Bravo, con indomables aguas marrones, el río Duero se «comió» ayer lo que el hombre le ha ido arañando para convertir sus riberas en cómodos paseos a ambos lados de su cauce. Y se ensanchó como no se recordaba desde hace una década. Aunque, no hubo peligro: «Mientras el agua no llegue al carnero de la tercera aceña de Olivares, no hay problema» de inundaciones. Alguien recordó el dicho popular para apaciguar a quienes ya auguraban el desbordamiento.

Bajo el Puente de Hierro y a lo largo de su recorrido por la avenida del Mengue el río creció unos 50 metros, «normalmente tiene más de 250 metros de ancho en este tramo, ahora superará los 300 metros», comentaban los más viejos del lugar asomados a las barandillas de las aceras, parapetados bajo sus paraguas a salvo de la tenue pero incesante lluvia que tiñó de gris toda la jornada. Los zamoranos acudieron ayer a centenares junto a su río, muchos de ellos cámara de fotos en ristre para inmortalizar el majestuoso paso de un caudal que llegó al nivel de alerta en la capital, 1.300 metros cúbicos por segundo, sin que en ningún momento hubiera supuesto un peligro para la población, insistió la subdelegada del Gobierno central, Pilar de La Higuera. La normalidad se recuperó anoche.

La imagen era admirable y concitó a los zamoranos hasta que la luz del día dejó a oscuras el impresionante escenario. La ciudad asistía a uno de sus mejores espectáculos servido por su río: «¡Este es el auténtico Duero, el que a mí me gusta, con sus aguas marrones y un gran caudal!», exclamaba el pintor Antonio Pedrero, que a las dos de la tarde terminaba su recorrido tras visitar Los Tres Arboles, donde el cauce también invadió los caminos. Desde la terraza de las aceñas de Pinilla sólo asomaban las barandillas. Y en la zona de los Pelambres, el propietario del popular merendero observaba desde las escaleras de la terraza del establecimiento la crecida, «está a un metro y veinte centímetros del local», si el agua hubiera recorrido esa distancia, «entraría dentro». Los presentes preguntaban por la última riada, en 2001, cuando el Duero arrastró 2.520 metros cúbico por segundo, se coló por las ventanas e inundó el negocio. Las de 1999 y 1995 permanecían intactas en la memoria del hostelero y de algunos de sus clientes. El propietario de uno de los chalés de la carretera de Cabañales se acercaba para asegurarse de que la crecida no alcanzaría su casa, como había denunciado IU, recordó. «Si aumenta dos metros, se inundarán los garajes» de los chalés que están frente al merendero, advirtió el dueño del bar, «experto» en sufrir y medir las consecuencias de los desbordamientos. Mientras, los zamoranos curioseaban, recorrían las pérgolas anegadas para retratarse ante el gran Duero, alguno muy cerca de los patos salvajes que nadaban ajenos al ajetreo del «personal» que les rodeaba. Hubo quien pudo incluso captar con su cámara a una rata de dimensiones considerables que, desde el extremo de una de las pérgolas sepultadas en buena parte por el agua, hacía acrobacias antes de mostrar su gran pericia como nadadora.

Hasta la media tarde de ayer el río Duero a su paso por la capital de Zamora continuó creciendo, al recibir el pico procedente de Toro, localidad en la que a las dos de la tarde se estabilizó el caudal en 1.520 metros cúbicos por segundo, tras haberse disparado el nivel de alarma a las once de la noche del sábado cuando alcanzó los 1.280. Sin embargo, las peores previsiones no se cumplieron en la ciudad de Doña Elvira, al no llegar a los 1.800 metros cúbicos por segundo. Incluso por la tarde fue bajando. No fue preciso desalojar ninguna casa, ni se vivieron momentos de riesgo entre la población, precisó la subdelegada del Gobierno, Pilar de la Higuera, aunque se dio aviso a seis familias propietarias de viviendas cercanas a la ermita del Cristo de las Batallas, donde sólo una está ocupada, el resto son residencias de verano.

El agua ha anegado las parcelas colindantes con el río, así como las choperas de la zona de la Bardada, llegando muy cerca de los chalets que allí se encuentran. Asimismo, los caminos cercanos al río se cortaron al tráfico con la única intención de que ningún coche pudiera quedarse atrapado. A las nueve de la noche del sábado se había prohibido el paso por el Puente de Piedra, que en uno de sus extremos llegó a ser alcanzado por el río. Una patrulla de la Policía Local y otra de la Guardia Civil trabajaron conjuntamente durante toda la noche para movilizarse en caso de producirse algún incidente, lo que no sucedió, al igual que durante la jornada de ayer. Tampoco en Zamora y Coreses fue preciso tomar medidas para poner a salvo a los ciudadanos. En cambio, en Fresno de la Ribera un ganadero tuvo que desalojar a sus reses de la nave que ocupan, que resultó anegada por el Duero. El río Valderaduey comenzó la jornada ya dentro de niveles aceptables. En la capital zamorana, De la Higuera esperaba que la tendencia del caudal en la tarde-noche fuera de descenso, con propensión a recuperar la normalidad. Destacó el buen trabajo realizado por la Guardia Civil y las policías Nacional y de Zamora y Toro, que ha permitido que la población «se haya sentido atendida y segura». Las lluvias continuarán hoy de forma intermitente, pero sin causar problemas.