El brote psicótico que sufría Pablo A. F. cuando embistió con su vehículo y provocó la muerte instantánea del guardia civil de Tráfico que trataba de detener su marcha en la A-66, tras saltarse un control antiterrorista, ha determinado la rebaja de la pena de prisión a la cuarta parte de lo exigido por la acusación particular, la familia del agente: 34 años de cárcel. La Audiencia Provincial ha dejado en nueve años y seis meses la condena por el homicidio del guardia, conducción temeraria y atentado contra agentes de la autoridad al estimar que Pablo dirigía su vehículo en un estado de «alteración psíquica».

Ni los 12 años de pena mínima que solicitó el Ministerio Fiscal (18 si no se le aplicaba la eximente de alteración psicológica) ni los 34 que planteó la acusación particular. Los magistrados de la Audiencia Provincial imponen nueve años y medio de cárcel a Pablo A.F. porque estiman «acreditado que se encontraba en un estado mental claramente patológico, con un trastorno psicótico breve, con severos trastornos del contenido del pensamiento».

No obstante, en la sentencia se concreta que el brote «de duración determinada, no superior a un mes», que sufría el imputado «no llegó a anular completamente sus facultades intelectivas y volitivas», por lo que «no se le aplica la eximente completa de grave alteración psíquica». El procesado estaba convencido de que le perseguían para hacerle daño. En los tres días anteriores al accidente había convertido el vehículo de su padre, en el que circulaba cuando mató al motorista de la Guardia Civil el 11 de julio de 2007, en el lugar seguro donde poder impedir que le alcanzaran y le hicieran daño, declaró su novia durante el juicio en Zamora.

Esos trastornos -diagnosticados por forenses judiciales y un especialista del psiquiátrico penitenciario de Alicante donde cumplió prisión preventiva- conllevan «una alteración importante de la imputabilidad» del acusado, es decir, de su responsabilidad penal por su comportamiento: El volantazo que dio con su turismo y que causó el homicidio del guardia civil de León, quien se colocó a su derecha para tratar de detener su marcha, tras seguirle con otro motorista durante una hora. El impacto fue tan brutal que la moto del agente cayó sobre el parabrisas del vehículo de Pablo.

De hecho se le condena por conducción temeraria y por atentado contra los agentes de la autoridad, ya que otros dos guardias tuvieron que esquivar el turismo para no ser arrollados por Pablo en su imparable escapada, durante la que hizo «maniobras de evasión y adelantamientos a otros coches» arriesgados, recoge el fallo judicial. El joven leonés, que había salido de Sahagún horas antes, provocó la persecución de los agentes porque se había saltado un control antiterrorista de la Guardia Civil; hizo caso omiso a las órdenes de parar que le dieron; e ignoró otro control mientras huía a velocidades excesivas, de hasta 180 kilómetros por hora. Además, «reinició la marcha» cuando detuvo el turismo para que su compañera embarazada bajara del mismo y opuso «resistencia a ser detenido»: Fue precisa la intervención de seis agentes para reducirle y se le inyectaron fuertes calmantes dos veces para poder controlar su fuerza, agrega la sentencia, circunstancias estas últimas que demuestran la grave alteración de su estado mental.