, este proyecto es vital para llegar a esa parte de la población, según explica el director de «Zamora Románica», Fernando Pérez, «los más pequeños serán los herederos del patrimonio histórico de nuestra tierra y en ellos está la llave para que para esto sea para ellos mucho más que un montón de piedras».