El acta de nacimiento, registrado en la iglesia de la Magdalena, señala que «en el lugar de Moraleja del Vino, Obispado de Zamora, a cuatro de abril de mil ochocientos cincuenta y ocho, yo, el coadjutor de su única parroquia, bauticé solemnemente y puse los Santos Oleos a un niño que nació el día preanterior, a la siete de la mañana, a quien puse por nombre Eduardo, hijo legítimo de Vicente Barrón y María Concepción González. Abuelos paternos, Alonso Barrón y Gumersinda Emperaile, de San Frontis; maternos, Pedro González y María García», escribe Antonio Funcia. Vino al mundo un Viernes Santo. Los abuelos por línea paterna eran -o vivían- en el barrio capitalino de San Frontis. De los maternos, nada se dice. Posiblemente, se trataba de parroquianos, bien conocidos por el sacerdote del lugar. Por eso, tal vez, las ausencia del matiz. El "Libro de Bautizados de la Parroquial de Moraleja" (da principio "en el mes de septiembre de 1841" y concluye el 10 de abril de 1858) recoge las inscripciones de 89 niños en aquel año. Esa fue la "quinta" del escultor, aunque algunos fallecieron de corta edad.

Su padre, Vicente, tenía por oficio el de zapatero: el que remendaba y cosía. Su madre, Concepción, atendía y cuidaba la casa. La mujer, en aquellos días, carecía de casi todos los derechos. Barrón González era familia numerosa, algo habitual en aquellos días. Por mentalidades y por la elevada morbilidad infantil. El matrimonio tuvo cinco hijos. Eduardo fue el tercero. Le antecedieron Natalio (7 de noviembre de 1853) y María (21 de abril de 1855). Le siguieron Eulalia (21 de mayo de 1861) y Crisanto (13 de noviembre de 1862). Cinco vástagos en nueve años, con tempranas edades de procreación. La consulta de las actas de nacimiento del Registro eclesial ofrece, en su escueta información, algunos datos. Así, los abuelos paternos residían en la colación de San Esteban cuando María; por el contrario, cuando Eduardo, extrapontem: en San Frontis. La documentación refleja el apellido Barrón con frecuencia en esos años de mediados del XIX. Además de los Luelmo, Avedillo, Almazán y Jambrina, aunque con menor notoriedad social y económica. Y el escultor contó con una amplia nómina de primos y parientes. El párroco Antonio Regidor Labrador y el coadjutor Antonio Funcia efectúan inscripciones de niños de «madres solteras». También algunos posteriores reconocimientos de paternidad. Los niños "expósitos", tal se le calificaban, aparecían a la puerta de algún vecino, no se sabe si como posible indicio -la carne es débil, ya se sabe- o entregado al alcalde.

Humildes. Los pobres no se libraban en los pueblos, sin embargo, de los motes. Es una riqueza etnográfica o sociológica que está ahí, y algún día se deberá estudiar con cuidado, con seriedad. Y Eduardo Barrón era, apunta Jesús Urrea en uno estudio, "el Moro". Con ese apodo se le conocía, derivado de su «aspecto»: ojos muy negros y cecijunto.

Recibió su primera formación en el estudio-taller del imaginero Ramón Alvarez. Fueron dos años de aprendizaje ilusionado, que sufragó, económicamente, el banquero Anastasio de la Cuesta. Se formó, también, en las clases del Instituto General y Técnico y en la Sociedad Económica de Amigos del País. La Diputación le otorgó una beca -mísera pensión, que no le daba para comer- para estudiar en la Escuela de Pintura, Grabado y Escultura de Madrid. Las dos pesetas diarias no alcanzaban a los gastos, y el zamorano, en aquel 1877, obtenía recursos económicos con el trabajo en talleres de escultores. Concluyó la carrera en 1881, con premio. La institución provincial volvió a becarle -y volvió a las andadas: a contar mucho los dineros- para ampliar estudios: en Roma. En la Academia de España. Y en aquellos años inició y finalizó (1883) "Viriato". La obra, fundida en bronce, obtuvo la medalla de plata de primera clase en la Exposición Nacional de 1884. Regresó a Madrid en la primavera de 1888, y abrió un estudio en la Glorieta de Atocha. Y fueron llegando los reconocimientos: Mención Honorífica ("Roncesvalles", Nacional de 1890), conservador-restaurador del Museo del Prado (1892), académico de Bellas Artes de San Fernando (ingresó en 1910, y ya había publicado el Catálogo de Escultura de la pinacoteca nacional en 1908).

"Viriato", monumento inaugurado "espontáneamente" en enero de 1904, es una de las grandes obras de Barrón. Otras piezas importantes, para los expertos, son "Hernán Cortés" (se encuentra en Medellín), "La Minería y la Industria" (Escuela de Minas de Madrid, 1893) o "Emilio Castelar" (Cádiz, 1905)... Y el grupo escultórico "La educación de Nerón" (o "Nerón y Séneca"), de gran belleza clásica: ¿su trabajo más importante? Las dos, la primera y la última, son propiedad del Estado (Museo del Prado). En Zamora y Córdoba. El escultor modeló al maestro y al discípulo, en escayola, en 1904. La obra permaneció mucho tiempo, cedida, en el vestíbulo del ayuntamiento andaluz. Fue "pasada" al bronce -su peso supera, ahora, las dos toneladas- y colocada el 15 de junio del pasado año, con la alcaldesa Rosa Aguilar, en la glorieta del Pretorio. (El original se reintegró a Madrid). El coste de la fundición, el traslado y la instalación de la escultura ascendió a unos 400.000 euros. El Ayuntamiento zamorano realizó algunas gestiones para disponer de una réplica... Pues en el verano de 1985 fue presentada en una muestra que le dedicó la Casa de Cultura. ¿Hacer una copia? Surgió, entonces, esa iniciativa. Más de dos décadas: continúa sin prosperar.

La capital conserva, además de la efigie del pastor-guerrillero, varias creaciones del escultor: "Las tentaciones de un santo" (Museo Provincial), el busto del obispo Tomás Belestá (Palacio de la Encarnación), la talla de un escudo de la fachada y dos medallones de la puerta de la antigua Diputación. Y los descendientes del escultor efectuaron la donación de varias obras al Museo de Zamora el año 2004, que organizó una muestra del artista en junio de ese año.

El escultor falleció, repentinamente, el 23 de noviembre de 1911. Repentinamente. Abandonaba la Real Academia. Pensaba dirigirse al Museo del Prado. Sólo contaba 53 años. Se había casado con María Casanova en 1898, y tenían dos hijos... Su memoria ha permanecido en los zamoranos