Crítico y con una capacidad de análisis a prueba de retos, el abogado Antonio Garrigues Walker analiza en la entrevista temas de máxima actualidad, desde la Ley del aborto al futuro del Estatut catalán.

-El Congreso acaba de aprobar el proyecto de Ley del aborto, con el compromiso de la ministra Aído de buscar el consenso en artículos polémicos. ¿Habría respaldado el texto?

-Sí, lo que no quiere decir que esté a favor del aborto. Sí estoy de acuerdo con que la Ley es aceptable en términos comparativos con Europa y lo que tenemos que seguir es el clima europeo. En este terreno, como en otros, se está llegando a puntos límite, en donde es difícil tener opiniones dogmáticas.

-La Iglesia ha hablado incluso de excomunión para quienes hayan dado su voto.

-Respeto mucho las opiniones religiosas, profundamente dogmáticas en esta materia, pero no las comparto, sinceramente. Lo que se está haciendo es una cosa razonable y sensata. En este tipo de asuntos, como en otros, en España tenemos que empezar a saber dialogar, respetar la opinión ajena y aceptar que el otro casi siempre tiene la misma razón que nosotros. En definitiva, a conversar desde la libertad y en este tema nos podemos poner de acuerdo.

-¿Comete injerencia al tratar de limitar la competencia del Parlamento para ampliar esa Ley?

-Yo no soy quién para decirle a la Iglesia lo que tiene que hacer, pero a este estamento le ha llegado también el momento de pensar cuál es su papel en la sociedad, y tiene que valorar otros; por ejemplo, el de la intromisión tendrá que vigilarlo con mucho cuidado. Y darse cuenta de que estamos en una sociedad muy distinta a la de hace 30 años, el papel de la religión ya no es el que era entonces, ni va a ser.

-¿Quizás la Iglesia está un poco perdida en España respecto del papel que le toca en un Estado aconfesional y laico?

-La Iglesia tiene que aceptar que las cosas han cambiado profundamente y que, por tanto, debe cambiar profundamente, lo que no quiere decir que su papel sea menos importante. Les pido que lo acepten como lo han hecho los medios de comunicación, los abogados, los empresarios... y, además, tienen que empezar a centrar su capacidad de acción, que es alta, en asuntos muy importantes, como puede ser el ético, es decir, en conectar los valores religiosos con los éticos y morales, que es donde se está poniendo más de manifiesto el déficit.

-Deduzco que está de acuerdo en que la religión se imparta en los lugares de culto correspondientes a cada confesión y que en las aulas se enseñe ética.

-Creo en la libertad religiosa, un valor muy importante para mí, que debemos aceptar. El liberalismo no es sólamente una doctrina económica, sino también cultural; y el idealismo religioso consiste en aceptar que el concepto de «religión verdadera» es también peligroso. Una persona puede decir mi religión es verdadera, la religión católica es verdadera, y tendrá toda la razón en afirmarlo, pero cuando dice que es la única verdadera y las demás son falsas, ahí empieza a fallar el concepto auténtico incluso religioso.

-Y aparece el riesgo.

-El factor religioso sigue siendo dominante en el mundo porque tenemos religiones, como la islámica, muy violentas, y ha llegado el momento de que los propios líderes religiosos hagan un esfuerzo tremendo para reconocerse mutuamente y que nadie afirme que la suya es la única religión verdadera y que a través de esa concepción, el mundo avance de forma positiva. Todas son verdaderas. La religión católica, por ser muy influyente y dominante en el mundo, tiene más responsabilidad que el resto para dar un ejemplo de liberalidad y respeto hacia las demás confesiones, eso es muy importante.

-Los medios de comunicación catalanes han advertido que no se quedarán de brazos cruzados si el Constitucional reprueba el Estatut. Hablan incluso de ataque a la dignidad de los catalanes y a la pluralidad del Estado español.

-El tema es de una delicadeza y una sensibilidad política especial, en el que debemos hacer un esfuerzo para generar un clima de convivencia mucho mayor del actual. Comprendo que la opinión catalana no entienda que puedan decirle que lo que votó no es constitucional. Creo que sí lo es, pero no basta con eso: Me conozco la vida política y el tema de las lecturas. Se puede hacer de muchas maneras, lo deseable es que hubiera una civilizada y racional, pero, no nos engañemos, el problema está en que cuando se politiza un tema, pueden ser extremas y reconozco que muchas manipuladas.

-Sería punta de lanza del separatismo, dicen lo más críticos.

-No lo creo. El estamento político está cayendo en el error de considerar que la ciudadanía es tonta, y no. Los españoles han estado haciendo las cosas con una inteligencia y una sensibilidad política admirables. Los políticos catalanes tendrán que recordar que, aunque el Estatut fue votado y aprobado, el voto fue escaso, lo que no le resta credibilidad democrática. La ciudadanía se hartó de tanto debate y de su politización. Eso no lo pueden olvidar los políticos y si lo hacen se equivocan; y si quieren manipular la opinión ciudadana, también. Les advierto que no crean que se va a dejar manipular de forma total, como en muchos aspectos, irá por delante de ellos, en materia de inteligencia.

-En los últimos años se ha puesto en duda la validez de una Constitución nacida en un periodo delicado de la historia del país, en el inicio de una transición quebradiza, ¿cree que debería revisarse?

-Todas las constituciones son revisables y modificables, y la española por descontado. Hacerlo es una cuestión de oportunidad y sensibilidad política y en estos momentos si se preguntara a la ciudadanía española, estoy seguro de que no habría ningún sentimiento mayoritario de modificarla. No es un asunto prioritario y, por tanto, abrir ese tipo de melón, sería irresponsable políticamente. Ahora, ¿soy partidario de un inmovilismo constitucional?, no, sobre todo porque estamos en una época de cambios tremendos.

-¿Cuál es el riesgo?

-Si estuviéramos en una época de convivencia política razonable, a mí no me asustarían nada este debate. El problema es que estamos en época de radicalización y polarización política, este tipo de cuestiones hay que manejarlas... pido a los políticos, con todo cariño y con toda exigencia, que no toquen este tipo de temas. Sería jugar con fuego y no estamos para esos juegos.

-¿Y de revisar la monarquía parlamentaria?

-También, no es un tema sagrado. Es perfectamente discutible y se ha hecho; el propio Partido Comunista y otros extremistas lo siguen cuestionando ahora. Sinceramente, no creo que merezca la pena ser dabatido porque hay un grado de aceptación y satisfacción suficiente como para no hacerlo. ¡Pero cómo voy a decir yo desde mis convicciones liberales que son temas que no deben discutirse!

-¿Sería peligroso, como sostienen algunos analistas?

-La política está hecha para que la ciudadanía sea feliz y tenga los medios materiales, económicos y culturales suficientes. Ese es su objetivo básico. Muchas veces cuando se generan debates artificiales o impropios de una determinada época es porque la política falla por algún lado. Me gustaría advertirles a los políticos que no creen más problemas de los estrictamente necesarios.

-¿Debería haber un gran consenso entre los grandes partidos para rebajar la tensión política?

-Siempre digo que vengo reclamando el pacto político, social, desde hace muchísimo y nadie me hace caso. Angela Merkel vio que la situación alemana era complicada económica, política y sociológicamente, llegó a un pacto, un consenso nacional y ha habido un gobierno de coalición entre demócrtatacristianos y socialistas. Nadie se ha tirado a la calle.

-Y en España es imposible...

-Yo no pido en España un consenso ni un pacto parlamentario, pero hay una serie de temas en los que el pacto político sería necesario. Sí afirmo categóricamente que sin diálogo político y social, la situación actual de crisis va a ser bastante más larga de lo que debería ser. Por ello, tanto el estamento empresarial como el sindical y el político tienen que ser conscientes de que la ausencia de pactos políticos y sociales provocan un daño real a la posibilidad de salir de la crisis. Que lo tengan en cuenta.

-¿Los ciudadanos entenderían ese pacto?

-Si a la ciudadanía le preguntaran ahora «¿usted estaría conforme con un pacto político y social, no digo parlamentarios definitivos, para mejorar la situación frente a la crisis?», un altísimo porcentaje estaría de acuerdo, el 90%. Bueno, pues que de vez en cuando los políticos hagan caso a la ciudadanía porque si les da por olvidarse de ella, están olvidando de verdad su misión.

-¿Los partidos políticos quizás están más en la lucha por conseguir el poder por el poder?

-Bueno, yo respeto la política, que es estar en desacuerdo, pero el problema está en qué grado de desacuerdo, en qué grado de convivencia, y en qué cuestiones. No puede ser que coincidan en todo porque eso es negar lo que es la vida democrática. Siempre digo, recordando una frase americana, que la democracia no consiste en que estemos todos de acuerdo, sino en saber convivir en desacuerdo.

-El caso Gürtel ¿ha sido mal gestionado por el PP? ¿Camps debería haber dimitido hace meses?

-Vamos a ver, puesto que estoy criticando la radicalización y la polarización polítcia, no voy a tomar postura en este asunto. Lo que sí quiero advertir tanto al PP como al PSOE es que la ciudadanía no está nada conforme con que se intercambien los cromos de la corrupción, no le gusta nada esa actitud y no le tranquiliza nada, y lo están haciendo permanentemente. Me parecere un intercambio perverso y nefasto para la calidad democrática española. Lo que tienen que hacer es luchar contra ella.

-¿Estamos lejos de conseguir ese acuerdo entre PP y PSOE?

-El PP ha dado un salto y ha dicho que ofrece un pacto en ese sentido, una serie de medidas. Como fundador en España de la ONG Transparencia Internacional de lucha contra la corrupción estoy encantado de esa iniciativa. Depende de que el resto de partidos lo acepte y sería estupendo.

-¿Tampoco me va a responder si la actitud del presidente valenciano ha contribuido a desgastar la imagen del PP?

-No voy a entrar en ese tipo de debates, pero déjame que te explique porqué. Como te puedes imaginar, no soy una persona que pueda vivir sin opiniones, al contrario. Pero es que, de verdad, estoy harto de la radicalización política española; cansado. Me levanto todas las mañanas, soy una persona curiosa, pero no puedo más con este debate permanente de descalificaciones absolutas, este circo: «Mire, lo del Alakrana lo cambio por el Prestige y como usted me hizo...»

-Parece difícil que se pueda eliminar esa radicalización.

-Me gustaría movilizar a la sociedad civil para denunciar que este proceso no es gratuito. La gente dice, no pasa nada, ¡ojalá fuera verdad!, el problema es que genera en la ciudadanía incertidumbre, inseguridad, miedo, terror incluso: Veo a personas preocupadísimas que me dicen «esto se hunde», no se hunde nada.

-Tenemos alcaldes y concejales entrando en las cárceles. ¿En qué ha fallado el sistema democrático?

-Los ayuntamientos en los últimos 30 años han vivido una petición permanente de servicios, muy costosos, su financiación era básicamente la manipulación del suelo. El riesgo de corrupción ahí es inmediato y se controla con sistemas de transparencia, poniendo fin a la opacidad. Para tranquilidad de los ciudadanos, estamos viendo fenómenos de corrupción pasados y no actuales, con la crisis inmobiliaria mucha corrupción no puede haber porque no hay operaciones.

Madrid, 1934

Abogado. Se dedicó inicialmente a las finanzas. Entró en el mundo de la política creando en 1982 el Partido Demócrata Liberal (PDL), del que fue elegido presidente. Esta formación política se integraría en 1984 en el Partido Reformista Democrático, una operación política impulsada junto con Miquel Roca para tratar de ocupar el espacio político de centro. Sin embargo, el nuevo partido acabaría fracasando en las elecciones legislativas de 1986. En la actualidad, al margen de su actividad profesional en el gabinete jurídico Garrigues Walker, es presidente en España de la organización no gubernamental Transparencia Internacional, que promueve la implantación de sistemas de transparencia para evitar la corrupción en las administraciones.