Encantado con el éxito de su libro «Catedrales», que se publicó en septiembre y del que está a punto de salir la segunda edición, Miguel Sobrino acudió ayer al Club LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA para desentrañar los secretos de 25 templos españoles.

-¿Por qué se decidió a escribir sobre catedrales?

-No fue una elección, fue un encargo. Hice un artículo sobre la catedral de Barcelona para la revista «Goya» y luego realicé una versión divulgativa para «La Aventura de la Historia». Fue ahí donde lo vio la editorial «La esfera de los libros» y me llamaron para proponerme un libro sobre catedrales.

-Su obra refleja a «Las desconocidas biografías de los grandes templos de España». ¿De verdad se sabe tan poco de las catedrales?

-Una vez que se sale del campo de los especialistas es algo que al gran público no le llega, aparte de guías, que sólo son descriptivas, o las novelas, que muchas veces lo que hacen es enturbiar, más que aclarar nada. Dan una visión novelesca y muchas veces falsificada.

-¿Por eso optó por realizar un texto más didáctico?

-Absolutamente. Lo que queríamos era contar las catedrales de forma que lo pudiera leer cualquier persona interesada, sin tecnicismos, sin palabras extrañas, aunque hay un pequeño glosario al final del libro. Pero, sobre todo, dándole un enfoque humano, viendo la catedral como realidad cultural y contando las funciones a las que estaban destinadas. Siempre se habla de ellas como templo, pero eso era sólo una pequeña parte de lo que significaba una catedral. Pero era mucho más que eso.

-¿Qué es lo que más le llamó la atención en ese sentido?

-Para mí sobre todo la sorpresa ha sido el ver todas las funciones civiles asociadas a las catedrales, desde lugar para impartir justicia, escuela universitaria en sus orígenes, lugar de negocios o celebraciones de mercados. Además, las catedrales tenían todas sus puertas abiertas, al contrario que hoy en día, eran una prolongación de las calles de la ciudad, con todo lo que eso significa. Incluso entraban perros y gatos, además de algún pastor.

-Eso es algo impensable hoy en día.

-Por supuesto. Hoy en día las vemos convertidas en museos y tenemos que pagar para verlas, así que ni siquiera podemos imaginar ese ambiente de vida cotidiana que había.

-¿Cómo fue el trabajo de campo?

-Hice visitas, leí mucho y, sobre todo, intenté ver las catedrales con otros ojos. A partir de esa mirada es cuando encuentras cosas insólitas, como una gatera en la puerta de la sacristía de la catedral de Sigüenza. Así descubres que la presencia de gatos era algo cotidiano y una forma de controlar las plagas.

-En las más de cuatrocientas ilustraciones se descubre su vertiente artística.

-Quería que el libro fuera muy visual sobre todo para evitar lo que pasa con los libros de arte, que son muy descriptivos y es algo agotador para el lector. Son para complementar el texto, en ningún caso para adornar.

-¿Fue complicado el tener que elegir sólo 25 catedrales?

-Para mí no sólo fue complicado, sino también doloroso. Era imposible hacer todas y la editorial me sugirió, con buen criterio, que hubiera representación de todas las comunidades autónomas. Primero, había que meter las imprescindibles, como Burgos, Toledo y Sevilla. Después con otras había que elegir e intenté buscar un mapa de las catedrales que fuera diverso. Por ejemplo, Zamora no tiene un capítulo expreso, aunque la nombro muchas veces y aparece en varios capítulos, porque Castilla y León ya era la comunidad más representada.

-Aunque no tenga un capítulo propio, ¿qué descubre de la catedral de Zamora?

-Por ejemplo, que la Puerta del Obispo está basada en parte en la antigua Puerta de San Sebastián de la mezquita de Córdoba. También la cercanía del castillo y la catedral es curioso y lo pongo como ejemplo de que sobrevive, no como en otros lugares, como puede ser Segovia. El cimborrio también tiene su espacio. Se habla de modelos bizantinos, pero yo intento demostrar que muchas de las cosas que tiene estaban en ya época romana. No sabemos cómo, pero ya hay cosas en la antigüedad que llevan a la forma que tiene el cimborrio de Zamora.

-Como experto, ¿qué la distingue de las demás catedrales?

-Representa esos edificios que aparecen para consolidar la frontera cristiana en la línea del Duero. El cimborrio es una obra maestra de todo el románico, no sólo del español, que crea escuela en Salamanca, Toro o Plasencia. Además, es un edificio románico muy bien conservado que, en un momento dado, se derriba su cabecera para hacerla gótica. Así, se convierte en una representación de varias épocas que al final se conjugan en un edificio muy homogéneo y coherente.

-¿Qué tienen las catedrales para que sigan asombrando?

-Son creaciones cumbre del genio humano. Eran campos de experimentación tecnológica, porque se construían para poner retos. El hombre quería saber hasta qué punto era capaz de llegar. Todo esto la despoja de la visión oscura, con lo que se llega a ellas por la razón, no por el misticismo.

Madrid, 1967

Dibujante y escultor, ha publicado numerosos artículos sobre arte y arquitectura, tanto en libros, como «El lenguaje de la arquitectura románica», «La arquitectura tradicional en tierras de León» o «Palacio árabe de la Alhambra», como en medios especializados o divulgativos, como «Goya», «Boletín del Museo Arqueológico Nacional», «Loggia» o «La Aventura de la Historia». Como ilustrador, ha trabajado para diferentes editoriales. Imparte clases, conferencias y cursos en universidades y otras instituciones. Junto a Enrique Rabasa, se encarga de la asignatura de Taller de Cantería en la Escuela de Arquitectura de Madrid.