Con una permanente sonrisa en los labios, Carlos Andreu desgrana las pautas para lograr esa felicidad ansiada por todos, y más en tiempos de crisis.

-Habla sobre «Ser feliz en tiempos de crisis». ¿Es usted un optimista por naturaleza?

-Por naturaleza se es pocas cosas en la vida. Ser optimista o pesimista, feliz o no, es básicamente cuestión de esfuerzo y sacrificio, de buscar los amarres para el camino de la felicidad que, sin duda alguna, es un camino difícil. No es sencillo ser feliz en este mundo, porque hay muchas cosas que nos ponen la zancadilla. Desde reveses profesionales o personales hasta gente a la que no le gusta las personas felices.

-Una de sus frases es «Las personas felices no nacemos, sino que nos hacemos». ¿Está en nuestra mano?

-Sólo está en nuestras manos, no podemos esperar a que nos haga feliz nadie, tenemos que ser cada uno de nosotros. Nos pueden poner los medios, dar alguna palmada en la espalda, pero tenemos que ser nosotros los que decidamos subirnos al carro de la felicidad, encontrando esas anclas que nos llevarán a ello.

-A grandes rasgos, ¿cómo es ese camino?

-La felicidad se basa en cuatro patas, en las que los humanos basamos nuestra vida. Son el trabajo, la familia, los amigos y uno mismo, con una salud física, mental y espiritual. El que uno tenga una vida equilibrada en estas cuatro cosas le va a ayudar a ser más feliz en el futuro y en el día a día.

-¿Es complicado conseguir ese equilibrio?

-El equilibrio no está en cosas muy grandes, sino pequeñas. Esos detalles son los que van a hacer a la otra persona más feliz y eso se traduce en que tú vas a recibir felicidad. Siempre hay que darla, si la buscas hacia dentro no la encontrarás, lo harás cuando la repartas hacia los demás. Los pequeños detalles positivos los hemos desechado de nuestra vida. Cuántas veces no nos damos cuenta de lo que disfrutamos, por ejemplo, tomando un simple café con los amigos, que son una pata fundamental de nuestra vida. Cuando no lo puedes tomar, es cuando lo echas de menos. Hay que ser capaz de cambiar el modo de mirar las cosas y de disfrutar de todo esto, porque todas las cosas de nuestra vida se pueden ver desde el lado positivo o negativo y hay que hacerlo desde el primero. No es una cosa sentimentaloide y blanda, porque verlas de manera positiva exige esfuerzo.

-¿Y cómo se cultiva el interior de uno mismo?

-Hay que inculcar estas cosas de pequeño. Yo siempre digo que el que nace lechón, muere cochino. Y ya que vamos a morir cochinos, muramos pata negra al menos y no nos quedemos en jamón de york, que la diferencia es abismal. Hay que saber qué darle de comer a tu cerebro y a tu espíritu para sentirte mejor y disfrutar de las cosas bonitas que hay en el día. Tenemos que ser capaces de trabajar mucho más por nosotros mismos y por nuestro interior.

-¿Es más complicado llegar a esa felicidad en el mundo actual?

-Siempre se piensa eso, pero si uno lee a Séneca, Aristóteles o Platón, comprueba que en aquellas sociedades también se buscaba la felicidad y la gente vivía acelerada. Santo Tomás de Aquino en el siglo XIV, por ejemplo, dice que, antes de irse a la cama, conviene beberse un vaso de leche y darse un baño de agua agitada para liberar las tensiones del día. Ese agua no es más que el actual «jacuzzi». El problema es que vivimos pensando que antes éramos felices o que seremos felices en unos años. El pasado no se puede cambiar y el futuro es algo que desconocemos, así tenemos que centrarnos en el hoy; no hay que desperdiciar este momento para ser feliz.

-¿Cómo termina un licenciado en Derecho y alto ejecutivo en este terreno?

-Creo que, en este caso, sí que hay algo de genética. Vengo de padres y abuelos maestros y algo del aula, de esa pasión por enseñar o hablar a los demás está ahí. También porque descubrí en mi época de ejecutivo que hay mucha gente que era muy brillante en el aspecto empresarial, pero que como personas estaban sin hacer y tenían la vida personal destrozada. Mezclando estas dos cosas, te das cuenta de que hay un nicho de mercado importante.

-¿Su libro «Del ataúd a la cometa» resume un poco las pautas que dicta en sus conferencias?

-Es el contenido de todo mi pensamiento, en el que se ponen pautas de por dónde empieza el camino a la felicidad. Es un libro hecho prácticamente para ser leído en voz alta, un diálogo con el lector, en el que le interpelo y le cuento mil historias para poder llegar a esa felicidad.

-¿Qué diferencias hay con otros libros definidos como de auto ayuda?

-Este libro no te va a cambiar la vida, para eso está el Corán o la Biblia. En el fondo, el conocimiento sobre la felicidad está en toda la literatura mundial, yo lo único que hago es adaptarlo a este momento. La diferencia con otros libros es que es muy personal y, alejándome de ese punto de auto ayuda, porque te va a costar esfuerzo. Si estás dispuesto a asumir ese camino, coge la mano y vamos para adelante.

-Para terminar, ¿qué consejo daría para poder ser feliz en estas fiestas navideñas en las que no todo el mundo disfruta?

-Creo que el fondo de la Navidad es la caridad, así que habría que volcarse en los demás. Sería bueno el ser capaces de aprovechar estos días en los que uno va a estar cerca de gente a la que no ve el resto de año para poder disfrutar con ellos, de su presencia, para pasar un buen rato. Es ver esa parte inmaterial de las cosas, donde realmente encontramos la felicidad.

Pamplona, 1972

En 1995 se licencia en Derecho en la Universidad de Zaragoza, licenciándose en 1995. Al terminar, amplia sus estudios en la Universidad de California en Los Ángeles y en la Georgetown University. En 1999 se gradúa como MBA en el IESE-Universidad de Navarra. A partir de ahí su trayectoria profesional pasa por puestos directivos comerciales en empresas líderes del sector de la distribución. En el año 2002 inicia su actividad como «coach» y formador de directivos en temas actitudinales para empresas tanto nacionales como multinacionales. Desde entonces, más de 10.000 directivos de todo el mundo han asistido a sus impactantes cursos y conferencias.