La localidad ha vivido la madrugada entre dos polos: la absoluta ignorancia de los vecinos que sólo acertaron a vislumbrar una elevada presencia de la Guardia Civil y quienes lo vivieron en primera persona y tuvieron que ser desalojados por la presencia de una furgoneta con matrícula francesa cargada de explosivos a la misma puerta de sus viviendas.

Los afectados fueron una docena de hogares del centro urbano de la localidad. Tuvieron que dejar sus casas a eso de las diez de la noche rumbo a las casas de sus vecinos y familiares, tanto en Bermillo como en los pueblos cercanos.

La mayor parte de ellos, personas mayores, han pasado la noche prácticamente en vela, entre la incertidumbre y la preocupación de dejar sus viviendas frente a la furgoneta bomba de ETA. La Guardia Civil controlaba la situación, e incluso les ofrecía alojamiento si no lo tenían. Ya por la mañana, desde muy pronto, regresaban a sus casas, no sin antes pasar por dos de los principales lugares de intercambio de impresiones. El bar Paco, y, sobre todo, el Capri, cuyos propietarios también tuvieron que ser desalojados. Allí, con el periódico LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA en las manos, tomaban conciencia de la operación llevada a cabo por la Guardia Civil, de la cercanía de los terroristas justo en su pueblo de Sayago, donde nunca pasa nada. Algunos de ellos, encorajinados. Otros, con el susto en el cuerpo.

Todo había pasado, pero el fantasma del terrorismo, tantas veces sufrido a través de la televisión, había pasado a pocos metros de sus casas. La elevada presencia de medios de comunicación completaba una jornada larga, exaltada, diferente, donde Bermillo ha sido protagonista.