Tiene la voz aterciopelada, cada palabra refleja una nota musical, consigue la armonía hasta cuando habla. Tiene las ideas claras, la música es su vida, la armónica su instrumento y las melodías sus armas para emocionar. Antonio Serrano actúa esta noche junto a Federico Lechner en el «II Festival de Jazz Ciudad de Zamora». El dúo pretende trasladar la plaza de Viriato a una película donde la banda sonora se interprete a ritmo de jazz. A partir de las once y media de la noche, Antonio Serrano presenta su último trabajo «Sesión Continua».

—La armónica no es un instrumento muy habitual. ¿Por qué lo eligió?

—Cuando era muy pequeño mi padre me enseñó a tocarla. No recuerdo cuantos años tendría porque desde que tengo uso de razón he convivido con el sonido de la armónica. Sé que no es un instrumento que sea demasiado habitual y cuando se piensa en jazz lo primero que te viene a la mente no es una armónica. Comencé por casualidad y al principio tocaba música clásica, tardé unos años en lanzarme a este tipo de sonido.

—¿Cómo se inició en el jazz?

—Fui a un festival de armónica y ahí fue donde descubrí el jazz. Me encantó la libertad de este estilo de música. Hasta ese momento había estado tocando música clásica que es mucho más estructurada y más rígida. En el jazz y el blues encontré la libertad de expresión que necesitaba. Pues en el jazz la improvisación es casi esencial, puedes tocar la misma pieza cien veces y cada una de ellas será diferente. Todo depende del estado de ánimo y del humor del músico.

—Junto a Federico Lechner saca al mercado «Sesión Continua». ¿Qué se puede encontrar en este trabajo?

—Federico y yo llevamos varios años trabajando. Nos conocimos casi de casualidad. Nos llamaron a los dos para realizar un trabajo y un tiempo después él estaba dando un curso de improvisación y volvimos a coincidir. «Sesión Continua» nace de esa unión, queríamos hacer algo que nos representara y que envolviera nuestro sonido. El título del álbum representa un concepto perdido: el de las salas de cine que no paraban de proyectar películas. Además, también hace alusión a la posibilidad de una continuación del disco.

—¿Es muy cinéfilo?

—La verdad es que me gusta bastante el cine, pero más como entretenimiento que como otra cosa. Es a Federico al que más le emociona, es un gran entendido. Muchos de los temas del disco son versiones míticas de las grandes bandas sonoras que de alguna forma nos han marcado la vida. Otros temas, los ha elegido Federico por tener grandes posibilidades de adaptación a jazz.

—¿Qué tipo de sonido realiza?

—Como llevamos tanto tiempo en el mundo de la música hemos ido evolucionando mucho. La verdad es que depende mucho del día que tengamos. Fede y yo tenemos una conexión que hemos alcanzado con el paso del tiempo y somos bastante versátiles.

— ¿El jazz da de comer?

—No me puedo quejar, si que da de comer pero hay que hacer grandes esfuerzos. Tengo en marcha varios proyectos porque sería muy difícil vivir sólo de uno, casi un milagro (se ríe). Ahora mismo estoy en tres grupos diferentes y hay veces que es complicado compaginar las actuaciones pero todo con voluntad se consigue.

—¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Paco de Lucía?

—Ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Yo nunca había estado trabajando tanto tiempo en un mismo grupo y encima con alguién tan increíble como Paco de Lucía. Ha sido una época que me ha servido para aprender mucho y descubrir nuevos tipos de música como el flamenco. Cuando empiezas en este estilo te das cuenta de la profundidad que tiene, es muy interesante ver el respeto que la etnia gitana tiene por el flamenco. Es algo casi religioso.

—Su música tiene influencias de otros estilos. ¿En la mezcla está el equilibrio?

—La fusión es inevitable pues no existe una música que sea pura. Los intérpretes puristas del jazz lo que quieren es que la forma de sentir del ritmo de cada cultura quede intacta. Yo creo que todos los estilos de la música comparten unos elementos comunes como puede ser los ritmos afroamericanos. Hay que tener la mente abierta y dejarte llevar porque al fin y al cabo la globalización golpea hasta a la música.