Como buen amante de las tradiciones, especialmente de las de su tierra, Castor Novoa empezó hace nueve años a criar burros zamoranos ayudando así a evitar la extinción de esta raza autóctona de la provincia. «Hoy puedo decir con satisfacción que cuento con más de 30 ejemplares, entre sementales, hembras y crías, con muy buenas características. Cuento con un lote muy bueno», afirma.

Sin embargo, su interés por recuperar las tradiciones del pasado no quedó allí sino que lo llevó a dar un paso más. «Hace un par de años surgió la idea de criar mulas que antaño, en el medio rural gozaban de gran importancia. Hay que recordar que siendo Zamora una provincia netamente agrícola y ganadera antes los trabajos, especialmente en el centro de la meseta, se realizaban con la ayuda de mulas, animales sufridos, rápidos y valientes. Los burros eran muy lentos para los campos castellanos y los caballos eran muy caros de mantener, porque comían el doble. La mula era el animal ideal y mi ilusión era devolverle ese protagonismo», cuenta Castor Novoa.

Con la meta fijada empezó el trabajo. Contaba con un semental de burro zamorano además de dos burras andaluzas y lo que hizo fue comprar un caballo y una yegua. «Mi reto personal era conseguir los cuatro híbridos posibles de la especie equina: Yegua con burro cuyo cruce da como resultado una mula yeguata; burra con caballo, para conseguir una mula burreña y los más clásicos por llamarlos de alguna manera, de burro con burra y yegua con caballo».

Hace un año empezó a intentar hacer los cruces y se encontró con las primeras dificultades pues no siempre los sementales están dispuestos a aceptar una hembra que no es de su especie. «Me tocó estar muy pendiente para conseguir que cuando una hembra estuviera en celo el macho se encontrara también en condición de apetencia». Además, según refiere Castor Novoa los cruces entre animales de la misma especie suelen ser más sencillos pues sus características morfológicas están adaptadas para conseguir el acoplamiento. «Para los híbridos me tocó a mí ayudar a que se consiguiera una penetración óptima», comenta y agrega «fue difícil pero finalmente lo conseguí». Hoy puede mostrar orgulloso las cuatro crías de las cuatro especies: «Esto es algo único o cuando menos singular. Yo creo que no hay nada igual en toda España, y quizás en el mundo».

Aunque ha simple vista es difícil distinguir diferencias entre la mula burreña y la yeguate Castor con los ojos de la experiencia nos señala algunas: Las orejas del burreño son más cortas y acaban en punta y sus cascos son más redondeados. Además una mula yeguata tiene más avance y anda con la cabeza más levantada, el burreño es más noble pero también de andar más torpe.

El ganadero explica que el no busca los híbridos por un afán comercial ya que no hay salida en el mercado para estos ejemplares. «Siempre me preocupé más de ser que de tener. Lo hago porque para mí es importante el conocimiento y la recuperación de nuestra historia, aunque la gente de la época atómica no lo entiende», dice sin poder ocultar un cierto resentimiento y agrega: «para presentarme como expositor en la feria de Benavente solicité permiso para llevar mis cuatro productos y me lo han negado. Me han puesto muchas trabas porque los organizadores no tienen visión de futuro ni de pasado, ya que iba a presentar una exposición con un lote realmente único».

Sin embargo, estos escollos en el camino no desaniman al ganadero que afirma que tres de sus yeguas están nuevamente preñadas del burro y que cuatro de sus burras están preñadas del caballo. «A estos animales hay que dedicarles mucho tiempo, darles cariño y es sacrificado. Además, estos no son como los burros zamoranos por lo que recibimos una subvención, y la crisis también nos afecta, pero aún así merece la pena hacerlo», puntualiza.